martes, febrero 20, 2007

ROGAMOS DISCULPEN ESTA INTERRUPCIÓN. PERMANEZCAN ATENTOS A LA PANTALLA

Ese es el aviso que, en aquellos años heroicos de la televisión, aparecía en las pantallas cada vez que se producía una avería. Ahora el averiado soy yo. O, por mejor decir, mi hombro. Una tendinitis aguda me ha tenido unos días imposibilitado. Aún tengo prohibido conducir y manejar el ordenador y todavía soy incapaz de escribir en la pizarra. Estas son las primeras líneas que escribo y debo decir que el hombro duele. Y como Zalabardo es un inútil ante el teclado, aunque la agenda sea suya, estamos condemados a un tiempo de silencio.
De todas formas, en cuanto he podido, he querido dejar constancia de la razón de ese silencio. Cuando me recupere, volverán los comentarios, si hay alguien que esté dispuesto a soportarlos.
Y como estas páginas casi siempre han pretendido transmitir alguna reflexión sobre el lenguaje, aquí os dejo una cita de Juan Ramón Jiménez contenida en el fragmento primero de su poema Espacio: Y el idioma, ¡qué confusión!, qué cosas nos decimos sin saber lo que decimos. Ojalá pensásemos más eso que decimos y el idioma nos sirviera, no como tantas veces, de arma arrojadiza, sino de lazo de unión.
Hasta pronto. Espero.

viernes, febrero 09, 2007

GENTILICIOS

Nuestra lengua, como sabemos, es de raíz latina; pero si seguimos ahondando llegamos hasta una base más antigua, la indoeuropea. En esa lengua indoeuropea hay una raíz gen- que significa 'dar a luz, parir'. De ese primitivo significado se han ido derivando otros que, ahora, son los que nos interesan. Por ejemplo, de ella se deriva el griego génos, 'raza, origen, nacimiento', de donde vienen los términos genética, autógeno, eugenesia, fotogenia, genealogía, patógeno, etc.
Si nos vamos al latín, nos encontramos varias ramas surgidas de la indoeuropea que comentamos. Por un lado está genus, 'linaje, origen' que es la raíz de donde nacen nuestros género, generación, congénere, engendrar, degenerar, etc. Por otro, está la raíz latina gens, 'raza, clan, el pueblo de un país, comarca o ciudad', de la que se derivan gente, gentil, gentilhombre o gentilicio.
Y ya llegamos al tema de hoy, el de los gentilicios. Los gentilicios son aquellos adjetivos que nos indican lo que pertenece a un pueblo o lugar o está relacionado con él. Así, español, francés, etc., son gentilicios. Pero resulta que los gentilicios, como sucede con muchas otras, son palabras caprichosas. Por ejemplo, hay lugares que no disponen sino de un único gentilicio, lo que vemos en riojano, valenciano o bilbaíno. En cambio, hay otros lugares que abusan porque a los procedentes de allí se les puede llamar de muy diversas maneras; así, los de Cádiz disponen de los siguientes: cadicense, cadiceño, caditano, gaditano, gaderita y gadeiritano, del mismo modo que los de Guadalajara disponen de caracense, carriacense, arriacense, guadalajareño y, aunque este no en exclusividad, alcarreño.
Y capricho es también que, pudiendo formar el gentilicio sobre el nombre actual (De Ciudad Real, ciudadrealeño), algunos lugares lo forman a partir del nombre primitivo, con lo que nos encontramos ante unos gentilicios al menos extraños. De ellos, podemos citar los siguientes casos: arundense, de Arunda (Ronda); aurgitano, de Aurgi (Jaén); egarense, de Egara (Tarrasa); iliberitano, de Ilíberis (Granada); suburense, de Subur (Sitges); o urgabonense, de Urgabona (Arjona). Se cuenta una anécdota de aquel ministro de Franco, José Solís, que habiendo afirmado una vez que hacía falta más deporte y menos latín, alguien le respondió que, gracias al latín, los de su pueblo (Cabra) se llaman egabrenses y no cabrones.
Claro que me dice Zalabardo que hay otro tipo de gentilicios, a los que podríamos llamar xenófobos, que son utilizados por unos hablantes para referirse a los habitantes de los lugares vecinos con intención despectiva. Estos son de otra catadura y, posiblemente, habría que deshacerse de ellos. Por ejemplo, los de los pueblos vecinos nos llaman a los de mi pueblo alcaudones, mientras que nosotros llamamos a los de Aguadulce panciverdes. A los de Sevilla hay quien los llama cerdillanos y los catalanes llaman a los inmigrantes no integrados del todo charnegos. Los chilenos nos llaman a los españoles coños. Otros así curiosos son los de moginos, a los de Alcaracejos (Córdoba), pajareros a los de Dosbarrios (Toledo), agachaos a los de Los Santos o galapagueros a los de Villagonzalo (ambos de Badajoz).
Veréis que esto es el cuento de nunca acabar y si alguien tiene curiosidad por conocer el gentilicio de su pueblo, caso de desconocerlo, por internet circulan muchas listas en las que informarse.

jueves, febrero 08, 2007

EL TEMA DEL DÍA

Cuando esta mañana llegamos al instituto, Rafael López me decía que el tema del día podía haber sido la estancia de Al Gore en España, pero que la muerte de Érika Ortiz lo desplazaría con toda seguridad. Le respondí que eso dependería de la ración de morbo (ya se sabe, 'interés malsano por las personas o cosas') que cada uno de nosotros necesitara para sobrellevar la jornada.
Pero no había pasado mucho de esto cuando Zalabardo requirió mi atención y me condujo a la sala de profesores. Allí, en la puerta, alguien había pinchado con una chincheta un recorte de "otra" información del día: Christina Aguilera y su marido practican lo que ella llama "domingos desnudos". Dice la cantante que, para mantener viva la llama de la pasión, se pasan los domingos en casa y lo hacen todo sin ropa, incluso cocinar. ¡Pues qué bien! ¿Lo digo? Había cola para leer el recorte y casi se hacía necesario coger número, como en la pescadería. A decir verdad, no todo el mundo reaccionó igual. Arantxa no sabía si poner el grito en el cielo (aunque nunca lo pondrá, pues ella es muy comedida) o salir corriendo. Optó por lo segundo.
Así que Rafael se quedó con las ganas de que se discutiera la presencia de Al Gore. Es verdad que actúa como una especie iluminado, pero en sus palabras hay bastantes cosas que deberíamos tomar en serio. Como lo de que podemos ser recordados como la generación que destruyó el planeta o la que lo salvó. O, lo que a mí me asusta más, que tenemos todo lo necesario para acabar con el calentamiento global, salvo la voluntad política. Si eso es así, que me temo que lo sea, ¿quién pondrá el cascabel al gato?
Sin embargo, para mí sigue siendo tema del día, pese a que no es de hoy, la situación del Marine I, El barco de los malditos titulaba ayer El País, fondeado desde hace seis días frente a Nuadibú (Mauritania) con 400 'sin papeles' hacinados a bordo, faltos de todo, incluso comida y agua, sin que nadie quiera hacerse cargo de ellos. El barco había lanzado un mensaje de socorro al que atendió un remolcador español de Salvamento Marítimo. Ahora, Mauritania dice que el salvameento se produjo en aguas de responsabilidad senegalesa y Senegal lo niega. Mientras, lo que preocupa a las autoridades del ministerio de Interior no son los náufragos sino que nuestro remolcador hubiese salido de las aguas jurisdiccionales propias con el consiguiente riesgo de tener que traérselos hasta Canarias. Lo último que leo es que Mauritania los acogería temporalmente a condición de que Guinea Conakry los aceptara, ya que parece que el barco zarpó de uno de sus puertos.
Zalabardo me sugiere que, como buen ejercicio de higiene mental, podríamos hacer lo siguiente: nombrar una comisión que visitara a los 'sin papeles' del Marine I y, mientras los países se ponen de acuerdo, entretenerlos con una encuesta: qué tema les atrae más su atención: la campaña de Al Gore en favor del medio ambiente, la muerte de Érika o los domingos desnudos de Christina Aguilera. El resultado pudiera ser interesante.

