lunes, diciembre 21, 2009

FEMINICIDIO

Leyendo una información sobre el caso de la desaparición de mujeres en la mexicana Ciudad Juárez, y la posterior aparición de las mismas violadas y muertas, me di de bruces, en el mismo titular, con el sustantivo feminicidio, que el redactor escribe entre comillas, consciente de que es una palabra que no existe. En efecto, por mucho que busquemos, no la vamos a encontrar en ningún diccionario. Sin embargo, nadie tendrá inconveniente para entender su significado de forma inmediata. Hoy mismo me la he vuelto a encontrar, ya repetidamente utilizada en el cuerpo de otra información relacionada con el caso.
¿Cómo y por qué surge esta palabra? Todo es debido a un proceso muy fácil: el carácter articulado del lenguaje consiste en que, en un primer nivel de articulación, sus signos se descomponen en partes menores que pueden agruparse con otras para formar signos nuevos. Así, del latín caedo, 'matar', se genera el sufijo español -cidio, 'muerte causada a' que, unido a diferentes raíces da lugar a palabras como suicidio, 'muerte causada a sí mismo', regicidio, 'muerte causada a un rey', tiranicidio, etc.
Entonces, feminicidio es un vocablo totalmente válido, me inquiere Zalabardo. Y yo le contesto que sí, pero... Y de este pero me quiero ocupar hoy. Porque feminicidio es una muestra clara de cómo con el tiempo las lenguas van cambiando, esto se ha dicho aquí hasta la saciedad, y las palabras alteran, pierden, modifican, diluyen o amplían sus significados. Y los hablantes, que no tienen por qué conocer el origen de todos los términos, ayudan bastante en estas alteraciones de las que hablo.
Empecemos: feminicidio significa 'muerte causada a una mujer por otra persona'. ¿Y qué se dice cuando se provoca la muerte de un varón? Pues resulta que no hay palabra para ello, pues lo más próximo que en nuestra lengua tenemos es homicidio, que, respetando su etimología, significa 'muerte causada por una persona a otra'; es decir, muerte de un varón o de una mujer. ¿Qué es lo que ha pasado? Pasa que, en el lenguaje corriente, el significado de hombre, que según la primera acepción del DRAE es 'ser animado racional, varón o mujer', se ha deslizado paulatinamente hacia la segunda, 'varón, ser humano de sexo masculino'.
Echemos una ojeada al latín. En la lengua de Roma, homo significa 'perteneciente al género humano', de humus, 'tierra', por lo que homo es igual que 'procedente de la tierra'. Y a su vez, homo es el hiperónimo, palabra que en su significado contiene el de otras palabras, de vir, 'varón' (o mas, 'macho', referido a animales), y mulier, 'mujer' (o femina, 'hembra' tanto para personas como para animales, puesto que el significado último de femina es 'la que amamanta'). O sea, que tanto hombre, masculino, como persona, femenino, designan por igual al varón y a la mujer.
¿Qué ha pasado?, repito. Pues que hombre ha volcado su inicial significado hacia el de 'varón' de tal manera que ha sido este último el que parece predominar en la conciencia de muchísimos hablantes. Tanto que, en una época tan reivindicativa de dejar bien marcados la función y el valor de la mujer, incluso en el lenguaje, el redactor del titular del que hablo se ha creído en la necesidad de crear el término feminicidio sin saber, o a lo mejor sabiéndolo, que lo que pretende decir está ya contenido en homicidio.
Ese es el pero que yo oponía a la consulta que me hacía Zalabardo. Aun así, que feminicidio triunfe o no, que acabe imponiéndose o no, no es ningún grave problema ni, por supuesto, es como para rasgarse las vestiduras. Hay cosas, por el contrario, que sí claman al cielo. Ayer mismo leía en un periódico digital, y de forma reiterada, que el obispo había *reconvinado públicamente al PNV por su postura [ante la cuestión del aborto]. Al parecer, quien escribiera eso olvidaba, quiero pensar que sea eso, que estaba usando el verbo reconvenir, derivado de venir, y cuyo participio es reconvenido y no reconvinado.
Pero como se nos echa encima la Navidad y esta mañana llueve de forma que es una bendición, por la falta que hace, Zalabardo me pide que no reconvenga a nadie con dureza, sino que desee paz y felicidad a todos. Descansaremos unos días y, pasadas las fiestas, estaremos de nuevo aquí.

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