jueves, septiembre 27, 2007


TOPE GUAY
Todos los que de forma regular, o solo a salto de mata, sigan (no me atrevo a decir aguanten) la lectura de esta agenda, sabrán que Zalabardo y yo somos respetuosos con la norma ma non troppo. Quiero decir que defendemos cualquier cambio, alteración o modificación del sistema siempre que ello entre dentro de la lógica y no chirríe demasiado ante nuestra conciencia lingüística. Por otra parte, la norma es ya de por sí bastante flexible y no nos impone un tránsito constreñido en exceso a unos determinados usos.
Valga por caso el superlativo. ¡Mira que hay maneras de formarlo en nuestra lengua, desde los giros más informales a los más cultos y casi reservados a unos cuantos! El sistema más simple es la anteposición del artículo a la forma comparativa, el más grande, que se puede incluso reforzar con un partitivo, el más grande de todos. Pero podemos utilizar las formas llamadas orgánicas o con sufijo -ísimo o -érrimo; por cierto, que estas últimas formas, de las que hay tan solo once en nuestra lengua, podrían muy bien sustituirse, en algunos casos, por las más comunes terminadas en -ísimo (celebrísimo, asperísimo, integrísimo, negrísimo, pobrísimo, podrían usarse en lugar de celebérrimo, aspérrimo, integérrimo, nigérrimo o paupérrimo). Hay cuatro casos en que no veo muy claro lo anterior (¿podrían ser preferibles miserísimo, salubrísimo, pulcrísimo y librísimo a misérrimo, salubérrimo, pulquérrimo o libérrimo?). Y nos quedarían solo dos formas en las que el cambio lo veo difícil por no existir en castellano el correspondiente adjetivo en grado positivo (acérrimo, 'muy fuerte, vigoroso o tenaz', y ubérrimo, 'muy abundante y fértil').
Y si alguien pensara, después de lo último expuesto, que esto del superlativo es muy complicado, aún tiene otros modos de formación en su mano: puede hacer uso de una forma perifrástica con muy, muy grande; se puede servir del adjetivo en plural pospuesto al singular y uniendo ambos con de, el grande de los grandes; son válidos los prefijos re-, requete-, rete- o super-, regrande, requetegrande, retegrande o supergrande; o podemos echar mano de la locución adverbial por demás, grande por demás. Estoy seguro de que todavía quedan soluciones válidas para el superlativo.
Y siendo esto así, como se ha explicado más arriba, ¿es necesario soportar cursiladas del tipo hipergrande o megacansado o los pobrísimos (paupérrimos) tope guay, donde tope se convierte en la marca del superlativo y el guay sustituye a cualquier adjetivo ponderativo que no acertamos a encontrar? O el no menos pobre de to (todo) empleado cada día más nuestros jóvenes, he visto una peli to chula.
A esto nos referimos Zalabardo y yo en el primer párrafo. No se trata de que hablemos como unos remilgados puristas; solo es cuestión de actuar con naturalidad, valiéndonos en cada situación del más adecuado recurso de cuantos nos ofrece la lengua. Zalabardo dice que algunas veces fallaremos (¿y qué?), pero que las más de las veces acertaremos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Opinan mis compañeros (hoy se me ha hecho tarde, pero mañana estarán pendientes de si le he transmitido el encargo), que ayer se pasó usted con el tema sobre Ahmadineyad. Opinan que fue usted demasiado integrísimo al denunciar el cinismo de los de Columbia, que bien ganado tiene el presidente iraní todo lo que le dijeron, que fue poco, y que no tenía que haber aceptado tal invitación.
El viejo de la colina