viernes, septiembre 14, 2007

IMAZ

Anoche, en tanto que esperábamos el inicio del encuentro España-Alemania de baloncesto, leíamos Zalabardo y yo lo que aún nos faltaba por ver del periódico. Hay ocasiones en que lo hacemos así, a medias; nos dividimos las páginas y cada uno va por su lado; luego, nos intercambiamos lo que hallamos encontrado de interés. Él me aconsejó la carta de dimisión de Josu Jon Imaz de su cargo de presidente del PNV. Yo, por mi parte, le había insinuado que leyera la narración del burdo rifirrafe desarrollado en el Parlamento andaluz a cuenta del falseamiento de datos en el currículo de unos diputados que se habían adjudicado titulaciones que no tienen, o que no tenían al menos en la fecha en la que proporcionaron el dato.
Me abochorno al comparar las trascendencia de un texto y otro. Si en uno, la carta de Imaz, asistimos al clímax de trágica grandeza de quien se inmola para ser consecuente con unas ideas, en el otro, el que yo propuse, presenciamos, en cambio, una chusca escena que no genera ni siquiera la tosca risa de la astracanada.
No es costumbre en esta agenda hacer referencia a personajes políticos concretos, sabéis que tanto Zalabardo como yo somos algo reacios a entrar en los temas políticos si no inciden de una manera muy directa en lo que es la vida del común de la gente y que, en principio, desconfiamos de eso que se llama 'la clase política' donde los más son meros arribistas. Pero le comento a Zalabardo que, leyendo esa carta, he sentido hallarme ante la declaración de una persona íntegra que no actúa movida por eso que solemos denominar la atracción del poder, que incluso algunos llaman la erótica del poder, la declaración de un hombre serio y honesto que antepone la necesidad de unión en su grupo a cualquier aspiración personal y partidista. Pocos políticos españoles, le señalo a Zalabardo, han causado en mí la impresión que ha causado Imaz con su carta.
Tres ideas he sacado de ella sobre todas las demás. La primera se condensa en este párrafo que transcribo: "Siempre he defendido la política como un camino de entrada y salida. Finalizado este servicio, lo normal es que salgamos sin perpetuarnos en la actividad política." ¿Cuántos, en España y fuera de ella, se agarran a la poltrona como si en ello les fuera la vida, olvidando que la suya es una función de servicio a la comunidad y no un medio para servirse de ella y colmar ambiciones propias? Lo peor es que este afán de medrar no solo lo encontramos en la política, pues se da en todas las esferas de nuestra vida, incluso en las simples comunidades de vecinos. ¿De dónde nace ese anhelo de perpetuarse, de creerse indispensable, que anida en tantos y tantos corazones vanidosos que, por esa misma vanidad, piensan que sin ellos todo habría de ir peor?
La segunda está contenida en una frase referida a Euskadi, pero que yo me tomo la libertad de modificar (mínimamente) para que nos aproveche a todos: "Creo que [...] la voluntad democrática de [los] ciudadanos [es] la base de la mutua convivencia y [...] los acuerdos amplios entre diferentes sirven para hacer frente a los retos de futuro." ¿Hay una más clara muestra de lo que es el espíritu democrático, que no radica solo en el imperio de lo que opine la mayoría, porque no debe negarse que en todo momento y situación hay minorías a las que escuchar? Nuestra democracia tiene, entre otros defectos, el de no aceptar que si en una consulta, por ejemplo, la participación no llega ni al cincuenta por ciento, ello es índice de que algo falla en los dirigentes.
Y la última, cuando hacia el final de su carta expone que el acelerado cambio que el mundo está experimentando y que se refleja en un debilitamiento e incluso desaparición de las fronteras exige que planteemos desde nuevos supuestos cualquier decimonónica ideología trasnochada, entre ellas los nacionalismos de cualquier tipo. La carta de Imaz, me dice al fin Zalabardo, es un toque de atención no ya a la conciencia de los vascos, sino de todos los españoles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo no he leído la carta del sr Imaz, así que no puedo opinar, pero después de ver lo que al escritor le ha impresionado, creo que lo haré si se presenta la ocasión. En cuanto al "falseamiento de datos en el currículo de unos diputados que se habían adjudicado titulaciones que no tienen", lo mismo lo han hecho para paliar, de modo restrocpectivo, el fracaso escolar de los años en que los srs. parlamentarios eran estudiantes. Esto tal vez no ocurra dentro de unos años, gracias a medidas como la que se tomarán para el próximo curso que, si no he oímo mal a los medios de información, los bachilleres podrán pasar de curso hasta con cuatro asignaturas suspensas. ¡Es un gran acierto de la ministra Cabrera! ¿Se creían ustedes que no llegaría el imperativo legal al bachillerato?
Pues cada día está más cerca.Eso sí, que quede muy claro: Ministerio de Educación. Gobierno de España.
El viejo de la colina