lunes, agosto 22, 2011


EL CAMINO DE SANTIAGO. HISTORIAS Y ESTAMPAS DEL CAMINO. 2


    Las piedras del Camino. Es inveterada costumbre que los caminantes vayan dejando piedras en determinados lugares del Camino: en la base de los cruceiros (tanto en los tradicionales como en los más modernos), en las piedras miliares, en los muros de las iglesitas, en las fuentes, en algún altarcito levantado para recordar la muerte de un peregrino. La costumbre proviene, dice la tradición, de cuando se empezó la construcción de la catedral de Santiago, pues se pedía a los peregrinos que colaborasen llevando piedras. La recta costumbre es traer una piedra del lugar de origen de cada uno, aunque la verdad es que cada cual la coge de donde puede y quiere. Más modernamente, los caminantes han comenzado a dejar papelitos con mensajes escritos, fotografías, alguna prenda personal (hemos visto hasta zapatos desechados). Pero hay inconscientes que han llegado a más: como los que cubren hasta la saciedad las piedras miliares y los indicadores de ruta con sus nombres u otros mensajes. O, como vi en alguna de las etapas, quienes van dejando en cada árbol un pasquín que anuncia alquileres de apartamentos en la Costa del Sol.

    La primera guía. Cuando salgo de vacaciones, suelo olvidarme casi por completo de los periódicos y de la televisión. Solo de vez en vez compro algún ejemplar de un diario de la zona en la que me encuentro para informarme sobre los asuntos locales. Así, el día de descanso en Palas de Rei compré La Voz de Galicia y en sus páginas lo vi. Habían robado de la catedral el Codex Calixtinus, o Liber Sancti Iacobi, que es el título más propio de este manuscrito del siglo XII. Este códice no pasaría de ser un ejemplar más o menos curioso por su antigüedad pero de contenido muy común en todos los de la época: ritos y liturgia, colección de milagros, partituras musicales, leyendas sobre Carlomagno. Pero hay algo que le confiere su auténtico valor. Es, posiblemente, la primera guía de viaje de la historia y la primera en ofrecer una descripción pormenorizada del Camino de Santiago en su primigenio trazado, el que se conoce como el Camino francés. Aymeric Picaud, su autor, reseña hospitales, monasterios, iglesias, lugares, etapas, para quien quiera peregrinar hasta la tumba del apóstol, al tiempo que avisa de los lugares peligrosos para el viajero. Algunas etapas se mantienen aún hoy tal como Aymeric las describía. Sorprende de este robo la facilidad con que han actuado los ladrones y la deficiente seguridad que acompaña a muchas joyas de la antigüedad. Cuando leí la noticia pensé en la consternación que embargaría a los caminantes. Pero la verdad, según pude notar, es que eran muchos los que desconocían la existencia de tal libro y muchos más los que ignoraban que caminasen por una ruta que había sido ya recogida y explicada en libro por un monje francés del siglo XII.

    It’s mine! Podría decirse que desayunar a las seis de la mañana con una barrita energética, un zumo de cartón y una tableta de vitaminas no es lo más apetecible para iniciar una jornada del Camino. Por eso el cuerpo exigía, sobre las nueve o las diez, un tipo de condumio más acorde con la costumbre de uno. Pero parece que, en Galicia, no es demasiado buena idea solicitar tostadas con aceite; y menos si en la petición se añade, además, un diente de ajo. No tanto por la cara de extrañeza sino por el mal aceite que te ponen. Y si hablamos de La Taberna de Coto, en el límite entre Lugo y A Coruña, donde no tenían tostadas, al mal café con leche que servían se unía un bizcocho aún peor.
    Por eso, cuando al día siguiente, cuarta etapa de nuestro Camino, azotados por una lluvia inmisericorde, llegamos a Boente, al mesón Os Albergues, los ojos nos hacían chiribitas al ver sobre una mesa del local una botella de aceite virgen extra del que, en aquel momento, disfrutaban una señora inglesa, algo metidita en años y en carnes, y su hija, de mejor buen ver. Pedimos nuestro café con leche bien calentito y las corres-pondientes tostadas, ese día con tomate. Yo, muy educadamente y pronunciando un fino “con permiso”, me acerqué a la mesa de las inglesas y cogí la botella de aceite y el salero. La inglesa mayor puso una cara de estupor que no es posible imaginar. Se levantó de inmediato y con voz tronante gritó: “It’s mine!”. Comprendí mi error y me excusé como pude. La inglesa, no obstante, reaccionó pronto y nos ofreció no solo su aceite (ya queda dicho que en el Camino se comparte todo) y su sal sino también un cartón de zumo que sacó de su mochila. Al final, aceptamos su ofrecimiento y pudimos desayunar tostadas con buen aceite. La duda que nos quedó luego y que nos dio tema de conversación hasta el final de etapa es cómo se las podría arreglar la inglesa para que en la mochila no se le abriera la botella de aceite, de plástico, ni se le derramara el zumo del cartón.

    Las peregrinas de Leboreiro. La etapa Palas de Rei-Melide es corta y de agradable recorrido. Casi toda ella discurre bajo una bóveda de follaje que conforman los árboles que orillan el Camino. Orvalla muy débilmente, había anuncio de lluvia para el mediodía, y se pasa junto a bellas iglesias: San Tirso, San Xulián do Camiño, Santa María de Leboreiro, San Xoán de Furelos. En Leboreiro, pasada la iglesia, saludamos a una señora mayor que nos desea, como todos, buen camino y nos anima diciendo que hace buen tiempo para andar. Esta indicación es motivo para pegar la hebra con ella. Se llama Magdalena y tiene unos labios de color cárdeno que atraen nuestra atención. Cuando le participamos la extrañeza que nos causa a los del sur que en pleno mes de julio haga esa temperatura que obliga a echarse por encima alguna ropa de abrigo y con frecuencia orvalle, ella nos responde que, por el contrario, ellos están preocupados porque hace meses que no llueve como debiera y los campos están secos (¿qué sabrán ellos, pienso, si no conocen nuestra tierra, lo que es un campo seco?).
    En el hilo de la conversación, Magdalena nos cuenta una historia. La de dos muchachas del pueblo (las dos muy listas y muy guapiñas) que, nada más terminar sus estudios universitarios, decidieron hacer el Camino desde la localidad (casi sesenta kilómetros). Salieron, nos cuenta, solo con las mochilas y aún de noche, a las cuatro de la madrugada, y dos días después llamaron desde Santiago diciendo que estaban muy bien y que no pensaban regresar al pueblo. Magdalena mueve la cabeza con aire de no entender que los jóvenes no encuentren futuro ni esperanza en estas parroquias casi dejadas de la mano de Dios.

No hay comentarios: