lunes, febrero 06, 2012


PREGONES

Yo vengo vendiendo flores;
las tuyas son amarillas,
las mías son de colores.

    (Pregón de Joselero de Morón)

    Siempre me han atraído los mercados. Recuerdo que, de pequeño, no pocas veces mi madre me enviaba al del pueblo, cercano a la casa, para que realizara compras menores. Tal vez entonces naciera esa afición. Aún ahora, muchas mañanas, Zalabardo y yo, si por un casual nos pilla de paso, entramos y nos damos una vuelta por alguno de ellos, ya sea en el centro, en Huelin, en Ciudad Jardín o en cualquier otro barrio. Los de Atarazanas y el Carmen, recién restaurados ambos, son un primor, aunque el primero resulte algo estrecho.
    Pero, hace unos días, Zalabardo me hizo notar que, de un tiempo a esta parte, percibía algo raro en estos lugares y me preguntaba si yo lo notaba. No supe contestarle; pero no hubo de pasar demasiado para que cayésemos en la cuenta de qué era lo que faltaba. Sería él quien reparase en el asunto: “¡Ya está, faltan los pregones!” Y era verdad. Preguntamos a un frutero la razón de ese silencio y la respuesta nos dejó de una pieza: “Es que el Ayuntamiento ha prohibido (bajo multa) que pregonemos, porque molestamos a los compradores”. No sé, comento a Zalabardo, adónde vamos a llegar con tanta fiebre prohibicionista.
    Renacen ecos de antaño. La memoria se colma de escenas vetustas y en el oído resuenan antiguas voces: aguadores, afiladores con sus chiflos o flautas de Pan, lañadores, queseros, meleros, heladeros… Zalabardo me hace ver que no hay que distanciarse tanto: aquí en Málaga, me dice, tuvimos a los cenacheros (¡Niñas, los vitorianos! ¡Jurelitos plateaos! ¡Vamos, que están vivos!) y aún nos quedan los biznagueros. Uno de los gentilicios de Frigiliana es el de aguanosos, porque, en las calles, sus ricos albaricoques se pregonaban como los más buenos y aguanosos (jugosos). En mi llegada a Granada, me sorprendieron las voces que anunciaban en el Paseo del Salón las perdices, que no eran otra cosa que aquellas patatas asadas que a muchos estudiantes, por nuestra escasez de recursos, nos servían de cena.
    Llegados a la casa, sugiero a Zalabardo que entremos en Internet y busquemos algo más sobre los pregones. Y hallamos una página sobre flamenco de Alfredo Arrebola (compañero de Facultad en la etapa granadina) en la que habla sobre los pregones y su influencia en el cante flamenco. Y Arrebola, en cuestiones relativas al flamenco, es autoridad notable. Nos enteramos así de que el pregón popular estuvo tan arraigado y aceptado por el pueblo que incluso dio lugar a más de un palo (tipo de cante) del flamenco. Por supuesto, el pregón, pero hay quien defiende que hasta el mirabrás, la jabera y los caracoles buscan en ellos sus orígenes. Por supuesto, nada que decir de los caracoles, cuya invención, leo, hay que atribuir al Tío José, el Granaíno, de quien poco se sabe acerca de las fechas de nacimiento y muerte (¡Caracoles!, ¡caracoles! / Mocita, escúcheme usté, / que son ojos dos soles). Al mismo Tío José, el Granaíno se adjudica el considerado primer pregón flamenco, incluido en una zarzuela estrenada en 1894 titulada El Tío Caniyitas: Venga usté a mi puesto, hermosa, / no se vaya usté, salero, / castañas de Galarosa / yo vendo, camuesa y pero. / Ay, Marina, / yo traigo naranjas y son de la China, / batatitas borondas y suspiros de canela, / melocotones de Ronda y agua de la nevería… Esto nos confirma que en el pregón hay mucho de cultura, de tradición y de folclore.
    Pero hay más.  En Málaga tuvimos a Juan Ternero Rodríguez, Niño de las Moras, primero vendedor ambulante y luego cantaor: Asomarse a los balcones / mujeres guapas y hermosas / y veréis vender las moras, / ¡moras, mauritas, moras! / Al moral me voy, del moral me vengo; / al amo las compro, por las calles las vendo: / ¡moras, mauritas, las moras! Caso parecido fue el del cantaor gaditano Gabriel Díaz Fernández, Macandé, que acabó sus días en el Manicomio de Cádiz. Macandé fabricaba caramelos que vendía envueltos en papeles con la efigie de toreros famosos y los pregonaba así: A la salía de Asturias / y a la entrá de la Montaña, / jago yo mis caramelos / pa venderlos en toa España. / ¡Si tú los quieres de menta, / yo los tengo de limón; / los tengo de Gaona, de Belmonte y de Vicente Pastor!  ¿Quién, que tenga algunos años, no recuerda aquello de ¡Qué fresquita baja hoy el agua del Avellano!, que cantaba Antonio Molina? Un postrer ejemplo, muy reciente; en el disco Zaguán, Miguel Poveda canta este: Uvitas negras de Los Palacios / comen las niñas, dulce y despacio. / Vuelve la cara, repara y mira / que es más buena mi carga / que la de su viña. Y el que abre este apunte será reconocido por muchos como santo y seña de la discografía de Enrique Morente. No creo que haya un disco en el que, de una manera u otra, no aparezca. También yo creí que era suyo, aunque él nunca se lo atribuyó y decía que era una letra popular; ahora he sabido que quien primero lo grabó fue Joselero de Morón.
    Volvemos a la calle y seguimos hablando. Digo yo que, al parecer, el Ayuntamiento de Málaga carece de medios para impedir que los coches circulen por la ciudad con la radio encendida a todo volumen; o que las motos lo hagan con escape libre; o que los botellones inunden de ruido y mugre muchas noches ciudadanas; o que las calles estén sucias y vayamos pisando restos de chicle, y cosas peores, por las aceras. Nada de eso, a lo que se ve, resulta inconveniente o molesto.
    Y mientras, a algún “cerebrito” de ese Ayuntamiento (¡Cráneo privilegiado! que diría Valle-Inclán), escudado en que la norma es antigua, se le ocurre prohibir los pregones en los mercados. Para eso, parece, sí tienen medios. Zalabardo, sarcástico, me contesta que a lo mejor el autor de la idea tiene razón y los pescaderos, fruteros, chacineros, carniceros y cuantos trabajan en las plazas (ese nombre se les daba en mi pueblo) no solo son gente ruidosa, desagradable y molesta, sino, además, peligrosa. Mientras tanto, añade y baja la voz porque a nuestro lado pasan dos policías locales, las dependencias de la antigua Fábrica de Tabacos están llenas de funcionarios cobrando multas. Que eso sí lo saben hacer bien en este Ayuntamiento.

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