miércoles, febrero 07, 2007

PAREJAS MAL AVENIDAS

Hay expresiones que, sin que se sepa bien por qué, se van perdiendo. Es lo que sucede con buscar la media naranja. El diccionario nos dice que la media naranja es la 'persona que se adapta a otra tan perfectamente en gustos y carácter que termina por ser mirada como la mitad de sí misma'. Sin embargo, me dice Zalabardo, parece que hoy no existe tanto interés por buscar esa mitad complementaria. O se hace con tal descuido que más que medias naranjas lo que se encuentra son medios limones, por la acrimonia que al instante surge entre quienes habrían de ser complementarios.
Antiguamente, los noviazgos eran largos y los comprometidos, como se les llamaba, tenían tiempo de sobra para conocerse antes de hacer definitivo el compromiso. Hoy vamos más a la ligera, se huye de las ataduras, hasta el punto de que casi se tiene predilección por las que se llaman parejas de hecho. Le pregunto a Zalabardo si es que ve mal tal circunstancia y me responde que no, que incluso mira con buenos ojos la separación y el divorcio porque nada debiera ser necesariamente, aunque lo diga un papel y lo remarque un oficiente, para siempre. Si las mitades no encajan, cada uno por su lado, civilizadamente, y aquí paz y después gloria.
Me sigue diciendo que lo que ya no le gusta tanto son las parejas mal avenidas, aquellas que, no estando bien concertadas, continúan unidas en un aparente ejercicio de masoquismo. En el lenguaje hay bastantes de estas parejas mal avenidas. Son aquellas que pretenden presentarse a los ojos de todos como concordantes, coincidentes, cuando la verdad es que no pueden ser más dispares. Y lo peor es que seguimos insistiendo y pretendiendo que continúen juntas, cuando no se pueden ver. Un grupo de estas palabras proponía un ejercicio que recoge el libro de texto de mis alumnos: les pedía reconocer por qué aquellas palabras no son sinónimas pese a que el uso persiste en presentarlas como tales. Varias de estas parejas (de alguna he hablado antes) son las que cito aquí: cesar/destituir, detentar/desempeñar, agresivo/emprendedor, carecer/adolecer, escuchar/oír, judío/israelí o hindú/indio. Cesar es 'dejar de desempeñar un cargo porque se ha cumplido el tiempo para el que se fue designado', mientras que destituir es 'separar a alguien de ese cargo, deponer'. Detentar es 'retener y ejercer ilegítimamente un poder o cargo' y desempeñar es 'cumplir las obligaciones inherentes a un cargo o profesión'. Agresivo es 'que ofende, provoca o ataca' frente a emprendedor, que es 'activo y dinámico en su función'. Carecer es 'tener falta de algo' y adolecer es 'tener o padecer un defecto'. Oír es 'percibir por el sentido del oído' y escuchar es 'atender a lo que se oye'. Judío es 'que pertenece o profesa la ley de Moisés' e israelí es el 'natural de Israel'. Por fin, hindú es 'que practica o profesa el hinduismo' mientras que indio es 'natural de la India', aunque este último adjetivo se aplica igualmente a los aborígenes americanos.
A estas palabras ya deberíamos dejarlas que marchasen cada una por su lado, en paz, y no forzarlas a que sigan tirándose los trastos a la cabeza. Y también deberíamos pensar que este puede ser un ejercicio de buen hablar que nos viene bien a todos, no solamente a los alumnos de bachillerato.

