domingo, abril 21, 2013

…Y PIROPOS

            El apunte del día anterior, como ya dejé avisado, no permitió que siguiera desarrollando la conversación que nos traíamos Zalabardo y yo. Harto ya de tanto escrache, sin darme ocasión a nada, me soltó: “¿Y qué  te parece lo del piropo de Obama?” Debo reconocer que me pilló, como suele decirse, en bragas y necesité pedirle alguna explicación. Entonces me contó que el presidente americano, aunque la prensa lo había divulgado yo no me enteré, se vio precisado a disculparse por haber dicho que una tal Kamela Harris, jurista, era brillante, dedicada y perseverante y la persona que quieren tener aplicando la ley, ya que se asegura de que todo el mundo sea tratado por igual; y que, además, era la fiscal más guapa del país.
            Esta última frase, decir que esa mujer, aparte de todo lo buena profesional que ya ha demostrado ser es guapa, ha supuesto que se le acuse de haber cometido uno de los más nefandos pecados de los defensores de la ultracorrección política: el de ser sexista.
            Consternado, me pregunta mi amigo: “¿Habremos también de renunciar al piropo?” Entonces, le sugiero que indaguemos qué es un piropo. Dice el DRAE que piropo es, entre otras cosas, ‘una lisonja, un requiebro’. María Moliner escribe que es una ‘alabanza dirigida a una persona ≈ Halago, lisonja. En particular, cumplido o requiebro, especialmente dirigido a una mujer’. Manuel Seco dice que es una ‘expresión de alabanza y elogio dirigida a una persona o cosa. Expresión dirigida a una persona, especialmente mujer, ponderando su belleza’. Y, por fin, el diccionario Clave, afirma que es una ‘expresión de elogio o alabanza dirigida a una persona, especialmente por su belleza’. Visto así, todo cuanto se pueda decir del piropo es positivo y cualquier persona piropeada, hombre o mujer, debiera sentirse feliz por ello.
            ¿Qué es lo que ocurre, entonces? Que pensamos en otras épocas y nos cuesta aceptar que, si hubo situaciones que en su momento podían ser incluso humillantes, la realidad es que la sociedad ha cambiado y no debemos rechazar nada de lo que de bueno haya aparecido. Por ejemplo, le digo a Zalabardo, en una sociedad no machista lo que debe molestar del piropo no es su propia existencia, sino el hecho de que alguien piense que solo al hombre se le permita emitirlo y solo la mujer pueda ser la receptora. Pero el piropo en sí mismo, dejemos a un lado aquellos que resultan groseros, zafios y despreciables, que los hubo y los hay, no tiene nada de malo. O eso creo yo.
            ¿Qué hay de malo en que Obama, después de enumerar las innegables cualidades profesionales de una fiscal general a la que acaba de nombrar, elogie también su belleza? ¿Acaso las mujeres de hoy no piropean, con idéntica o mayor soltura que los varones, a los hombres? ¿Solo debemos elogiar cualidades intelectuales o profesionales y nunca las físicas? Yendo aún más allá, ¿sería, entonces, condenable, que una persona piropease a otra de su mismo sexo? Zalabardo me cuenta, a propósito de mis interrogantes, que él ha leído crónicas  escritas por mujeres en las que se ponderaba el culito de Mario Casas. ¿Debería sentirse molesto por ello el actor o habría que llamar la atención a la persona que tal cosa escribió?           
            Entonces yo le enseño una columna escrita por Luz Sánchez-Mellado en la que habla del impacto mediático de dos jueces: el juez José Castro, que lleva el caso Urdangarín y ha imputado a la infanta Cristina y la jueza Mercedes Alaya, encargada del caso de los ERE. Cierto que está escrita en un tono desenfadado e irónico, pero lo que dice es lo que dice. Y lo que se mantiene en la columna es que Alaya supera a Castro por su físico. Reproduzco algunos párrafos: Esas entradas triunfales conjuntada hasta el rímel, esa melena al viento, esa mirada al tendido, esos escotes, ese paso firme arrastrando ese trolley que algunos temen más que a una vara verde. Menuda novedad: una gerifalta yendo al curro vestida como está mandado… Y más adelante dice: Sus dos señorías son igual de insobornables e imputadores, pero él es un abuelete con aspecto de jubilata simpático y ella un cañón del Guadalquivir de todas a todas, que una es hetero pero no ciega.
            Aclaro a mi amigo que no tengo nada que objetar y que, incluso, la columna me pareció simpática. Aunque me surgió una duda: ¿se hubiera aceptado un texto de esa naturaleza escrito por un hombre? Más de una voz, estoy seguro de ello, se hubiera levantado en contra. Además, dejando a un lado la ironía, el humor y todas esas zarandajas, ¿no pensáis que llamar abuelete jubilata al juez Castro pudiera ser considerado denigratorio?
            En fin, le digo a Zalabardo, que me parece una barbaridad intentar desterrar el piropo. Si alguien (mujer u hombre) está en su contra, eso que se pierde. Hay mucha poesía, y mucho respeto y alabanza, en piropos como aquel con que Bécquer cierra una de sus Rimas (Poesía… eres tú) o como aquel que incluye Neruda en uno de sus Veinte poemas de amor (Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche). Al fin y al cabo, decirle guapa a una mujer o a un hombre que su culito es apetecible no tiene nada de malo. Peores cosas, por desgracia, estamos oyendo constantemente. Y no nos escandalizamos.


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