martes, junio 01, 2010

AVERÍGÜELO VARGAS

Tiene curiosidad Zalabardo por saber qué hacía yo cuando en clase se me planteaba una cuestión a la que no sabía responder y así me lo plantea. Le contesto que nunca tuve reparo en reconocer mi desconocimiento de algo (pues siempre serán más las cosas que ignoramos que las que conocemos) y me comprometía para informarme y ofrecer la respuesta en otro momento; y si, aun así, no conseguía alcanzar la respuesta apetecida, decía abiertamente: Que lo averigüe Vargas, aunque los alumnos, por lo común, no solían entender esta respuesta.
Es frecuente utilizar este dicho cuando se quiere indicar que un asunto es intrincado y de complicada solución. Sobre su origen, Covarrubias afirma: Díjose por el licenciado Francisco de Vargas..., hombre de gran cabeza y buen despidiente; eligiole por su secretario el rey don Fernando el Católico, y porque le remitía todos los memoriales, para que informado le diese cuenta dellos, con estas palabras: “Averígüelo Vargas”, quedó en proverbio.
En la lengua, como en cualquier materia, se nos presentan en ocasiones cuestiones de difícil respuesta si no es que son de solución imposible. Eso es lo que pasa con los verbos acabados en –uar. La norma nos dice que estos verbos deshacen ese diptongo y lo convierten en hiato en los presentes (menos en la primera y segunda persona del plural) y en el imperativo (actúo, evalúo, continúo, etc.).
Pero he aquí que, de pronto, nos encontramos con dos grupos de verbos que deciden funcionar de otra manera. Son los terminados en –cuar y en –guar. Veamos qué pasa con ellos y empecemos con los del segundo grupo.
El diccionario recoge algo así como veinticinco verbos que presenten la terminación –guar, de los que los más comunes son los siguientes: averiguar, aguar y sus derivados, menguar y sus derivados, fraguar, atestiguar, apaciguar, amortiguar, deslenguar, desambiguar y santiguar. El resto lo integran verbos raros y de escaso uso (por ejemplo, amochiguar), por lo que renuncio a enumerarlos aquí. Pues bien, todos estos verbos, e insisto en lo de todos, se conjugan como averiguar, es decir, manteniendo el diptongo en todas sus formas (averiguo, menguo, atestiguo, amortiguo, santiguo, etc., etc.).
Pero el otro grupo, el de los terminados en –cuar, es cortito, de pocos representantes, aunque de extraño comportamiento. Son únicamente ocho, de los que comunes y conocidos solamente hay tres: adecuar, evacuar y licuar; los cinco siguientes son raros y de muy escaso uso: anticuar, apropincuarse, colicuar, oblicuar y promiscuar. ¿Y qué pasa con su acentuación? La norma dice que que se deben conjugar como averiguar (adecuo, evacuo, licuo), pero lo cierto es que el uso tiende a acentuarlos como actuar (adecúo, evacúo, licúo), por lo que la Academia ha terminado, aun en contra del parecer de bastantes, por aceptar ambas conjugaciones. Pero no acaba ahí todo, pues resulta que hay dos de ellos, anticuar y oblicuar, que van en contra del modelo común y se conjugan obligatoriamente como actuar (anticúo, oblicúo).
¿Y a qué se debe tal guirigay?, me suelta Zalabardo. Y yo qué sé, le respondo; cuando tenga una respuesta te la daré. En cualquier caso, que lo averigüe Vargas. Y es que en estas cuestiones de la lengua, que ya de antiguo tiene planteada la cuestión de si predomina la analogía o la anomalía, la regla o la excepción, sin que el personal se ponga de acuerdo, a veces chocamos con asuntos de no muy fácil solución.

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