miércoles, noviembre 22, 2006

FAENA DE ALIÑO

Cuando hoy he sacado la correspondencia del buzón, Zalabardo me ha llamado la atención porque me dejaba, al fondo del cajetín, un minúsculo papel impreso, apenas en dieciseisavo, que he terminado cogiendo con curiosidad. Es propaganda de un tal Profesor Sidiya que, según reza allí, es un Gran ilustre vidente mágico africano. Por lo que sigo leyendo, se trata de un maestro chamán africano, gran médium espiritual, mágico con poderes naturales y experiencia en todos los campos de alta magia africanos.
Su poder alcanza cotas inimaginables: resuelve enfermedades crónicas, problemas judiciales o matrimoniales, depresión, mal de ojo, suerte, juegos de azar, rompe ligaduras, soluciona la impotencia sexual, ayuda a recuperar la pareja, elimina los amarres; dispone, en fin, de los espíritus mágicos más rápidos que existen.
Confieso de principio que tanto Zalabardo como yo desconfiamos de cualquier clase de mago, curandero o adivino que, cuando acudes a él, lo primero que hace es preguntarte qué deseas. ¿Qué clase de vidente o adivino es si se lo tengo que decir previamente?
Al leer en este anuncio, sin embargo, que rompe ligaduras y elimina amarres he recordado que cuando hicimos la mili (Zalabardo alegó para librarse su naturaleza etérea) iba junto a nosotros un fulano que alegó estar aliñado. Lo cierto es que el tipo estaba un poco crudo, pero el aliño del que hablaba era un hechizo al que le había sometido su novia para que no pudiese separarse de ella. Y no os digo la receta del aliño porque se os puede revolver el estómago. Por si os queda la curiosidad, ni Zalabardo ni él se libraron de hacer la mili.
También me ha picado el gusanillo de consultar los tipos de adivinacción recogidos en el DRAE; o, por mejor decir, los nombres que los designan. Me he limitado tan solo a aquellas palabras que se forman con el sufijo -mancia, o -mancía, que las dos formas son válidas, y que significa adivinación. Aparte de las que creo más fáciles de entender: aeromancia, bibliomancia, cartomancia, demonomancia, hidromancia, necromancia, nigromancia, oniromancia, ornitomancia, piromancia y quiromancia, hay otras artes adivinatorias de nombre algo más enrevesado: ceromancia, adivinación por las gotas de cera que caen sobre un líquido; capnomancia, por la interpretacción del humo; catoptromancia, por la observación de los espejos; ceraunomancia, por las tempestades; espatulomancia, por los huesos de los animales; geomancia, por las líneas y círculos hechos sobre una piedra; heteromancia, por la observación del vuelo de las aves; laconomancia, por el sonido que hacen al chocar las piedras preciosas; onicomancia, por las marcas en las uñas; onomancia, por la interpretación del nombre de una persona; y uromancia, por la observación de la orina.
De todas formas, digo yo y os pregunto a vosotros, ¿sabéis de algún adivino al que le haya tocado el premio gordo de la lotería de navidad? Esa, me dice Zalabardo, sería la prueba del nueve de que podemos confiar en él. Mientras tanto, mejor seguir trabajando.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tiempo llevo con ganas de realizar algún comentario. Más bien, tiempo llevo con ganas de que algún compañero o compañera (sonrisa) conteste a Anastasio, pues soy un seguidor de sus textos desde el día en que me dijo que tenía un blog en Internet en el que diariamente anotaba sus comentarios lingüísticos y de opinión. Así que lo primero que hago tras dejar a mis chiquitines dormiditos, y cenar algo, es ver qué me deparan Zalabardo y su agenda.
Y tengo que decir que aprendo cosas que desconocía (lo que siempre me congratula); como es el tema que nos ocupa hoy: no me podía imaginar que esta forma de uso del infinitivo, tan común en la actualidad, fuese incorrecta. Supongo que se trata de un caso de economía del lenguaje (a la que
tan dados somos, por otro lado, los andaluces). ¿Podrá ser que con el tiempo esta forma de uso del infinitivo sea aceptada como correcta?
Enhorabuena, Anastasio, por esta iniciativa.