viernes, abril 27, 2007

LAS NUEVAS INVASIONES

Si generalizásemos la cuestión y la planteáramos de una manera mucho más superficial de lo que en realidad fue, diríamos que la historia de la humanidad está trufada de una serie de grandes migraciones, movimientos de pueblos, que unas veces de manera pacífica y otras de un modo más violento, han ido ocupando tierras diferentes a aquellas en las que tuvieron su origen.
Tomando como campo de análisis nuestra Península, nos encontramos con que hace ya unos cien mil años que se produjo la venida desde África, desde tierras de la actual Kenia, ya fuese a través del estrecho de Gibraltar, ya fuese desde el próximo Oriente, del homo sapiens. Bastante después, en plena época histórica, a finales del siglo III a.C., los romanos conquistaron y colonizaron la Península Ibérica, hasta que, sobre el siglo V, conocimos lo que en los libros se denominaba la invasión de los bárbaros, que finiquitó el Imperio Romano. Zalabardo me dice que aún recuerda aquella maldita lista de los reyes godos que, empezando en Ataúlfo y terminando en don Rodrigo, tanto nos hizo sufrir en nuestra etapa de estudiantes.
Por cierto que aquel proceso ni tuvo tanto carácter de invasión ni sus protagonistas fueron tan bárbaros. Parece ser que esa especie la difundieron los antiguos historiadores, cristianos de religión, temerosos de la influencia que pudiesen tener aquellos pueblos, ya bastantes romanizados y de religión arriana. Más cierto parece, según los estudios más recientes, que un grupo de pueblos germanos se vieron empujados por las avalanchas de otros pueblos orientales, los hunos entre ellos, que empezaron a moverse hacia el occidente. Los godos, divididos en tres ramas, ostrogodos, gépidos y visigodos (de west-gots, es decir, los godos del oeste) pactaron con los romanos acogerse bajo la protección del Imperio a cambio, entre otras cosas, de ser ellos mismos quienes defendieran las fronteras frente al enemigo común. Y como ya sabemos que el Imperio Romano estaba en proceso de descomposición, terminaron por asentarse en sus despojos.
En el siglo VIII fueron los musulmanes quienes entraron, también por el sur. Y su estancia en nuestra tierra duraría ocho siglos. Casi nada. Esta vez no huían; eran ellos quienes se movían conquistando cuantas tierras podían. Como todas las ocupaciones anteriores el resultado dejó beneficios para todos, originó una cultura mixta. Primero fue una cultura hispano-romana; después, romano-visigótica; por fin, godo-musulmana. O sea, que es difícil negar nuestro mestizaje.
Y ahora, en estos albores del siglo XXI, nuevos grupos pugnan por entrar. Como en los tiempos más oscuros, llegan desde África, desde más abajo del Sáhara. Los motivos que les empujan hacia aquí son el hambre, el atraso, la miseria y la ausencia de objetivos claros que miren al futuro. Y como Europa brilla para ellos a manera del faro que indica a los marinos el final de la travesía, hacen lo indecible por llegar. Con el anuncio de la llegada del buen tiempo, próximo ya el verano, comienza el riesgo de subir a una patera, a un cayuco, y jugarse la vida para obtener esa vida de bienestar y progreso que Europa les anuncia. Ayer ya murieron dos y con esta noticia se nos han abierto hoy los informativos y se ilustran las primeras páginas de los diarios.
Aquí, como hacían los antiguos historiadores cristianos, los vemos como una nueva invasión de bárbaros, los consideramos como un peligro que hay que conjurar. No pensamos ni por un momento que lo que buscan es participar al menos de las migajas de ese bienestar que nosotros ya hemos alcanzado. Y nos gastamos el dinero en colocar barreras infranqueables que los hagan desistir de su propósito al tiempo que les negamos la ayuda que necesitarían para participar de este bienestar desde sus propias tierras.
En tanto no seamos solidarios en los índices precisos con los pueblos necesitados del tercer mundo, los cayucos, podemos estar seguros, seguirán navegando su ruta de muerte atraídos por los cantos de las mismas sirenas que, por otra parte, le escatiman la ayuda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sr escritor:
¿qué seria ser solidarios con los pueblos necesitados? Seria, por ejemplo, recibir humanamente a todo el que llegue, incluyendo asistencia médica, comida, ropa y hasta trabajo si lo hay. Eso es lo que estamos haciendo, ¿no?. Por lo pronto las TV nos vienen retransmitiendo imágenes mas o menos así. Y por eso el numero de inmigrantes negros y magrebís que se ven por nuestras calles es cada vez mayor.
Si se ven cada vez más es porque somos solidarios y no lo estaremos haciendo tan mal. Entonces no debería mostrar ese aire apenado en su articulo; consuelesé, ya hemos recibido a varios millones, entre ellos esos honrados ciudadanos de los balcanes que están allanando casas con sus dueños dentro mientras duermen a pierna suelta bajo la manta.
Claro que ser solidarios también podría ser fletar barcos hasta Senegal, Mauritania y donde haga falta, con víveres suficientes; llenarlos con todos aquellos habitantes del mundo que quieran venir a Europa a mejorar sus condiciones de vida (no garantizaríamos por cuanto tiempo) y así no se "jugarían la vida para obtener esa vida de bienestar y progreso que Europa les anuncia", gracias al efecto llamada de tantos y tantos casos que deben conocer.
Esto es así. Esos miles de africanos, jovenes por lo general, que quieren entrar en Europa a través de España están siendo instruidos por mafias que hacen su agosto, le animan a venir, les prometen la tierra prometida y le hablan de las maravillas que aquí encontrarán (asistencia médica gratis, colegios, libros y muchas cosas más).
Una vez llena Europa por media Africa, todos tan felices hasta que, poco tiempo después, algo cambie y empecemos a aniquilarnos a machetazos límpio como ha ocurrido en Sierra Leona y no sé en cuantos sitios más.
Eso no estaría mal porque somos seis mil y muchos millones de seres "humanos" habitando la tierra y una contienda en profundidad aliviaría bastante la tasa de crecimiento.
Luego nos iríamos muchos a esos paradisiacos lugares de Africa de donde habrían partido los invasores. Y así, más o menos, podríamos avanzar solidariamente hoy por ti y mañana por mí.
No se olvide de ser solidario plenamente. Que tenga un buen dia.
El viejo de la colina.