viernes, septiembre 25, 2009


VELINA
Hace bastantes años, en cuanto que llegaba el verano, teníamos la convicción de que con él habrían de aparecer las inevitables serpientes del verano, que no hay que confundir con la serpiente multicolor del ciclismo, encarnada sobre todo en el evento deportivo más atrayente de toda la canícula: el Tour de Francia, que a tantos, entre ellos a Zalabardo y a mí, nos ata ante el televisor en las sobremesas del mes de julio.
Pero las serpientes de verano eran otra cosa. En una época en que tanta actividad política, social o laboral quedan reducidas a su mínima expresión, los medios de comunicación tenían que realizar ímprobos esfuerzos para rellenar sus páginas y atraer a los lectores. Eso llevaba a crear informaciones de escaso calado, y en ocasiones ninguna base de verdad, con que llamar la atención del personal. Por ejemplo, y de ahí posiblemente nació la expresión, la aparición de una serpiente de colosales dimensiones, que por cierto nunca nadie veía, pero que tenía atemorizados a los habitantes de una extensa zona. Cualquier hecho semejante fue base para aquellas 'informaciones, fantásticas o no, que eran materia de comentarios cuando había escasez de noticias interesantes', según las define Manuel Seco en su Diccionario del español actual, ya que el de la Academia no se digna a recoger la expresión.
Le digo a Zalabardo que en nuestro tiempo parece haberse perdido la técnica de inventar tales serpientes, pero por la única razón, tal vez, de que la realidad nos proporciona hechos que causan tanta o más conmoción que aquellas. Y si pensamos en los escándalos políticos, no hay más que hablar. También le digo que de esa misma forma tan impremeditada como nació la expresión serpiente de verano, en el lenguaje van apareciendo términos y expresiones que en muchas ocasiones acaban por adquirir carta de naturaleza y se quedan entre nosotros. Así se nos ha colado, casi sin darnos cuenta, el italianismo velina.
Todos recordaréis que los inicios del verano estuvieron marcados por el escándalo informativo de las orgías que, al parecer, organizaba el incombustible -e impresentable, según me añade Zalabardo- presidente italiano Berlusconi en ese chalecito conocido como Villa Certosa, donde il Cavaliere se retira de vez en vez para reposar de su dura, sacrificada y complicada vida de hombre de estado. Recientemente, nuestro Zapatero ha tenido oportunidad de visitar dicho chalecito, aunque solo para tomar café. Pues bien, a lo que iba: el 24 de junio pude leer en una información de la que él era protagonista: ...En este tiempo extraño en el que las misses, las velinas y las prostitutas de lujo comparecen en las portadas de los periódicos italianos y en las listas electorales... Ya teníamos ahí la palabrita. Y se hicieron asiduas de nuestra prensa esas bellas y desinhibidas, según se ha ido viendo después, velinas.
¿Y qué es una velina?, se preguntaba uno por aquellos días, deseoso de ampliar su caudal léxico. Buscando aquí y allá, llegó a mi conocimiento que, con tal nombre, se designa en Italia, con matiz irónico, a unas lindas jóvenes que, en el programa satírico Striscia la notizia, no tienen otra función que la de acercar al presentador una hoja de papel, ahí está el quid de la cuestión, según veremos, en el que figura la noticia que se va a comentar.
Con posterioridad, se ha dado en llamar velinas, ya con clara intención peyorativa, a las jóvenes coristas que, en la televisión, desempeñan entre parte y parte de los programas funciones de mero relleno y para las que no se requieren especiales méritos ni artísticos ni profesionales. Vamos, ni más ni menos que como aquellas chicas, en años del nacimiento de Telecinco, ¿recordáis?, que integraban el grupo de las Mamachichos, primero, y después, aquel otro grupo que se llamó Cacao maravillao. También esa cadena forma parte del imperio mediático de Berlusconi.
¿Pero por qué velinas? Recordad lo que dije antes de que entregaban un papel al presentador. Pues bien, según he podido averiguar, parece que el origen se remonta a los años del fascismo y de una férrea censura de prensa. Entonces, las autoridades impartían normas sobre el tratamiento que la prensa había de dar a las noticias (hoy, Berlusconi no necesita dar instrucciones, pues muchos de medios son de su propiedad). Como por aquellos años no existían ni las copiadoras ni los ordenadores, estas normas se redactaban a máquina y, para obtener el mayor número posible de copias, se utilizaba el papel llamado en Italia carta de velina, es decir, el que nosotros conocemos como papel cebolla. ¿Verdad que a veces las palabras dan vueltas extrañas a través del tiempo?

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