jueves, octubre 02, 2008


LOS ÁRBOLES Y EL BOSQUE
De vez en cuando, suele decir Zalabardo, conviene utilizar algún que otro tópico; e incluso, en ocasiones, hasta queda bien. Traigo esto ahora a colación por el título que empleo para este apunte. Si digo la verdad, primero había pensado titularlo La verdad os hará libres, pero al momento me di cuenta de que resultaba pedante, aparte de que podría malinterpretarse; ya se sabe la importancia que tiene esto de los nombres. No en vano el bueno de Alonso Quijano pasó ocho días en ardua meditación hasta adoptar para su nueva vida el de Don Quijote.
Y es que parece que han de repetirse una y otra vez las cosas para que nos demos cuenta de ellas. Hoy mismo viene en El País un reportaje que, si bien es interesante para cualquier persona, no deberíamos dejar de leerlo los que estamos relacionados con el mundo de la enseñanza, aunque yo ya desde la barrera. Se titula La educación, el campo de tiro político. El pasado 1 de setiembre, en aquel apunte que hizo sonreír, si no reír, a más de uno (Piedra blanca, piedra negra), exponía algunas de las razones que me han hecho solicitar la jubilación anticipada; entre ellas estaba el desencanto con el sistema, con su politización. Decía: "Los planes y programas cambian de un día para otro según el grupo que esté en el poder." Lo de de un día para otro no es ninguna metáfora. Se explica mirando el gráfico que acompaña al reportaje: la famosa Ley Moyano, que establecía en España la obligatoriedad y la gratuidad de la educación hasta los 14 años, es de 1857. Tuvo vigencia hasta 1970 (¡ciento trece años!), en que se promulgó la Ley General de Educación, la del ministro Villar Palasí. Pues bien, desde 1975 a nuestros días, moderno periodo de la democracia, se han promulgado 11 (once) leyes relativas a la educación, lo que nos da una media de dos años y medio por cada una. No está nada mal.
Pero si buscamos un rasgo que establezca un hilo conductor entre todas ellas, nos encontraremos con que ni una sola ha gozado de general consenso y siempre han tenido en su contra al partido que estaba en la oposición. O sea, que de pacto universal para la educación, ni hablar. Cada partido ha echado por tierra, en cuanto que ha tenido ocasión, lo que han hecho los demás. En España, por desgracia, los asuntos relacionados con la enseñanza no se legislan desde supuestos pedagógicos y educativos, sino meramente políticos. Y así nos va.
Quienes fueron mis compañeros en el Instituto Pablo Picasso recordarán que yo le dije más de una vez a Aquilino Melgar, director: "Comprendo que tú nos quieras vender esta moto, aunque no lo comparto, porque más que representante de los profesores ante la Administración, actúas como instrumento de la Administración frente a los profesores." Él se enfadaba, pero tendrá que reconocer que es cierto lo que yo decía. Ahora es Director Provincial del Ministerio de Educación en Ceuta, lo que, por otra parte, se veía venir. De hecho, ya llevaba tiempo actuando como docente de despacho, alejado de la práctica real de las aulas, que es lo que nos permite ver el problema, el bosque, sin que los árboles nos estorben dominar la perspectiva. Pese a lo que digo, y aunque algunos durarán de mis palabras, quiero dejar claro que yo aprecio sinceramente a Aquilino; creo en su valía, pero también creo que está equivocado cada vez que en vez de poner su talento al lado de las ideas lo ha puesto al lado de las ideologías, que no es lo mismo. Hubo un tiempo en que también él me honraba leyendo esta agenda. No sé si su nueva situación se lo permitirá; espero que sí, si no se ha cansado (de leer, que no del cargo), lo que sería comprensible.
Me pregunta Zalabardo si, caso de que las cosas sean tal como digo (pues alguien pensará, y está en su derecho, que ando errado) este asunto de la educación tiene solución. Le respondo que rotundamente sí, si se dan dos circunstancias: que los partidos políticos dejen sus rencillas a un lado, o que se desfoguen peleando por otros temas, y tomen conciencia de una puñetera vez de que solo con un auténtico Pacto Nacional por la Educación podremos salir del atolladero en que nos hallamos. Con la educación, como con el pan, no se juega, y algunos, muchos, con absoluta falta de ética, ya están jugando más de la cuenta (véase, si no, el simple ejemplo de la asignatura Educación para la Ciudadanía). Y el otro factor al que me refiero lo constituyen los profesores; deberán abandonar ese desánimo que tanto cunde y plantarse críticamente frente a los políticos para que estos comprendan cuál debe ser el camino. Esa es una tarea que compete especialmente a los profesores jóvenes, que son los que tienen el futuro en sus manos. A muchos, se nos ha pasado el arroz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenemos un conocido en el grupo de amigos de La Colina que no cree que ese tema de la educación que hoy ha tocado, y que debería seguir analizando con nuevos datos y puntos de vista, tenga solución mientras concurran los elementos que hoy día menoscaban los pilares del sistema: politización profunda del sistema educativo, desilusión general y desorientación del profesorado, despilfarro incomprensible de medios, avalancha permanente de cambios, pérdida del reconocimiento social, intención política de eliminar el fracaso escolar, pérdida de la valoración del esfuerzo de los alumnos y de los profesores, mercado de libros, intromisiones de los padres, pérdida general de valores, falta de respeto al trabajo y a las personas, pérdida del valor de los títulos educativos, existencia del peor bachillerato de siempre, etc.
Pero la clase política ha tenido tiempo de corregir el sistema educativo, tan malo, y han pasado muchos años desde la sustitución del sistema de Villar Palasí como para haber apreciado desviaciones inaceptables y los muchos errores cometidos, de modo que si todo sigue igual es porque interesa que así siga.
Andrés y sus amigos de La Colina

Anónimo dijo...

Ha llegado a mis manos un fragmento de una página de Internet con el nombre de “Agenda de Zalabardo”.

En mi época de enseñante este compañero contaba historias de la vida diaria del Instituto, con un cierto gracejo, aunque a algunos hiciera poca gracia y aunque los “tiros” fueran siempre hacia la misma “diana”. Bien estaba. Quedaba entre nosotros y reflejaba, en parte, el roce diario entre compañeros.

Ahora, jubilado de la actividad docente, se dedica a “colgar” en público, no ya dimes y diretes de la relaciones entre profesores, porque ya no lo es, sino a enjuiciar y descalificar el trabajo profesional de su último Director. Querido Anastasio eso no se hace. Y menos en público. ¿Es que te quieres justificar? ¿De qué?

A mi entender cometes un error de bulto en el análisis de la actuación y trabajo de Aquilino en el Instituto, poniendo tu trabajo en el Centro como ejemplo a seguir. Digo esto porque, precisamente es el trabajo diario el “árbol” que nos impide ver, desde cierta perspectiva “el bosque”, el conjunto de problemas, de medios, de relaciones y de limitaciones que acompañan a la actividad docente. Y para eso hacen falta directores. Tú esto no lo puedes entender porque tras múltiples intentos de ser Director no lo has conseguido.

¿Es ése tu problema?

De jubilado a jubilado. Con todo el cariño que dan tantos años de trabajo conjunto, que lo hubo, o disjunto, que también. Rectifica tu “metedura de pata”. Comenzaste con “Oficio de Tinieblas” y quieres terminar con el “Ocaso de las Ideologías”. Demasiado.

Antonio Huertas