lunes, mayo 07, 2012

FLAMENCO Y PREJUICIOS (II)

    Continuamos con el apunte anterior. Toca ver, pues, el segundo de aquellos argumentos que explicaba a Zalabardo. Naturalmente, faltaría más, el flamenco no tiene que gustar a todos, pero digamos, para desterrar otro prejuicio, que en este género no todo es quejío y jipío. Muchos son los intérpretes de flamenco que han luchado por evolucionar, por hallar nuevas rutas y caminos, por crear nuevos estilos, por lograr eso que se ha dado en llamar fusión; lo mejor es que muchos lo han conseguido.
    Nadie niega el valor de aquellos clásicos que fueron don Antonio Chacón, Manuel Torre o, más tarde, Antonio Mairena. Y hay quien se mantiene dentro de esa línea, pero si aspavientos ni alharacas ni presumir de “puro” (¿cuántas veces he dicho que todo purismo es malo?). Hay uno, ya fallecido, que se llamó Camarón. Ahí es nada y, además, también él experimentó. Y otro, Rancapino, considerado por bastantes el representante más fiel de esa tendencia, que difícilmente se prodiga, y canta, diríamos, solo lo justo. De él contaba Felipe González, que se declara amigo suyo, que una vez le dijo: no sé por qué te llaman Rancapino,  si tú no solo no has arrancado nunca un pino, sino que no has trabajado en tu puñetera vida.
    Otros muchos han seguido ese camino de la búsqueda continua: Morente, quizás más que nadie, Carmen Linares, el joven Miguel Poveda, Lebrijano, Mayte Martín… La lista podría ser larga. No solo han buscado nuevos aires estos intérpretes, sino que han añadido nuevas letras. El flamenco no bebe ya exclusivamente de la tradición popular anónima; de un tiempo a esta parte, las letras proceden, también, de muchos clásicos, antiguos y modernos: Carmen Linares canta poemas de Juan Ramón Jiménez (http://www.youtube.com/embed/l9VoaF4Wh4s); Morente ha cantado a García Lorca, a San Juan de la Cruz, a María Zambrano; José Menese dedicó un disco a los clásicos del Siglo de Oro (Quevedo, Góngora, Lope, Santa Teresa…); El Rampa dedicó otro a Cernuda y su libro Desolación de la quimera o, por no seguir más, Calixto Sánchez otro a Antonio Machado. Incluso El Cabrero, quién lo diría, canta un soneto de Borges por bulerías.
    Y terminemos con lo tercero, consecuencia de lo anterior: Basta con oír algunas cosas para prendarse del flamenco y comprender que es un campo muy amplio en el que podemos encontrar lo mismo cardos que bellas margaritas. Una noche, en el programa citado de Jesús Quintero, ya entredormido, me llegaron los acordes de Manhattan (http://www.youtube.com/embed/z8gJLy2We7k), de Enrique Morente, versión de la canción First we take Manhattan, de Leonard Cohen. Así conocí Omega, un disco fundamental del flamenco de nuestro tiempo. Ese disco, junto a los poemas de Cohen, incluye otros muchos de Poeta en Nueva York, de Lorca. Miguel Poveda no duda entra cantar copla y, al mismo tiempo, los poemas del exilio de Alberti. ¿Y qué decimos del último disco de Lebrijano, quien ya en ocasión anterior se hizo acompañar de la Orquesta andalusí de Tánger, dedicado a temas de García Márquez, Cuando Lebrijano canta se moja el agua?(http://www.youtube.com/embed/9mqZAJh7IJo).
    Quisiera hacer una última propuesta para esos curiosos que quieran acercarse al flamenco de nuestros días: comprobar la maestría con que mezcla Morente un poema de María Zambrano con un poema anónimo del siglo XI en su Generalife (http://www.youtube.com/embed/lp-VI0SxQYw); o cómo Montse Cortés interpreta con ritmo de seguiriya la canción de Léo Ferré, traducida al español, Avec le temps (http://www.youtube.com/embed/PMk-6rUlKWg).
    Si transitamos por estas sendas, le digo a Zalabardo, podríamos recorrer poco a poco, dejándonos arrastrar casi, el camino inverso que nos conduciría hasta ese flamenco más clásico, el que representaron Antonio Mairena y que dicen que interpretaban como nadie don Antonio Chacón, o Manuel Torre, a quienes solo he podido oír en reproducciones de viejas grabaciones. Creo que, de esta forma, romperíamos algunos de los prejuicios que tengamos. Comprenderíamos, tal vez que, como afirmaba Demófilo, el padre de los Machado, los cantes flamencos constituyen un género poético, predominantemente lírico, que es el menos popular de todos los llamados populares. Sin que se deslice ningún matiz peyorativo en el uso del adjetivo popular. Y si, al final, sigue sin gustarnos el flamenco, pues no pasa nada. Aunque parezca mentira, Zalabardo me dice que él conoce a gente a quien tampoco le gusta el jamón.

No hay comentarios: