miércoles, noviembre 29, 2006

DIRECTORES

Mira por dónde, hoy no voy a hablar de ninguna cuestión referida al lenguaje. Zalabardo me pide que tenga cuidado con lo que vaya a decir, y se apoya en argumentos tales como eso de que por la boca muere el pez, que las armas las carga el diablo, que cada uno es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios y otras expresiones por el estilo. ¿No tienes bastante con lo de ayer?, me dice como última tentativa para que me ocupe de cosas más intrascendentes, como aquello de si una palabra está bien o mal utilizada o si un periódico ha titulado mejor o peor cualquiera de sus informaciones. Incluso, me dice, a pesar de lo que Rocío ha dicho hoy, durante la comida, acerca de que no manda ningún comentario a eesta agenda porque, a tenor de lo que hablábamos Javier y yo el otro día, teme sentirse "evaluada" más que leída; no decía exactamente esa palabra, pero sí que se imaginaba con temor la pantalla llena de círculos rojos marcando las equivocaciones. Rocío, puedes estar tranquila de que eso no será nunca así.
Bien, como digo, hoy no hablaré de lenguaje. Hoy ha llamado mi atención el reportaje que publica La Opinión de Málaga sobre los directores de colegios e institutos. Que si se sienten burócratas estresados, que si se deben llevar trabajo a casa, que si gracias a ellos (directores, secretarios, jefes de estudios) funcionan los centros y sus programas y proyectos (apertura, TIC, bilingüe...), que si (¡vaya, hombre!) están mal pagados, etc.
No sé de quién ni de dónde ha salido la información; en el texto se habla mucho de la postura de CCOO e ignoro si ellos serán los informantes y cuáles sean sus fuentes. Pero tengo que decir algunas cosas. Los directores, que un tiempo fueron representantes de sus centros ante la Administración, cada vez son más excrecencia y brazo de esta frente a los profesores, aparte de que ya hay algunos que no participan en la tarea docente (vamos, que no dan clases); los directores lo son por propia iniciativa, porque quieren serlo, motu proprio, como decía ayer. Y si hablamos de burocracia, cada día profesores y tutores tenemos más documentos que rellenar, algunos de los cuales no sabemos con qué fin ya que, la mayoría, no los lee nadie. Mal pagados; ¿qué profesor, aunque no sea director, no se siente mal pagado, aparte de la poca consideración social de que gozamos? Lo de llevarse trabajo a casa es algo que me da risa; yo llevo treinta años largos dando clases y no recuerdo apenas un día en que no me haya llevado tarea a casa. ¿Cuándo corrijo?, ¿cuándo preparo las clases del día siguiente? Y lo que digo de mí lo hago extensivo de todos mis compañeros sin ningún tipo de exclusión. Que por ellos (los directivos) funcionan los proyectos; mi centro ha empezado a funcionar este curso como centro TIC. Que yo sepa, a lo mejor estoy equivocado, la responsabilidad de que todo el tinglado medio funcione es de un reducido grupo de profesores, ninguno de los cuales es director, ni secretario, ni jefe de estudios. Y si funciona mal, que todavía hay que hacer muchos, muchos ajustes, seguro que no es por culpa de este grupo a cuya cabeza se encuentra Lydia. De ella sí me temo que caiga presa del estrés como no se lo tome con más calma.
No creo que me lea nadie de La Opinión de Málaga. Pero si por casualidad esta nota apareciese ante los ojos de alguno de ese medio, le pediría que se informara no de oídas, sino que bebiera en las propias fuentes (que caudalosas son sus corrientes, como dijera San Juan de la Cruz). Porque, aparte de directores, también hay profesores de a pie que trabajan y se estresan; aunque, por lo que se ve, tampoco la prensa requiere ya nuestra opinión (salvo cuando somos protagonistas de la página de sucesos, que eso sí vende).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya me siento más tranquila... Así que no quiero desaprovechar la oportunidad de felicitarte por tu blog.
No tengo mucho que decir en relación con el tema de hoy (y mucho menos con el de ayer), porque de polémica ya andamos servidos en estos últimos días.
Deberíamos almorzar más a menudo en La Rosaleda... ¡Qué sonrientes y sonrosados todos!