martes, febrero 06, 2007

CARPE DIEM

Esta mañana, Zalabardo estuvo en el Instituto. Quería haber pasado desapercibido, pero Joaquín Martínez lo descubrió y, durante la hora del desayuno, mantuvo una breve charla con él. Apenas si para insinuarle que deberíamos dedicar una página de la agenda al reloj de la sala de profesores. Joaquín, que entiende de esto de relojes, no en vano tiene un Breitling, decía que no se puede consentir que el reloj de la sala de profesores lleve tanto tiempo parado. En el medio debate que se originó, unos decían que lo está desde hace años; otros mantenían que, en realidad, nunca ha llegado a funcionar. Entonces, cada uno intentó hacer la más aguda frase sobre la situación del reloj. Joaquín decía que sus manecillas permanecían fijas en las once y media, por lo que marcaba un continuo inicio del recreo; otro decía que estaba parado desde que entró la actual junta directiva y el secretario se negó a comprar pilas; alguien más insinuó la dificultad de volverlo a poner en hora por la de vueltas que habría que dar a sus manecillas hasta recuperar todo el tiempo atrasado. Pero me parece que la frase más ingeniosa fue la de José Francisco, que habló de lo bien que se conserva, el reloj, porque por él no pasa el tiempo.
No sé si valdrá la pena ponerle pilas al reloj, que, ahora, es lo más opuesto que hay a eso de tempus fugit. El reloj, en efecto, siempre ha sido una metáfora de la muerte, de la fugacidad del tiempo. A mí me impresionó, hace unos años, ver en la playa de Conil de la Frontera un reloj de sol de gran tamaño sobre el cual podía leerse: Omnes feriunt, ultima necat. No me pareció una playa el lugar más apropiado para un recordatorio de ese tipo. Camilo José Cela contaba que Pío Baroja tenía en su casa un reloj de pared en cuya esfera se podía leer la misma sentencia, ahora en español: Todas hieren, la última mata. Se refiere, naturalmente, a las horas. A propósito, yo conocía otra versión de la misma sentencia latina: Vulnerant omnes, ultima necat. Aunque digan lo mismo, Virginia podría aclararnos cuál es la versión fetén.
Dice Quevedo, en un soneto: El tiempo, que ni vuelve ni tropieza, / en horas fugitivas la devana (a la vida). En cambio, este reloj que, en efecto no puede volver atrás, tampoco permite al tiempo proseguir, pues lo mantiene detenido en un perpetuo tropezón. Posiblemente a Jorge, Mayte, Reyes y a los demás jóvenes del centro les gustara más verlo en movimiento y sientan el reloj como aquel de Jorge Guillén que, al marcar las doce, le permitía vivir la redondez, plenitud y perfección del universo: Dije: ¡Todo ya pleno! / [...] Era yo, / centro en aquel instante /de tanto alrededor, / quien lo veía todo / completo para un dios. / Dije: Todo, completo. / ¡Las doce en el reloj! Es el poema más optimista y vitalista que conozco sobre la percepción del tiempo como experiencia personal.
Pero habría que pensar que, para otros, yo entre ellos, el reloj es una máquina antipática que roba más que promete. Vuelvo a Quevedo: Azadas son la hora y el momento... Y mejor no seguir. Por eso yo pediría desde aquí al secretario que no compre pìlas y deje el reloj tal como está. Así me puedo hacer la idea de que el tiempo se ha detenido. ¿Por qué no recordar ahora a Horacio?: ...dum loquimur, fugerit invida / aetas; carpe diem, quam minimum credula postero. O dicho en cristiano: mientras hablamos, el tiempo huye celoso; aprovéchate del día, que incierto es el mañana.
Mucho latinajo se ha colado hoy por aquí. Si hay errores, espero que Virginia y Aurora los disculpen. Y una aclaración: el reloj no está parado a las once y media, sino a las seis y media, si en esto tampoco me equivoco.

