miércoles, agosto 01, 2007



UNA CIUDAD AGRADECIDA (Buscando a Machado en Soria, 1)

"¡Oh,sí! Conmigo vais, campos de Soria" (A. Machado: Campos de Soria)


Ya estamos aquí. Después de una breve interrupción, regresamos con las pilas cargadas, tras el viaje que os anuncié a Soria al conmemorarse el centenario de su llegada a la ciudad. Me temo que los pocos que leían esta agenda se hayan olvidado ya de de ella.


Difícilmente se hallará una ciudad tan agradecida a un poeta que vivió en ella unos pocos años (llegó en 1907 y marchó de ella definitivamente en 1912), aunque también es verdad que pocos poetas se sintieron tan identificados con una ciudad, e hicieron tanto por ella, como Antonio Machado con Soria.


El espíritu, el nombre y los versos de Machado rezuman por todos los poros de Soria. Una fuente de nueva construcción se levanta en la plaza de Mariano Granados, delante mismo de la impresionante y bella Alameda de Cervantes, para recordar el centenario.


La más típica calle soriana, la que todos los días al atardecer llenan los sorianos, la calle de El Collado, muestra de balcón a balcón las luminosas reproducciones de sus versos. Las obras que se realizan en la ciudad se cubren con vallas que se ilustran con fotos de Machado y Leonor, con títulos de sus libros, con nombres de sus poemas y con poemas completos que pueden ser leídos por los viandantes.


Un grupo folk soriano, Zafra Folk, ha puesto música al texto de La tierra de Alvargonzález, cuya primera audición tuvo lugar en los días finales de julio en el claustro del monasterio templario de San Juan de Duero y pocos días después, para todos los sorianos, en la bellísima Plaza Mayor.


Hemos callejeado por todos los lugares machadianos: la pensión en que se alojó al llegar, el instituto, la casa de la calle Estudios donde vivió, el casino, la ermita y mirador de El Mirón, el paseo por las orillas del Duero, desde San Polo a San Saturio y cómo no, la iglesia de Nuestra Señora del Espino, donde contrajo matrimonio, y el cementerio adyacente en que reposan los restos de aquella dulce niña que se llamó Leonor. Se casaron en 1909 (ella tenía 15 años; él, 34) y murió tal día como hoy, el 1 de agosto de 1912, recién cumplidos los 18. Pregunto a una mujer: "Señora, ¿es este el cementerio del Espino?" Como en la ciudad deben estar ya acostumbrados, ella me responde con naturalidad: "Sí, en la ciudad no hay otro; y allí, en aquella esquina, está la tumba de la Leonor". En la lápida que cubre la fosa, bajo el nombre y las fechas de nacimiento y muerte, solo dice: "A Leonor, Antonio".


A Zalabardo solo ha dejado de gustarle una cosa. Ese olmo seco que han colocado en el atrio de Nuestra Señora del Espino en recuerdo de aquel otro que inspiró el bello poema que todos conocemos. Dice que es un pastiche que "canta" sobremanera, pero yo le digo que no es para tanto. que la intención es buena y eso es lo que debe prevalecer.


Pero la visita a Soria cubrió más objetivos. De todo ello hablaremos en siguientes anotaciones.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Celebro que esté usted de vuelta y que todo le haya ido bien. Según parece ha disfrutado de la visita a Soria, eso está bien. En mi modesta opinión, creo que esas vacaciones se las tendría que pagar la consejería correspondiente, ya sea educación o cultura, o la diputación de Soria porque hay que ver que no hay mejor publicidad turística para visitar esas tierras que la suya. Yo porque soy ya viejo, que si no iría.
Su fiel lector Andrés.