lunes, octubre 08, 2007


ANDALUCÍA
Llevamos un tiempo revueltos con los excesos de los nacionalistas de uno y otro cuño, que de todo hay. Que Zalabardo y yo no nos sentimos nacionalistas (tal como muchos entienden el término en la actualidad, y que consideramos que todos los nacionalismos (tal como muchos los entienden hoy) obedecen a actitudes ya superadas y trasnochadas es cosa sabida por cualquiera que haya leído algunos de los apuntes de esta agenda. Sin embargo, debo decir que, aunque no nos sintamos andalucistas (un nacionalismo como los demás), sí es cierto que tenemos muy clara conciencia de ser andaluces. Porque si lo primero es un concepto excluyente, ya que el nacionalista no se siente ninguna otra cosa, lo segundo es un concepto que no está regañado con ningún otro y que salta cualquier barrera. Pues el nacionalista solo mira hacia dentro, solo es capaz de contemplar su propio ombligo. Por ejemplo, ¿qué era aquella sosa e inane campaña que nos pedía "hablar andaluz"? ¿Qué es hablar andaluz: aplicar la norma oriental, la occidental, seguir el modelo sevillano?
En 1968, va ya para cuarenta años, Alfonso Grosso escribió un ensayo titulado Andalucía, un continente en miniatura, que la Universidad de Sevilla volvió a publicar cuatro años después como primera parte del volumen Andalucía, un mundo colonial. De ese ensayo sobre nuestra tierra, siempre me atrajo y emocionó el siguiente párrafo: "Cuando buena parte de Europa no era más que un glacial, y ni Roma era Roma, ni Grecia era siquiera Grecia aún, Andalucía era ya Andalucía."
Y es que en la Biblia, en el capítulo 10 del Libro de los Reyes, se dice que al reino de Salomón, "cada tres años llegaban las naves de Tarsis, trayendo oro, plata, marfil, monos y pavones." No olvidemos que Tarsis, la histórica Tartesos del rey Gerión, era Andalucía. Y que en el siglo II antes de Cristo, Estrabón ya hablaba de aquellas danzarinas de Cádiz, las puellae gaditanae, las jóvenes de Cádiz a las que Juvenal, en el siglo I, dedicó tantos elogios y tan celebradas eran en Roma.
Desde hace tiempo, a Cádiz se le viene atribuyendo el honor de ser la más antigua ciudad del occidente, con tres mil años de antigüedad. A finales de los setenta, con posterioridad, pues, al texto citado de Grosso, en El Puerto de Santa María se encontraron los primeros vestigios que pudieron catalogarse sin duda alguna como fenicios en la bahía gaditana. Ahora, treinta años después, unas excavaciones en Cádiz han encontrado restos de un asentamiento urbano correspondiente al siglo VIII antes de Cristo. La Cádiz fenicia de la que siempre se ha hablado parece haber salido a la luz.
Me pregunta Zalabardo a qué viene toda esa exposición de datos. Le contesto que simplemente pretendo dejar constancia de que Andalucía es previa a cualquier postura nacionalista que queramos defender, ya sea desde los partidos, desde la Junta o desde Canal Sur. Andalucía siempre se ha abierto a todos y se ha entregado a todos, sin reservas. Andalucía es anterior a todos nosotros, con sus cosas buenas, malas y regulares, y, sin duda, Andalucía permanecerá cuando ya todos hayamos desaparecido y, con nosotros, nuestras frágiles ideologías. Si tuviéramos dos dedos de frente, manifestaríamos por Andalucía y lo andaluz más respeto del que le demostramos ahora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Genial, escritor! ¡Cómo hemos disfrutado con el apunte de hoy aquí, en La Colina! Ese razonamiento nunca lo habíamos visto ni oído a nadie: tres mil años de antigüedad son muchos para erradicar cualquier atisbo de nacionalismo andaluz. ¿Y no podríamos argumentar del mismo modo para otros nacionalismos? Los vascos se consideran una raza pura y vieja como la que más, los gallegos son celtas, primitivos pobladores de la península y los catalanes seguramente ya quemaban imágenes de reyes en los tiempos anteriores a Roma, por lo menos.
Concluimos: magnífico, escritor, por hacernos ver que, si arrancamos de los comienzos de la historia, considerar un nacionalismo hoy día es una aberración no anacrónica.
Los de la Colina