domingo, diciembre 01, 2013

TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA (¿O NO?)



            En mi primer viaje a Galicia, hace ya más de veinte años, le cuento a Zalabardo, se nos apeteció asistir, estábamos en Vilagarcía de Arousa, a la fiesta de A rapa das bestas, en Sabucedo. El laberinto de caminos, carreteras, carreteritas y demás que enlazan las mil y una parroquias de aquella comunidad, nos hizo difícil llegar. Pero valió la pena. Fui testigo de una tradición ancestral, de tintes primitivos y, en el buen sentido del término, salvaje. Disfrutamos bajo una carpa de buen churrasco, polbo á feira y ribeiro del lugar. A la vuelta, se me ocurrió preguntar a un guardia civil, pensando cómo evitar las vueltas que dimos para llegar, cuál era el camino más fácil hacia Pontevedra. Su respuesta fue antológica: “En Galicia —me dijo—, desde cualquier sitio se llega a cualquier parte”.
            Me acordé entonces de aquello de que todos los caminos llevan a Roma, aunque la prosaica realidad nos demuestre que hay caminos que, de tantas vueltas como dan, no llevan a ninguna. Recordé esta anécdota mientras leía una noticia relacionada con el DRAE.
            En lo que leía y oía, me encontraba apenas con referencias a las cuestiones que atañían a lengua y género. ¿Será posible —me preguntaba— que nadie se entere de una vez de la diferencia entre género gramatical y sexo? Pero, tranquilos, no voy a incidir en el tema, sino en el hecho de que el conjunto de los adoradores (y adoratrices) de lo políticamente correcto, que pululan en más ámbitos, creen que todo se soluciona metiendo la mano en el diccionario. Como si hacer un diccionario fuese tan simple como hacer rosquillas. Más, lo que me parece peor, es que a veces tengo la impresión de que la RAE, por quedar bien con todos, cae en esa trampa.
            Y me centro en un caso concreto. No negaré nunca mi pasión por los diccionarios. Con frecuencia, cojo uno, lo abro por cualquier página y leo. A veces, se hacen descubrimientos sorprendentes. Hace solo dos días hojeaba el Tesoro de Covarrubias (1611) y, casi por casualidad, me encontré con el término desposar. Aconsejo que leáis la cantidad de tradiciones y costumbres que cuenta sobre el matrimonio en distintos pueblos y las diferentes épocas. El lexicógrafo toledano, uno de nuestros mayores sabios de los siglos de oro, comienza diciendo que el término procede, algo bien sabido, del latín spondere, ‘prometer y dar palabra’. Pero, entre las otras muchas cosas que dice, nos cuenta que, cuando una mujer era pedida en matrimonio, el que había de entregarla, o fuese padre o otra persona otorgando a la petición, se llamaba sponsor, y de allí adelante ella sponsa, que vulgarmente llamamos entregada. Así nos enteramos del origen y significado de la palabra esposa. Pero también de que, quien la entregaba y avalaba era el sponsor.
            Poco más adelante, hablando de la costumbre de cubrir a los desposados con un velo, aclara: y porque con esa misma toca cubrían el rostro de la novia como una nube, se dijeron de allí nuptias los tales desposorios, y ella nupta. Las ceremonias que la Iglesia Sancta tiene en casar los tales se llamaron velambres.
            Resumiendo: tenemos que ‘quien avala, garantiza o entrega algo’ es un sponsor; que nuptias, ‘bodas’, viene del verbo latino nubo, nupsi, nuptum, que significa ‘casarse’, el cual a su vez procede de nubes, -is, que significa tanto ‘nube’ como ‘velo’.
            Total, que a nuestra lengua actual ha llegado esposa, pero no nupta; que ha prevalecido nupcias, pero no velambre. Sin embargo, si miramos el diccionario, nos sorprendemos al observar que velambre aún aparece, con la indicación de que es término desusado. ¡Y tanto!
            Pero sigo. Un buen día, en nuestra lengua comenzó a utilizarse el término sponsor para definir a la persona o institución que ‘ampara, favorece o apoya económicamente una actividad’. Y se levantaron voces en contra porque el vocablo se tomaba del inglés. ¿Por qué usar sponsor si tenemos patrocinador? Sabéis que yo siempre he preferido la palabra propia a la foránea, como sigo defendiendo la opinión de Feijoo sobre los puristas. Con ello venía a decir que, aunque a veces no nos gustara, si una palabra se imponía, porque la lengua es del pueblo y no de los eruditos, lo procedente era españolizar su grafía y pronunciación. Y recuerdo haber dicho que si sponsor triunfaba, la mejor solución era espónsor.
            En esta tesitura, en 2001, el DRAE dio entrada a sponsor junto a (¡extráñense!) esponsorizar y esponsorización. Raro criterio ese, a mi entender. Pero hay palabras que no tienen suerte, porque resulta que las tres van a ser expulsadas de la próxima edición, con el argumento de que ya existen patrocinador y patrocinio. Y digo yo, ¿nadie cae en la cuenta de que, aun habiéndola recogido del inglés, la palabra espónsor es latina y ya se había utilizado en nuestra lengua? A la cita anterior me remito.
            Y a eso me refería cuando afirmaba que tengo la impresión de que la RAE cae en la trampa de los defensores de la corrección política. Mucho miedo a que el lenguaje sea, según algunos denuncian, sexista, y mucho miedo a otros tabúes mantenidos por quienes, a lo mejor, no han mirado en su vida un diccionario ni saben cómo funciona la lengua. Ahora bien, queda resultón discutir si juez es palabra común en cuanto al género o debe decirse juez/jueza, como queda resultón promocionar esas barbaridades de ciudadanos/as o funcionari@s.
            Hay que modernizar el DRAE y adaptarlo a los nuevos tiempos. Siempre lo he dicho. Pero con rigor y criterio lógico; sin pausa, pero sin prisas; atendiendo a su conjunto y no a parcialidades. De lo contrario, descuidamos aspectos que también habría que estudiar y valorar a la hora de los cambios. Porque, y esto es un ejemplo insustancial, ¿tiene sentido mantener velambre en el DRAE como ‘ceremonia nupcial de las velaciones’?
            Claro que esa es una cuestión que no da juego en ningún telediario, ni en ninguna tertulia, ni hay grupo que se escandalice porque aún permanezca. Como nadie se escandaliza cuando un famoso cocinero de la tele dice almóndiga, añadiendo la coletilla: “viene en el Diccionario de la Academia”. ¿Ha leído ese cocinero que el diccionario indica que es término vulgar?

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