lunes, febrero 05, 2007

ESTAR MANO SOBRE MANO

Así está en muchas ocasiones Zalabardo (ocioso, y ya se sabe eso de que el ocio es la madre de todos los vicios), pese a que él no quiera reconocerlo, y por esa razón siempre espera mi llegada para comenzar a darme la tabarra con cualquier asunto. Él dice que es por distraerme y hacerme compañía, al tiempo que por no aburrirse, pero yo insisto en que es más por fastidiar. Como cuando Joaquín Martínez me espera cada vez con "la pregunta del día"
Lo que a Zalabardo preocupaba (?) hoy era señalar un rasgo distintivo que diferencie a la lengua coloquial frente a lo que se pueda considerar el "modelo oficial" de habla. La papeleta es peliaguda si no queremos meternos en exquisiteces eruditas. Yo le digo que cualquier grupo de hablantes tiene clara conciencia de que existe (aunque no la conozca del todo ni la domine) una norma que nos indica cuáles son los modos correctos de hablar y escribir y nos exhorta a abandonar aquellos otros que no lo son tanto.
¿Dónde está esa norma y quién la crea? Según Fernando Varela y Hugo Kubarth, los escritores de cada época imponen un modelo (siempre partiendo de modelos anteriores aunque se llegue a soluciones diferentes), las academias fijan y conservan ese modelo (componen las gramáticas y los diccionarios correspondientes) y en los centros escolares nos encargamos de difundirlo y controlarlo. Parece que la cosa funciona más o menos respecto a la faceta escrita de cada idioma, aunque sucede, con frecuencia, que la lengua hablada se escapa de esa senda.
Porque salta a la vista que el habla con bastante asiduidad se salta a la torera esta norma. Es consustancial con la lengua coloquial abandonar la comunicación objetiva (que es denotativa y respetuosa con la norma) para coger el camino de la comunicación subjetiva (que es connotativa y libre como un pájaro). La lengua coloquial se refugia en lo emocional, en la facultad de expresarse mediante imágenes (yo ya he dicho antes saltarse a la torera y ser libre como un pájaro, expresiones coloquiales). Así surgen los modismos, las frases hechas, las locuciones o como queramos llamarlos. Son combinaciones fijas que responden a la necesidad expresiva de un momento concreto, sin tener que echar mano de los modelos cultos de decir. Por ejemplo, el estar mano sobre mano del título de este apunte.
Y puesto que hablamos de mano, le digo a Zalabardo que el Diccionario fraseológico del español moderno, de los dos autores citados más arriba, recoge 63 modismos formados sobre dicha palabra. Creo, pues, que los modismos son, sin ser la única, una de las características más definitorias del lenguaje coloquial. Como no es cuestión de reproducir los 63 aludidos, ni caben aquí, reproduzco solo algunos menos comunes: tener (o ser) mano de santo (ser buen remedio o solución); ser largo de manos (ladrón); hacer algo bajo mano (de manera no oficial, de modo oculto); de manos a boca (de repente); darse la mano con algo (estar próximo); dejar algo de la mano (abandonar o desentenderse de ello); no saber dónde se tiene la mano derecha (ser incapaz de algo, ser un inepto); venírsele a uno algo a las manos (conseguirlo sin esfuerzo).

