jueves, marzo 12, 2009


CUANTO PEOR, MEJOR
O eso parecen pensar los sesudos responsables de los partidos políticos que tienen la misión de diseñar la política educativa de nuestro país. No es la primera vez que lo digo ni soy el único que lo dice: a más de uno, y de dos, y de tres habría que calentarles bien las orejas a ver si por fin se enteran de que la educación es uno de los pilares básicos de cualquier Estado y que con ella no se puede jugar a las componendas partidistas sean estas del sentido y del color que sean. Que no se puede seguir aguantando por más tiempo que nuestro sistema educativo dependa cada dos por tres de los resultados de las urnas y de los caprichos del partido que esté en el poder. Sea el que sea. Porque así nos va.
Leía ayer que el Supremo ha anulado la propuesta del Gobierno de crear una especie de curso puente entre los cursos 1º y 2º de Bachillerato por considerar que tal propuesta entra en colisión con el contenido de la LOE, aprobada en 2006 y auspiciada por este mismo Gobierno. Del mismo modo que ahora se la quita, hace unos meses el mismo alto Tribunal le daba la razón al Ejecutivo en el asunto de la asignatura Ciudadanía. Pero lo que me altera no es que se le dé la razón en una cosa y se le quite en otra, sino que estos asuntos tengan que andar continuamente entre tribunales como si fueran simples representantes del famoseo televisivo nacional. Basta que el PSOE, ahora en el poder, o el PP, cuando lo estuvo, propongan la menor reforma del sistema educativo, y uno y otro las proponen por un tubo, para que el otro partido se apresure a meter palos en las ruedas del carro para que este no pueda avanzar.
No hablo ya de la asignatura Ciudadanía, que me parece necesaria, ni del susodicho curso puente, sobre el que ya tengo más dudas, ni del aumento del número de horas de clases, que no sé en qué medida solucionaría el problema, porque lo que sí parece claro es que hay algún problema en esto de la educación (cambios constantes, amenaza de futuros cambios, desmotivación de los alumnos, bajos rendimientos, alto índice de fracaso escolar...); a lo que yo me quiero referir es a la necesidad de un Plan Nacional (no de cada Comunidad autónoma) de Educación, así, escrito con mayúsculas, que obligue a todos independientemente del resultado de las urnas. Porque si el paso de un partido por el poder es algo sujeto a un buen número de contingencias, el valor de la educación como factor clave para la formación de buenos ciudadanos y buenos profesionales nadie debería debería tener la osadía de discutirlo. Y a ese Plan no se llega más que por acuerdo de todos y mediante un proceso en el que primen los intereses del Estado y no las ideologías de los partidos. Es, creo, salvo que peque de iluso, el único modo de evitar esa desconfianza que todos muestran cuando es el otro quien debe vigilar por la buena marcha del proceso.
A todo esto, Zalabardo me recuerda la entrevista que leímos hace días con Ibtissame Bouazzaoui, joven marroquí que estudia Empresariales en Almería y que obtuvo el Premio Extraordinario de Bachillerato en el curso 2007-2008. El hecho da pie, me dice, a por lo menos dos reflexiones. Una, que es preciso adecuar nuestro sistema educativo a la nueva situación del país, con una población que cada vez se manifiesta más multirracial, plurilingüe y diversificada. Otra, que los inmigrantes no están necesariamente condenados a las galeras del sistema, sino que pueden rendir como los demás. Solo falta que alguien se ocupe de poner los medios para lograrlo.
En ese Pacto Nacional para la Educación, o como se le quiera llamar, habría que sentar unas bases sólidas para el sistema y no sujetas a capricho, determinar unos cauces lógicos y racionales para su financiación, establecer procesos de actualización de los profesores a la nueva situación (manejo de nuevas tecnologías, relaciones con un nuevo tipo de población escolar, etc.), estudiar las necesidades reales para ajustar los contenidos a la situación presente, promover una enseñanza más activa, práctica y participativa. Solo así dejaríamos de marear a los alumnos con tantos cambios sin sentido y con tantos recursos ante las leyes.
Porque no olvidemos que con el guirigay que tenemos montado, quien pierde siempre es el alumno, que cada vez está más desmotivado y cada vez se cree con más derecho a obtener el aprobado aun sin haber realizado el esfuerzo necesario y suficiente. Leyendo la entrevista con esta chica marroquí me he llevado una gran alegría porque, cuando le preguntan por el secreto de su éxito en los estudios, dice haber practicado algo que yo siempre aconsejaba a mis alumnos: prestar atención en clase, anotar todo aquello importante que diga el profesor y no venga en el libro de texto, trabajar un poco en casa cada día lo que se ha hecho en el aula y no estudiar nunca el día previo a un examen.
Si se llega a un acuerdo entre los responsables políticos, entre las diversas administraciones y entre quienes están al pie del cañón, los profesores, que son quienes mejor saben de qué pata cojea esta mesa; si se aportan los medios y recursos (humanos y materiales) suficientes, sin cicatería; si se establecen los planes de inmersión lingüística adecuados para inmigrantes; si se determinan los modos de atención y apoyo convenientes no solo para alumnos con problemas de aprendizaje sino también para aquellos que poseen una capacidad superior, entonces será posible exigir a cada alumno un rendimiento acorde con su capacidad y nuestros escolares saldrán mejor preparados. No todos van a ser premios extraordinarios (me dice Zalabardo), pero a lo mejor hay menos problemas de fracaso y abandono escolar.

No hay comentarios: