miércoles, octubre 24, 2007


EL BUEN NOMBRE
Dice una sentencia evangélica que no debemos juzgar si no queremos ser juzgados. Lo comento con Zalabardo a raíz de dos informaciones de las que se ha hecho eco la prensa, si bien es verdad que un eco bastante reducido, o al menos no en consonancia con la resonancia que el suceso tuvo en su día. Las dos informaciones tienen que ver con deportistas acusados, y sancionados, por dopaje: Iban Mayo y Josep Guardiola. El primero dio positivo por EPO en un control realizado por sorpresa en 24 de julio pasado, durante la celebración del Tour. El segundo, por nandrolona, tras el control efectuado al finalizar un partido en que intervino con su equipo, el Brescia italiano, en el año 2001. Ahora, tres meses después en el caso de Mayo y seis años en el de Guardiola, los contraanálisis de la muestra del ciclista y el Tribunal de Apelación de Brescia dejan clara la inocencia de uno y otro deportista.
En otro tiempo anterior, la circunstancia habría dado para mucho y Calderón de la Barca habría podido tener motivo para una de sus típicas comedias de honra. Pero que el tiempo haya pasado y hoy la situación sea diferente no quiere decir que el buen nombre de una persona pueda quedar manchado sin más ni más. Todos tenemos derecho a que no se dude sin razón de nuestra rectitud y honradez hasta que todos los indicios que nos apuntan se conviertan en pruebas irrefutables. Porque, ¿quién resarce ahora al catalán y al vasco del daño que se les hizo? Peor en el caso de Guardiola, porque debió soportar una larga sanción como castigo y ha tenido que arrastrar durante seis años el estigma de una falta que ahora, se dice, no cometió. ¿Por qué se condena antes de que las pruebas no ofrezcan la menor duda? ¿Se le dará a la noticia de su inocencia, la de los dos, idéntica publicidad a la que tuvo la información de una presunta falta que ha resultado no ser tal?
Y ya que hablamos de la presunción, y aunque se habló de ello en la nota del pasado 13 de diciembre, parece que la confusión sigue siendo grande. Hay muchos redactores de medios que aún no tienen claro qué sea eso de la presunción. Presunto es lo supuesto, y en derecho se aplica a quien se considera autor de un delito antes de que sea juzgado y probado. Hasta entonces, de nada puede ser culpado, aunque sí acusado. Pero, a veces, llevamos la presunción demasiado lejos. Hoy, en la radio, informaban de una agresión (¡otra más!) a una mujer, con consecuencia de muerte. Hablaban de que se le efectuaba la autopsia a la víctima para probar que la causa de la muerte había sido esa y no otra. Correcto. Pero añadían que el autor de la agresión, presunto culpable (hasta ahí todo bien), había confesado presuntamente que él la había matado. Ahí ya patinamos un poco, porque si bien la culpabilidad es presunta (nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario y durante el juicio aparecerán, si acaso, agravantes, atenuantes o eximentes del hecho), la confesión ha sido real y probada. Él reconoce el hecho; que luego en el juicio se desdiga o alegue otra cosa es harina de diferente costal. Para eso nuestro sistema cuenta con fiscales y defensores que cumplirán lo mejor que sepan su labor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Rogelio se siente cada día más atraído por las ideas que se vierten en esta agenda. Se nos ha convertido en sabia nueva. Esta tarde lluviosa nos está dando la matraca con el "presunto/a" y el "presuntamente". Se ve que el escritor ha dado una vez más en el clavo.
Dice Rogelio que en la última frase de hoy falta un "presuntamente" y lo fundamenta con las noticias que ha escuchado en el telediario de Tele 5. Insiste de nuevo en que la frase debería ser: "Para eso nuestro sistema cuenta con fiscales y defensores que,"presuntamente", cumplirán lo mejor que sepan su labor.". Al parecer, según los medios de información que ha visto hoy, el joven que ha agredido a una menor ecuatoriana en un ferrocarril de Barcelona no es presunto ya que las imágenes son evidentes, pero ha sido puesto en libertad y se ha armado un gran revuelo. El presunto es ahora la autoridad judicial que lo dejó en libertad impúnemente y contra la que parece que pueden proceder asociaciones de ecuatorianos. Dice Rogelio que esto es lo que él llama conciencia colectiva; su desarrollo y extensión en los momentos actuales podría llegar a ser un poder fáctico: la conciencia colectiva.
Pero la conciencia se puede manipular y no han faltado las voces que ven a la tercera persona del vagón, al parecer también inmigrate, quieto e inhibido ante las agresiones de Sergi X. Y la pregunta es, ¿cuántos de nosotros, en el asiento del llamado "quieto", se hubieran atrevido a intervenir? ¿Y para qué?, para crearte un problema y que juez lo deje en libertad después.