domingo, febrero 04, 2007

PER ABBAT

Se celebra este año el octavo centenario del Poema de Mío Cid. El texto nos ha llegado merced a una copia del siglo XIV que se hizo sobre un manuscrito compuesto en el año 1207 por un tal Per Abbat. El Cid podría haber convertido en el gran héroe español de no ser por aquella valoración que hicieron los hombres del 98 (el Cid = Castilla = España), lo que transformó a Rodrigo Díaz en figura antipática para periféricos y nacionalistas.
Tuve en mi niñez conocimiento del Poema por vía indirecta, pues la lectura en el colegio del poema de Manuel Machado titulado Castilla, aquel que narra el episodio de la niña que, a la puerta de una posada explica al héroe por qué nadie lo acoge, me hizo sentir deseos de conocer la historia completa. Luego, cuando ya leí el Poema en su totalidad, no me atrajeron de forma especial los episodios bélicos, sino aquellos que más ponían de relieve el perfil humano del protagonista. Y de estos, ya hacia el final, aquel momento en que se dirige a los infames infantes de Carrión y les dice, más o menos: "¿En qué os pude faltar, infantes, que no hubiese remediado? ¿Por qué desgarráis así las telas de mi corazón? ¿Por qué heristeis con cinchas y espolones a mis hijas y las abandonasteis a las bestias fieras y aves del monte?"
Pero no quiero llamar la atención sobre el texto y su historia, ni sobre el protagonista. Hoy quiero hablar de Per Abbat. Para unos, es el genial autor del Poema, hombre culto y de profundos conocimientos que tuvo acceso a la documentación existente sobre el de Vivar. Para otros, no pasó de ser un mero copista que se limitó a dejar reflejado en el papel el recitado de la historia que hacía un juglar.
Para mí, en cualquier caso, es ese hombre humilde que solo al final, antes de escribir su nombre, ruega a Dios que conceda el paraíso al autor de aquel relato. No es como Gonzalo de Berceo, que va desde el principio soltando su nombre y pidiendo reconocimiento. Per Abbat, por otro lado, ha tenido que luchar contra los que le niegan el pan y la sal y no dan crédito a sus palabras cuando añade: "Per Abbat lo escribió en el mes de mayo de 1207". 'Escribir' quiere decir 'copiar', dicen muchos. Y Per Abbat no puede hacer ya nada por reivindicar su figura.
Me dice Zalabardo que en este octavo centenario, teme que se hable mucho del héroe castellano y quizá menos de Per Abbat. Al fin y al cabo es solamente el autor. Me recuerda que muchos autores españoles, castellanos y no castellanos, y de eso deberíamos saber bastante los andaluces, no han llegado a tener, ni en vida ni tras su muerte, el reconocimiento que sus obras merecen. Siempre ha habido alguien que haya sacado a relucir un inconveniente para su encumbramiento incuestionable. Este fue soberbio; este antipático; aquel rojo o facha; el otro homosexual. ¿Y en qué desmerecen esos calificativos, me dice, la grandeza de la obra de cada uno de ellos? De Per Abbat, de quien no sabemos prácticamente nada, ¿qué diremos? Pues bien, más de uno diría que lo suyo no es merecedor ni de ganar el premio Planeta.
Yo, por mi parte, prefiero pensar en su figura menuda inclinada sobre el escritorio, con los dedos manchados de tinta; imaginármelo, autor o copista, emocionado mientras escribía aquello de: esto me an buolto mios enemigos malos, poco antes de que la gente de Burgos exclamara al verlo pasar : Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señore!

sábado, febrero 03, 2007

ARREANDO, QUE ES GERUNDIO

De siempre he tenido por costumbre guardar dentro de los libros recortes de periódicos en los que podía observarse alguna particularidad. Por lo común, se me olvida haberlos guardado y la intención que me moviera a hacer tal cosa pierde así su sentido. No es extraño, entonces, que llegue una ocasión en la que Zalabardo, que gusta de trastear en todo y, cómo no, en los libros, saque de vez en cuando uno de esos recortes y diga: ¿Qué hace esto aquí? Eso es lo que pasó ayer por la mañana. Eran dos fragmentos de papel, ambos con ese indefinible color que el tiempo suelen dar a las páginas de un periódico; en uno se puede ver la fecha, 11 de enero de 1990, pero no en el otro, que es un trozo mal rasgado de la parte central de la página, y que debe ser de fecha próxima a la anterior. Total, diecisiete años guardados.
Tengo, pues que leer los dos fragmentos para poder satisfacer su curiosidad y explicarle la razón de haberlos guardado. No tardo en encontrarla: son diferentes usos del gerundio. En uno se lee: Los políticos andaluces presentarán esta semana iniciativas solicitando la creación de una comisión... Y dice en el otro: Bajo la presidencia de Paco Benítez celebró reunión la directiva azulina, dándose cuenta de que la recaudación del pasado domingo ante el Mérida se elevó a 903.800 pesetas, quedando limpias en taquilla, tras el abono de arbitraje, gastos diversos y taquilleros...
El gerundio tiene mala fama y su utilización plantea bastantes prevenciones. Hay incluso quien sostiene que se debe evitar en lo posible en textos literarios. Pero la verdad es que solo es preciso tener en cuenta unas breves normas para no incurrir en error. Por ejemplo, hay que saber que el gerundio siempre expresa simultaneidad con la acción principal (me canso subiendo las escaleras), o sucesión inmediata (salió dando un fuerte portazo), por lo que será reprensible el llamado gerundio de posterioridad; no se deberá escribir Se cayó una casa, matando a tres personas y sí decir a consecuencia de lo cual murieron tres personas o algo parecido. También debe saberse que el gerundio solo puede ser explicativo, nunca especificativo, por lo que habrá que evitar eso de ley reformando... y decir ley que reforma. Y, por fin, que el sujeto de un gerundio puede ser el complemento directo de un verbo principal solo si este significa percepción sensible o intelectual (ver, mirar, recordar...) o representación (dibujar, describir...). Por eso se puede decir Vi a Elena paseando por la calle, pero no Se necesita secretaria hablando inglés. En cualquier caso, el primer ejemplo presenta la ambigüedad de quién paseaba.
¿Qué pasa con los ejemplos que halló Zalabardo? El primero es muy claro; es un gerundio especificativo que hay que evitar y decir iniciativas que solicitan o para solicitar. El segundo presenta dos gerundios, de los que el primero tiene como sujeto lógico al sujeto del verbo principal (directiva) aunque se ha transcrito como impersonal (dándose). Alguien podría considerar válido ese gerundio, aunque yo lo sustituiría por celebró reunión la directiva, que dio cuenta de que... El segundo (quedando limpias), que se refiere a pesetas, también lo cambiaría por de las cuales quedaron limpias... porque es un proceso posterior.
Zalabardo, que no termina de verlo muy claro, me dice que lo mejor sería sustituir cualquier uso que nos ofreciera frases que puedan resultar equívocas. Le contesto que tampoco es mala opción.

