lunes, octubre 08, 2012

HABLAR EN CRISTIANO

                                                                                           (Tomado de El País)


                  Solemos emplear la expresión hablar en cristiano cuando nos referimos a un modo de hablar con sencillez y claridad para que todo quisque pueda entenderlo, del mismo modo que utilizamos hablar en chino cuando lo que queremos decir es que aquello no lo entiende ni Dios, que ya es decir. Supongo que los chinos, como los árabes, los esquimales o los maoríes poseerán en sus lenguas expresiones diferentes, pero equivalentes a las que digo. Y Juan de Valdés (1509-1541), ¿cuántas veces lo habré citado aquí?, dijo: solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible.
            Hago esta introducción porque me viene Zalabardo con un recorte de un chiste de Forges, publicado en El País hace ya días, que reproduzco aquí. Lo que pasa es que Zalabardo tiene la rara costumbre de leer la prensa con varios días de retraso. Como yo una vez le preguntara la razón de esa costumbre, me respondió con toda su cachaza: porque como los periódicos siempre traen tan malas noticias, me gusta darles un tiempo a ver si mejoran.
            Forges suele dar en el blanco casi siempre y lo hace siempre sin demasiada acidez, como recomendándonos que, si podemos tomar las cosas por su lado amable, no las tomemos por el dramático. Zalabardo me pide opinión sobre el chiste y le contesto que poco hay que decir, pues la práctica diaria nos demuestra esta tendencia nuestra a utilizar extranjerismos sin meditar en las consecuencias. ¿Qué no se va a hundir el mundo por ello? Por supuesto que no, pero nuestra lengua se irá empobreciendo sin remisión.
            ¿Tú crees que es para tanto? Me pregunta Zalabardo. Entonces le hago una propuesta, que cojamos un periódico del día y nos limitemos a ojear sus páginas, sin poner demasiada atención, a ver cuántos y cuáles extranjerismos nos topamos. El resultado, como mi buen amigo comprueba, es para preocuparse. Rara es la sección en que no se desliza al menos uno.
            La relación que obtenemos es, creo, bastante sintomática: nos topamos con skaters en lugar de patinadores, thriller por (película de) suspense, catering por servicio de suministro de comida y bebida, spot en lugar de anuncio o cuña, on line en vez de en línea, top por de primer nivel o lo más distinguido, ranking en vez de escalafón o clasificación, pole por primera posición, share donde debería decirse cuota de pantalla, prime time en lugar de horario estelar o low cost en vez de barato.
            Dejo a propósito dos, le digo, por una razón especial. Una es el término cinematográfico foundfootage del que no tengo ni puñetera idea de lo que pueda ser (tendré que preguntarles a Pablo Cantos o a José Manuel Mesa) y flat white, de cuyo significado creo haberme enterado a medias. Se refiere a un tipo de café y, no sé si será eso, café con una capa de espuma de leche por encima.
            Ya ves, me interrumpe Zalabardo, con lo fácil que es pedir un café. Entonces soy yo quien lo interrumpe y le digo que, aquí en Málaga, pedir un café no es tarea tan fácil, según puede comprobar cualquier forastero. Y como a mi amigo no hay quien lo achante, añade de inmediato: pero para eso tienen los bares la chuleta aclaratoria. Esto es verdad. En muchos bares, la costumbre parece que se va perdiendo, suele, o solía haber una pizarra con los diferentes tipos de café; incluso una marca malagueña de este producto había elaborado un espejo ornamental en el que aparecían las distintas modalidades.
            Porque hay que saber que las modalidades de café que se pueden pedir en Málaga son (salvo error u omisión) las siguientes nueve: sololargosemilargosolo cortomitadentrecortocorto - sombra y nube. Los cuatro primeros son cafés solos y los cinco últimos, con leche. La muestra o chuleta a que me refiero ofrecía la imagen de nueve vasos con la cantidad de café que correspondía a cada modalidad. El Café Central tenía, no sé si continúa allí, una muestra hecha con azulejos. Cada modalidad de café aparecía con su nombre debajo, escrito también en inglés. Pero no solo eso. A los nueve tipos descritos se unía un décimo vaso, vacío, con la inscripción a mí no me ponga. ¡Típica guasa andaluza!, añade Zalabardo, que me pide, para que terminemos este apunte, que lo invite a un café.


1 comentario:

Señor Potoca dijo...

Que buen "paper", Zabalardo.
Me lo leí durante mi "cofee brake".