martes, octubre 03, 2006

MANOS BLANCAS...

Paseábamos el otro día Zalabardo y yo, y me decía que va a ser necesario cambiar toda una serie de expresiones que expresan la relación entre hombre y mujer si no queremos ser tachados de machistas y contrarios a todo lo que signifique trato de igualdad entre los sexos.
Como yo le decía que me parecía exagerado, él acepta ponerme algunos ejemplos: argumenta que ya no debemos decir eso de manos blancas no ofenden, porque puede significar trato discriminatorio hacia la mujer y su consideración como objeto o, cuanto menos, sexo débil. Tampoco, si una mujer se excusa por dar la espalda a algún contertulio, podrá decirse lo de que las mujeres no tienen espalda, porque nos podrían responder, con malos modos, si acaso lo que tienen es caparazón, como las tortugas.
Me lo pienso un poco y admito que en algo tiene razón Zalabardo. Por lo menos, en el hecho de que ahora es más difícil plantearse una relación hombre-mujer, sin que sea el hombre el que se sienta cohibido y sin saber qué es lo que debe hacerse. Le cuento algo que observé recientemente, en un viaje en tren. Se me apeteció ir al vagón cafetería para tomar un té. El espacio dentro de la barra era, como fácilmente podemos imaginar, reducido. Pues bien, allí había dos empleados de la compañía ferroviaria que no paraban de moverse hacia un lado y hacia el otro atendiendo a los viajeros que acudían a consumir algo. Uno era varón y el otro, hembra. El roce de los cuerpos era inevitable; en otro tiempo, la mujer hubiese temido el comportamiento del hombre en tal situación. Pero allí ocurría algo que, al menos para mí, resultaba, si no insólito, al menos curioso. Cada vez que se cruzaban, la joven no dudaba en apretar su pecho contra la espalda de él al tiempo que, de manera no muy disimulada, le daba un pellizco en el trasero, llamado, por otro nombre, culo. Al muchacho, un color se le venía y otro se le iba, sin saber cómo reaccionar. ¿Se daban ellos cuenta de que, tal como pasaba conmigo, otros viajeros podían también verlos?
Otro giro que no se sabe muy bien si mantener o no, por su ambigüedad, es el que pide como norma de conducta mano de acero en guante de seda. Y esto me da pie para el comentario de las palabras de hoy. ¿Saben bien algunas personas lo que es un guante? Parece ser que algunos comentaristas deportivos lo ignoran cuando dicen, para aplaudir una buena intervención del portero, que metió la manopla y desvió el balón. A estos no estaría de más decirles que el guante es una prenda que cubre la mano y tiene una funda para cada dedo; eso es lo que utilizan los porteros de fútbol. En cambio, la manopla es una especie de guante sin separaciones para los dedos o con solo una para el pulgar. En fin, ya puestos, digamos que hay un tercer tipo, el mitón, que cubre solamente desde la muñeca hasta laa mitad del pulgar y el nacimiento de los demás dedos. Lo que un castizo diría, un guante sin dedos. Pues eso.

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