jueves, junio 10, 2010

VUVUZELAS

Me aparece Zalabardo esta tarde por casa llevando una vuvuzela (que nosotros deberíamos escribir vuvucela) adornada con los colores de la bandera española y dispuesto ya a animar a nuestra selección. Le he preguntado con insistencia dónde la ha comprado, pero él, no sé qué se habrá imaginado, no ha querido decírmelo. La vuvucela, palabra zulú, es como nadie ignorará, esa trompeta de aproximadamente medio metro de longitud, cuyo sonido puede superar los 100 decibelios (tantos como un martillo neumático y algo menos que el motor de un avión, que alcanza los 120) y que descubrimos durante la pasada Copa FIFA de Confederaciones y con la que los surafricanos suelen animar durante los partidos de fútbol.
Hay gente, me informa Zalabardo, que le ha preguntado cómo es que vuvucela no viene en el Diccionario de la Academia. Le contesto que la gente, que por lo común adora todo lo efímero, cosa propia de este mundo agitado que vivimos, del mismo modo que tiene una noción algo equivocada sobre cuáles sean sus derechos, lo que a la vez le hace olvidarse, de las correspondientes obligaciones que siempre acompañan a aquellos (actitud que se manifiesta en las expresiones esto tendría que... o yo tengo derecho a...), no sabe, de ordinario, cómo funciona la Academia y qué es lo que significa ese lema que rige su existencia y que reza fija, limpia y da esplendor.
La gente común y corriente, que es la gran mayoría (ojo, que no les atribuyo culpa de ningún tipo cuando digo esto) se deja arrastrar por lo que considera que es el habla actual y correcta, que no es otra cosa que la que se usa en el periodismo y en el conjunto de los medios de comunicación, así como en la política. La gente, repito, oye expresarse a Zapatero en un mítin, o a los locutores de los telediarios, o a María Patiño poniendo verde a la Campanario o a cualquiera de los concursantes de un programa de telerrealidad, y piensa que así es como hay que hablar.
Pero la Academia no debe dejarse arrastrar por ese criterio, el de aceptar sin más aquello que está en la calle. La Academia debe limpiar, fijar y dar esplendor. ¿Y qué supone hacer eso? La Academia limpia cuando niega carta de naturaleza a vocablos que no tienen por qué estar en el Diccionario. Pongo un ejemplo: en el DRAE aparece show; pues bien, con vistas a la próxima edición está prevista la supresión de ese artículo, porque no en vano tenemos espectáculo, que no tiene por qué ser sustituido. Y si alguien preguntara por montar un show, ¿por qué no lo sustituye por dar un espectáculo, que también existe? Igual sucede con free lance, que se va a eliminar, porque lo que debemos utilizar es periodista, o fotógrafo, independiente. Nunca tales términos, show o free lance, debieran haber tenido cabida en la obra académica. Limpieza es, por ejemplo, impedir que entre e-mail, porque es lo mismo que correo electrónico
La Academia da esplendor si evita la entrada de palabras que lo que hacen es empobrecer el idioma, pues su proceso es aparición ha ido desde la jerga periodística al habla popular y no al revés, que sería más lógico. La gente dice magacín porque lo ha oído o lo ha visto escrito. Quienes empezaron a utilizar tal término deberían haber tenido en cuenta que ya tenemos revista o programa de variedades, que es lo que quiere decir. Por tanto, magacín también debiera ser eliminada, pues no enriquece, sino todo lo contrario.
Y la Academia fija cuando establece y delimita los conceptos para que no sean modificados ni manipulados por quienes abusan de esa que hemos dado en llamar jerga de la información o de la política. El verbo incautar es pronominal, por lo que no admite ni complemento directo ni forma pasiva. Su construcción será siempre incautarse de algo, siendo incorrecto decir algo fue incautado. Para este último uso, ya tenemos decomisar. Versátil es ‘lo que se vuelve o puede volverse fácilmente’ y, en consecuencia, ‘lo voluble e inconstante’; pero no debiéramos emplear ese adjetivo como ‘que se adapta a diversas funciones’, como tantas veces se hace, pues para eso tenemos polivalente.
Según lo que digo, ¿es que no caben el extranjerismo o el cambio semántico en nuestra lengua? Claro que sí, pero cuando se produce de forma natural, no forzada. ¿Se puede dar entrada, entonces, a vuvucela? Vayamos despacio, pues ningún enemigo peor que las prisas tiene el Diccionario, y dejemos que pase el tiempo. Si vuvucela no queda en flor de un día, si prospera su utilización, entraría. No sería la primera, ni la última, de las voces africanas en nuestro idioma.

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