viernes, enero 16, 2009

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

Frente al aburrido panorama televisivo que las cadenas ofrecían para la noche de fin de año siempre nos quedaba la posibilidad de refugiarnos en Casablanca, película que cada vez que se ve parece nueva y diferente. Hay películas que recordamos por alguna que otra escena o frase que trascienden de su contexto concreto. Casablanca nos deja un cesto de unas y otras. Como la que aparece hacia el final, cuando el cínico Rick (Bogart), que con su actuación demuestra que el capitán Renault tenía razón al afirmar de él que era un sentimental, le dice a Ilsa (Bergman) aquello de que "siempre nos quedará París". La frase se ha convertido en uno de esos numerosos tópicos que pululan por ahí y de los que nos adueñamos para, cada vez, indicar que nada se pierde para siempre o, como dice el refrán, que donde hubo fuego aún queda un rescoldo.
Esta vez, remedando la frase de la clásica, y a la vez actual, película, podríamos decir que "siempre nos quedará el BOE", que, tras su dilatada vida en soporte de papel, desaparece en su formato tradicional para convertirse en el primer periódico importante español que se ofrece a sus lectores en formato exclusivamente digital. Y gratuito.
Zalabardo y yo hemos contemplado en la reata de años que arrastramos cómo aparecían y desaparecían publicaciones de prensa, ya fuesen de periodicidad diaria, semanal o quincenal. El primer zamarreo de la prensa libre tras el franquismo se llevó por delante aquellas publicaciones que enseñorearon los años de la dictadura (El Alcázar y sus tesis integristas, Pueblo y sus imponentes titulares de primera página...) Traumática fue la desaparición del diario Madrid, uno de los primeros en intentar caminar por una senda de aperturismo y aire fresco. Luego nacerían, y morirían, otros, como Diario 16 o Informaciones, antes de la aparición de la nueva ola del periodismo español (El País, El Mundo...). Con ellos, las revistas como Cambio 16, Cuadernos para el diálogo o, entre las festivas y satíricas, La Codorniz y Hermano Lobo, también pasaron a mejor vida. En medio de ese trajín, ha habido publicaciones que parecen "de toda la vida": La Vanguardia o ABC, por ejemplo.
Pero si de alguna publicación se puede decir que es de toda la vida, al menos de toda la vida del periodismo, porque habiendo sido la primera ha superado cualquier contingencia, esa es el BOE, denominación actual de lo que en sus orígenes fue la Gaceta de Madrid y, aún antes, Relación o gazeta de algunos casos particulares, assí Políticos, como Militares, sucedidos en la mayor parte del Mundo, hasta fin de Diziembre de 1660, que es lo que rezaba en la cabecera de su número 1, de 1661. Bien sabido es que la prensa europea tuvo sus inicios en las gacetas del siglo XVII, publicaciones en que desembocaron las hojas volanderas y de avisos que proliferaban un siglo antes. Pero también es sabido que ese tipo de publicaciones no alcanzó importancia, cuantitativa y cualitativa, hasta un siglo después, ya en plena Ilustración, que posibilitó las bases sociales que una publicación periódica exigía: aparición de un público ávido de novedades noticiosas, por un lado, y medios económicos para costear esa ansia, por el otro.
La Gazeta mencionada antes fue el primer periódico español de información general y la creó, a imitación de la Gaceta de Francia, aparecida en 1631, el periodista español, aunque de raíces flamencas, Francisco Fabro Bremundán. Tenía cuatro páginas en cuarto y se imprimió en una imprenta de la madrileña Plaza del Ángel. A partir de ahí, su historia se puede contar en pocas líneas: en 1697 pasó a llamarse Gaceta de Madrid y, en 1762, siendo rey Carlos III, la Corona asume el privilegio de imprimirla y hace que la publicación pase a convertirse en medio de información oficial que reflejase los criterios y decisiones del Gobierno. Poco después, en 1787, se crea la Imprenta Real y la Gaceta pasa a confeccionarse en sus propios talleres. En 1834 se hace publicación de periodicidad diaria y desde 1886 solo publica documentos oficiales. A la finalización de la Guerra Civil, su nombre cambia y se convierte en Boletín Oficial del Estado, aunque en 1961 recupera, si bien como subtítulo, su nombre original de Gaceta de Madrid. Por fin, el primer día de 2009 ha abandonado su publicación en papel y solo podemos acceder a él a través de la Red, en su edición electrónica.
De esta forma, el más antiguo de nuestros periódicos ha pasado a ser, al mismo tiempo, el más moderno de todos. Zalabardo y yo no podemos negar que tenemos un especial aprecio por el tacto del papel prensa y por el olor de la tinta con que se imprimen los diarios. Pero no podemos negar, por otra parte, que eso es adaptarse a los nuevos tiempos.

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