viernes, marzo 16, 2007

IN HAC LACRIMARUM VALLE

Mi contacto con las informaciones diarias creo que no diferirá mucho del que viven otras muchas personas. Por la mañana, antes de salir, lanzo una ojeada a la prensa digital; cuando salgo a la calle, recojo en la pepelería de Soqui, donde Manolo se encuentra ya faenando desde muy temprano, el periódico al que estoy suscrito y, aún en el garaje, miro por encima los titulares. A mediodía leo lo que más me interesa y veo el noticiario de televisión; y, ya por la tarde, a salto de mata, completo la lectura de mi periódico. Zalabardo, por su parte, es quien va haciendo la recogida de aquel material que luego utilizamos para discutir y para incluir en esta agenda.
Ahora, desde que escribo menos, se me acumula el material y algunos temas los dejo correr. Últimamente, los dos hemos estado un poco enzarzados con el caso de Inmaculada Echevarría, ya sabéis, la mujer que solicitó, y se le concedió, que se interrumpiera su dependencia del respirador artificial que constituía su único hilo de unión con la vida.
Hace solo tres días, yo intentaba explicarles a unos alumnos de cuarto de Secundaria cómo era la sociedad y la cultura de la Edad Media. Les hablaba de la inmensa influencia de la Iglesia en aquellos años oscurantistas. De qué es eso del pensamiento teocéntrico. De cómo se enseñaba a la pobre gente ignorante que la vida no era sino un mero tránsito por este mundo despreciable, por este valle de lágrimas, en el que no teníamos otra opción sino sufrir para hacer, al menos eso se decía, méritos de cara a la otra vida.
Zalabardo me decía esta mañana si no se me caía la cara de vergüenza al exponer tales ideas a los pobres adolescentes. Me echaba en cara que tales formas no son exclusivas de la Edad Media, que debería haberles dicho que, por lo menos en nuestro país, el poder de la Iglesia sigue siendo omnímodo, y que hay mucha gente que continúa defendiendo una actitud religiosa basada en el dolor y el sufrimiento. Y me enseñaba el recorte de prensa en el que se cuenta cómo el personal del hospital de San Rafael, de Granada, regentado por la orden de San Juan de Dios, ha debido rechazar dar cumplimiento, pese a que antes habían mostrado su buena disposición, a la petición de Inmaculada Echevarría por las presiones de la Conferencia Episcopal Española, presionada a su vez, según parece, por las propias jerarquías vaticanas. Inmaculada Echevarría ha tenido que ser trasladada, finalmente, a otro hospital, para ver cumplido su deseo.
Creo que ya en otra ocasión dije algo en torno a la eutanasia. No es un asunto simple que deba tomarse a la ligera, y aunque tengo mis dudas, muchas y serias, ante lo que viene en llamarse autanasia activa, creo firmemente que mantener artificialmente vivo a un ser para el que, con certeza, no existe ninguna esperanza de curación y que, consciente de ello, solicita que no se le mantenga en tal estado, es una villanía, por muchos cuidados paliativos que se le apliquen. Si todos tenemos derecho a una vida digna, aún más derecho tenemos a una muerte digna. No hay mejor atención para un enfermo irreversible, esté en fase terminal o no, que aquella que contribuya a evitarle cualquier tipo de sufrimiento, ya sea físico o psicológico, que no él no pueda, o simplemente no quiera, sobrellevar. Más aún si esa persona ha manifestado con claridad su voluntad al respecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El argumento expuesto en relación al caso Echevarría es muy razonable. En el post Se opina libremente, sin ataduras de nigún tipo y partiendo del supuesto de que tenemos derecho a una muerte digna y, sobre todo, a elegirla libremente.
Pero si somos comprensibles y tolerantes, no tendremos más remedio que aceptar la existencia de otros puntos de vista (me refiero al de la Iglesia). Mientras sea posible el diálogo y haya solución, como la ha habido en este caso (trasladar a Inmaculada a otro hospital), podemos darnos por satisfechos.
La mentalidad de la sociedad (y las instituciones religiosas forman parte de ésta) no cambia de la noche a la mañana (basta con mirar cómo están otras religiones). Así que habrá que tener paciencia y desde el diálogo seguir avanzando hacia una mentalidad cada vez más abierta. Lo triste sería que occidente diera algún día un paso atrás por determinadas influencias ya superadas.
SC