viernes, octubre 09, 2009

ARRAIJANAL

En estos meses pasados, concretamente creo que fue en julio, parece que se libró el último y definitivo asalto de la pelea que se traían el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía en torno al destino que se dará a unos terrenos que se han convertido en símbolo del conservacionismo en la costa malagueña: el Arraijanal. Allí donde el Ayuntamiento pretendía levantar un gran hotel y más de seiscientas viviendas, la Junta, que parece haber salido, por ahora, vencedora de este litigio, proyecta construir un parque metropolitano que preserve ese interesante lugar que otros veían como un extenso solar, de inmenso valor por ser único en su especie.
¿Qué tiene el Arraijanal, aparte de su bello nombre, que justifique ese interés de los conservacionistas por evitar que en él triunfe también el ladrillo, pese a estar ahora de capa caída?, le pregunto a Zalabardo, que pone esa cara, tan característica en él, de no saber si mi pregunta es solo retórica o en verdad refleja mi desconocimiento de la situación. Pero, sea lo que sea, él no renuncia a contestarme: por lo pronto, me dice, es el último tramo de costa del municipio malagueño no invadido por el cemento. Por eso, para muchos se ha convertido en símbolo y grito contra lo que no debiera haber sucedido nunca. Y añade, con sibilina ironía: Y puestos a conservar, ¿por qué no lo dejamos como está?
El Arraijanal está situado entre la urbanización Guadalmar y el Parador del Golf, y no es solo zona de playa, pues los restos arqueológicos en él hallados permiten suponer que por allí debieron moverse los primeros pobladores de nuestra ciudad. Por eso, el parque proyectado por la Junta contempla recuperar la formación dunar, la vegetación autóctona y los yacimientos arqueológicos, aparte de incorporar, además, otras especies mediterráneas, un jardín botánico y determinadas instalaciones recreativas. Como proyecto, no deja de ser ambicioso; y peligroso, por si se les va la mano en el intervencionismo sobre el paraje natural. Claro que si llega a buen puerto, no cabe duda de que se lograría un gran triunfo al conseguirse unir en un mismo entorno la Desembocadura del Guadalhorce, para la que todavía esperamos su Centro de Interpretación, el Arraijanal y el Cerro del Villar, con sus restos fenicios de los primeros pobladores de Málaga.
Me dice Zalabardo que solo nos queda desear que no sea peor el remedio que la enfermedad. Porque, me aclara, todo ello estaría muy bien si fuese acompañado de un plan de mantenimiento y vigilancia, pues ya se sabe cómo se pone aquella playa y sus aledaños durante el verano: todo invadido de bañistas con sus vehículos, que van dejando sus basuras por todas partes. De todas formas, mejor será el parque que los bloques, le digo yo, y todo será cuestión de educar al personal en el respeto por la naturaleza.
El temor de Zalabardo nace no tanto de la desconfianza en el personal, que también, sino más bien en el Ayuntamiento, que tenía para la zona un proyecto del que se derivaban unos beneficios más monetarios que de ocio. Y esa desconfianza nace también de aquella declaracción de un munícipe que afirmaba que ya que la Junta proyectaba un parque, era de esperar que tuviera también previstos los medios necesarios y pertinentes para su mantenimiento.
Mencionaba antes el bello nombre del lugar: Arraijanal, lugar en el que crece el arraiján, que no es otra planta que la llamada por los árabes arrayán y por los latinos mirto. Arraiján es palabra recogida en el Vocabulario andaluz de Antonio Alcalá Venceslada y los otros diccionarios que la contemplan la señalan como andalucismo que luego pasó a diferentes países de América. No es, el término, sino conservación del vocablo árabe arraihan. El Tesoro de la Lengua Castellana, de Covarrubias, la define así: ...el arrayán es planta que siempre está verde, tiene flor blanca y tan olorosa que se destila della agua no poco estimada para la confección de los perfumes y otras cosas... El nombre es arábigo, pero de raíz hebrea... y así arrayán valdrá tanto como el que está siempre verde. Esta planta, por su hermosura, su frescor y su blandura y por el suavísimo olor de sus flores, fue consagrada a Venus...
Alguna vez he dado mis paseos a pie por allí. Se deja el coche en Guadalmar y se puede realizar un desestresante recorrido por todo el Arraijanal y por la desembocadura del Guadalhorce. No es paseo aconsejable para el verano, por eso del calor, pero ahora en el otoño, si la temperatura se suaviza, y en primavera es una delicia, sin que olvidemos hacer el recorrido en los días suaves del invierno. Ojalá que no se tuerza, ni se desmande, el proyecto del parque. Mientras sí, mientras no, digamos aquello del chiste: "Virgencita, que se quede como está...", no sea que algún tío malage, en forma de inmobiliaria, termine por venir y meta la pata.

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