martes, septiembre 11, 2007


NACIONALIZACIÓN
A raíz de que se nos hiciera la pregunta acerca de qué forma de palabra es más correcta, ticket o tique, discutíamos Zalabardo y yo sobre quién tiene la culpa de que se tienda a utilizar más ticket. Parecía, como algunas veces ocurre, que no acabaríamos de ponernos de acuerdo, aunque entre nosotros, afortunadamente, la sangre nunca llega al río, sea cual sea el motivo por que discutimos. En el tema aludido, Zalabardo defiende que, dada la internacionalización del inglés como especie de lengua franca, no tiene nada de particular que elementos suyos se incrusten en otras lenguas con el consiguiente enriquecimiento de estas. Por mi parte, yo defendía lo contrario, que cada lengua debe conservar en todo momento sus propias esencias y, si se ve precisada de utilizar elementos foráneos, lo más deseable es que los adapte a su propia configuración fónica y ortográfica; en suma, que los nacionalice.
Le seguía diciendo yo que si para las personas está prevista la posibilidad de, en determinados casos, adoptar una nacionalidad diferente sin abandonar la propia, bien sea por razón de conveniencia, valga por caso laboral, o sea por gratitud hacia el país de acogida, ¿por qué no vamos a hacer lo mismo con las palabras? Y si en las personas el proceso se consigue acatando la constitución del país acogedor, en las palabras se conseguiría lo mismo acatando una fonética y una ortografía.
Y continuaba argumentando yo que quienes no lo hacen así, quienes tratan de usarlas tal cuales son en sus lenguas de origen, no se comportan más que como esnobs o engreídos que presumen de conocer lenguas extrañas sin darse cuenta de que lo que en realidad manifiestan es un craso desconocimiento de la propia. Y si tienen una mínima relevancia pública que pueda inducir a otros a imitar sus modos y maneras, también los lingüísticos, entonces ese esnobismo se convierte en algo peor, irresponsabilidad.
Porque no hay que ser excesivamente riguroso en la crítica de, por ejemplo, una barraca de feria que exhiba un cartel en el que se lea "compren sus tickets en taquilla", aunque se les deba avisar de cuál sería la redacción aconsejable de dicho cartel. Pero sí se debiera meter en cintura, por parte de quien tenga competencias para ello, a un periódico, por muy gratuito que sea, que llama a su edición del viernes ADN Weekend! y titula su columna de la página final The end. A esas cosas me refiero al hablar de tener culpas.
Sigamos con la palabra que da pie a este apunte en la agenda. La razón se inclinará de mi parte si tenemos en cuenta que para significar lo que significa ticket el castellano posee las voces vale, bono, recibo, billete, boleto o entrada. Pero, aun así, si deseamos utilizar el anglicismo, si tenemos el irresistible capricho de hacerlo, ¿nos lo va a impedir alguien? Por supuesto que no, aunque si empleamos la forma tique todos podremos quedar contentos, ¿verdad que sí?
Miremos qué ocurre con otras palabras; hemos aceptado con toda naturalidad champú (de shampoo), blíster (de blisterpack, 'pequeño envase de cartón sobre el que va una lámina de plástico con cavidades para recoger en ellas el producto envasado') o estrés (de stress); ¿Por qué, entonces, nos hemos de resistir a bisnes (de business, 'negocio'), filin (de feeling, 'estilo musical' o 'buena sintonía entre dos o más personas'), travelín (de travelling, 'plataforma sobre la que se monta una cámara' o 'desplazamiento de una cámara sobre ruedas') y algunas más que pudiéramos traer a colación? Todas las aquí recogidas son palabras aceptadas y bendecidas por el criterio de la Real Academia, que no quiero que nadie piense que son simples propuestas que a mí se me ocurren.
Zalabardo parece que, finalmente, se aviene a razones. Pero con su socarronería habitual, me pide, y dice que si es necesario ponerse de rodillas lo hará, que no se me ocurra invitarlo nunca a güisqui, que si a los académicos les atrae el garrafón, allá ellos; que a él, sin ser un gran bebedor, le apetece más un poco de whisky, sin que tenga que ser de 20 años. Con ello, me aclara, lo que quiere decir es que si estamos muy hechos a ver, no solo a oír, una palabra, toda la teoría que he desarrollado es más difícil de cumplir. Y tiene razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Zalabardo me ha convencido con lo de whisky, porque tiene toda la razón del mundo, y el escritor en todo lo demás.
El viejo de la colina