viernes, febrero 02, 2007

SESQUICENTENARIO

Cuando he ido a abrir la agenda para hacer el apunte de hoy, Zalabardo me ha llamado la atención sobre el hecho de que este que inicio hace el número ciento cincuenta (a eso se refiere sesquicentenario). Le digo que parece mentira que hayamos llegado tan lejos. Cuando, allá por el mes de agosto, le pedí permiso a Zalabardo para utilizar su bitácora no imaginé dos cosas en las que hoy reparo: la primera, que aguantase tanto, casi día tras día, reflejando en sus páginas mis reflexiones en torno a diversas cuestiones, especialmente relacionadas con el lenguaje. La segunda, que alguien pudiera perder parte de su tiempo en leer estas consideraciones.
Pero ahora que llegamos al número ciento cincuenta, no puedo negar que cada día miro con curiosidad si Zalabardo y yo hemos merecido la atención de algún lector. Y con respeto, y al tiempo con cierta prevención, buscamos los posibles comentarios. Con respeto, porque agradecemos sinceramente el interés que se nos dispensa y porque muchos de los comentarios, siendo todos interesantes, nos dan pautas sobre cómo decir las cosas. J. A. Garrido me hizo ver, el primero, que no se debe ser tan duro en la crítica a nadie y que se puede criticar con más suavidad. Mari Paz ha vigilado el estilo de la agenda y ha denunciado errores que estaban en la línea de los mismos que denunciaba. Y con prevención, porque siempre hemos tenido miedo de poder herir a cualquier persona (nada más lejos de nuestra intención) y en ocasiones ha habido quien se ha sentido maltratado.
Muchos días ha habido en que sentía ganas de responder a los comentarios y Zalabardo me ha contenido. Me dice que son los lectores quienes deben entrar, si así lo desean, en debates y polémicas, que para los gustos se hicieron los colores, según dice el refrán. Nosotros debemos mantenernos al margen; nuestra función, me repite de modo incansable, es manifestar un punto de vista sobre cualquier tema, dejar abierta la página para que todos la puedan leer y esperar las reacciones de los demás. Ni pretender la impunidad cuando nos den leña, ni sacar pecho por ningún elogio.
Siguiendo con los comentaristas, una consideración más me gustaría hacer. A veces se produce una clara empatía con ellos. Hay quien me pregunta quién es tal o cual persona. ¿Y yo qué sé? Salvo algunos compañeros concretos de quienes me consta que siguen estas notas y a veces dan su opinión, desconozco a otros muchos o, mejor dicho, no me planteo quiénes puedan ser. Una vez lo intenté y se armó la marimorena. Hay muchas ocasiones en que me gustaría responder a sus comentarios, pero, ya digo, Zalabardo me sujeta el brazo. Sin embargo, no dejo de pensar en la referencia que hizo AV al blog de Félix de Azúa, y en el contenido de este, y algún día hablaré de ello, pues me recordó experiencias personales. También pienso a veces en Andrés, el de Benalmádena, el viejo de la colina, que apareció en esta agenda con fuerza y que, de manera inesperada, ha desaparecido de ella. Respecto a algunos, me queda la sensación de no haber acertado a hacerles llegar mi línea de mi pensamiento; o eso me ocurrió, por ejemplo, con Isabel Díaz.
Y me sucede lo que ya ha ocurrido en ocasiones anteriores. Que teniendo pensado un tema que tratar, otras circunstancias me lo han impedido. Hoy ha sido el apunte ciento cincuenta lo que me ha impedido hablar sobre el gerundio, que era el tema pensado. Si lo de hoy os suena a vanidad, pido perdón, pues no era esa la intención.

jueves, febrero 01, 2007

¿CASTELLANO O ESPAÑOL?

Me pide Zalabardo opinión sobre el nombre de nuestra lengua y, en principio, lo remito a que lea el artículo que este pasado sábado firmaba Antonio Muñoz Molina en El País. Su título, Estado de delirio.
Con la lengua nos está ocurriendo lo mismo que en otras esferas de la vida. Que vivimos en un estado de papanatismo tal que terminamos sintiendo vergüenza de llamar a las cosas por su nombre. Hay en España, en todo el conjunto de esto que llamamos España, un espíritu de trasnochado nacionalismo tan acusado que sentimos la necesidad de falsear lo más obvio. Parece que nos avergonzara decir España y buscamos mil maneras de disfrazar el concepto: este País, nuestro Estado y varias tonterías más tratan de disimular lo indisimulable. Y todo porque, unos, piensan que así se afirma su autoestima nacionalista; y, otros, porque tenemos miedo a que se sientan ofendidos los nacionalistas.
Cuando se redactó nuestra Constitución, ya desde el principio surgió el prejuicio de cómo llamar a la lengua oficial de España. Y, con criterios políticos, se incluyó aquello de que "el castellano es la lengua española oficial del Estado". Se buscaba no herir a las otras lenguas de España, "también españolas". Tenemos miedo a llamar español a una lengua que, como dice Muñoz Molina en tono irónico, "al fin y al cabo, solo se habla en tres continentes". Y tenemos miedo de llamar español a esa lengua y la seguimos denominando castellano. ¿Es que no somos conscientes de que, mientras decimos Aquisgrán en lugar de Aachen, La Haya en lugar de Den Haag, Amberes en lugar de Antwerpen, etcétera, etcétera, mantenemos que los únicos nombres oficiales que se pueden utilizar son Lleida, Ourense, Elx, Girona o A Coruña, por ejemplo?
Sin embargo, como dice Álex Grijelmo en su Defensa apasionada del idioma español, "ninguna lengua es más homogénea que la nuestra". Y sigue diciendo que podemos viajar por más de 11 millones de kilómetros sin cambiar de idioma y que podemos conversar con más de 400 millones de personas que no sienten el español como una cultura impuesta sino como parte de su esencia. O como dice Ángel Rosenblat, "la vida de una lengua de veinte naciones, celosas de su propia personalidad, no puede verse con estrecho espíritu de campanario".
Ramón Menéndez Pidal tituló su obra magna Historia de la lengua española. Y, ciegos a tan fuerte realidad, continuamos manteniendo nuestras cortas miras que no van más allá de un nacionalismo ya obsoleto. De esta forma ridícula, resulta que yo no soy profesor de lengua española, sino castellana.
Siempre he defendido, y seguiré defendiendo, el derecho de todas las culturas a manifestarse y desarrollarse sin ningún tipo de trabas. Pero el respeto a ese derecho se queda en nada si no comenzamos por respetar la cultura propia y común, no lo olvidemos, y por exigir que los demás la respeten. Y lo que no deberían olvidar las instituciones es que el español es la lengua oficial de toda España, sin que ello impida que en otras comunidades haya una segunda lengua con igualdad de derechos.