jueves, enero 02, 2014

REFRANERO ESCATOLÓGICO



            Bueno, ya han pasado las fiestas, le comento a Zalabardo. La navidad es época en la que uno suele acordarse de mucha gente. De los que ya no están con nosotros. De los que se hallan lejos. De los que apreciamos… Y la alegría, muchas veces, se empaña de nostalgia. Dickens dijo que es la única época en el largo calendario del año en que hombres y mujeres parecen, de común acuerdo, abrir sus corazones sin restricciones. Pese a que, en ocasiones, nos hallemos como dice la canción de Concha Buika: jodidos, pero contentos.
            Y, tal como afirmé en mi último apunte del 2013, le digo a Zalabardo que no quiero caer en sensiblerías y que deseo que este, el primero del 2014 sea también festivo. De las muchas personas que he recordado, le cuento, no podían faltar amigos de la infancia y la adolescencia. Aunque, no sé por qué, ha acudido a mi memoria, con más fuerza, el padre de uno de ellos. Mariano Zamora era un hombre entregado al cuidado de las poquitas tierras que poseía y a su familia. No era bonachón, sino, como decía Machado, en el buen sentido de la palabra, bueno; no era solo una persona afable, sino que resultaba divertido hasta partirse el culo de risa con sus ocurrencias.
            En las noches veraniegas, en el patio de su casa, un bellísimo patio de tipo sevillano, reunía una desinhibida tertulia que integraban, por lo regular, él y su esposa, la inolvidable y querida para mí Rita Torres, sus hijos, los amigos de sus hijos y dos amigos médicos, hermanos ellos, residentes en la vecindad, Pepe y Manolo Mazuelos. Era una tertulia en la que se hablaba sin pelos en la lengua, aunque respetando a todo el mundo.
            Aquel hombre, cuando una conversación se encontraba en su punto más interesante, gritaba de improviso: ¡Peo libre! Era la señal para que todos, con exclusión de una escandalizada, aunque no dejaba de reír, Rita Torres, comenzásemos a soltar las ventosidades que se nos antojaran. Mariano Zamora justificaba tales expansiones diciendo a los médicos presentes que la única norma de salud que él respetaba era la que establece el refrán que afirma Mea claro y pee bien.

           Mariano Zamora, ignoro si era consciente, no hacía sino seguir un sendero por el que, desde muy antiguo, ha fluido una corriente popular (y folclórica) de marcado arraigo en nuestro país. La de quienes, desconfiando de los médicos profesionales, fían su salud al adecuado funcionamiento de su aparato excretor. Y esa actitud ha sido fuente en la que ha bebido una rica literatura a la que algunos dan de lado por pudor o abierto rechazo al lenguaje escatológico. Dentro de dicha corriente podemos recordar el divertidísimo opúsculo de Quevedo, que se editó sin mención de fecha y lugar Gracias y desgracias del ojo del culo o, más modernamente, el no menos divertido cuento de Fernández Flores sobre aquel militar que llega a su casa con incontenibles ganas de defecar y, encontrando a su esposa en la cama con un desconocido, les grita: ¡Esperad ahí malvados!, antes de irse corriendo para el váter. Naturalmente, cuando volvió después de haber aliviado su vientre, ninguno de los dos estaba allí. Y, claro, no puedo olvidar a nuestra compañera Rosé Gil, quien, entre sus muchas coplillas, cantaba esta: Si me jincas un cuchillo, / no lo hagas en el pecho. / Jíncamelo en el culo, / que tengo el bujero hecho.
            Cito solo estos casos porque me quiero centrar en la corriente del refrán que Mariano Torres citaba mirando a sus amigos médicos. Sin embargo, dejaré constancia de que (cosa extraña) ni el Quijote ni La Celestina, huertos de refranes sin cuento, no recogen ni uno (o yo no los recuerdo) de carácter escatológico. A lo más que llega Rojas es a dejar constancia de la desconfianza que levantaban médicos y cirujanos.
            La primera cita que encuentro está, ¡cómo no!, en Covarrubias (1611): Mee yo claro y una higa para el médico. Gonzalo de Correas, en su Refranero (1627), recoge estas variantes: Si quieres estar bueno, mea a menudo como hace el perro; Cagar bien y mear claro, cagajón para el cirujano; Cuando meares de color de florín, echa al médico por ruin; Mear claro y cagar duro, señal de estar bueno el pulso. El gaditano José Mª Sbarbi, en su póstumo Diccionario de refranes (1922), cita: En comiendo mucho y meando claro, echa a la mierda al cirujano. Y mi paisano Rodríguez Marín, en sus 21000 refranes… (1926), aporta los siguientes: Mear claro y de buen color y una higa para el doctor; Mear claro, cagar duro y peer fuerte, y darle tres higas a la muerte; Mear claro y recio y una higa para el médico.
            Otros refranes parecidos son: Quien mea y no pee, no hace lo que debe; El que va a mear y no pee es como el que va a la escuela y no lee; Ni firmar sin leer, ni mear sin peer; Así come el mulo, así caga el culo; Antes de entrar en un lugar, mear y cagar; Antes de que te vayas a la iglesia, caga y mea. La lista sería inacabable.
            Y si empecé con Quevedo, con él quiero terminar. En su ya citado Gracias y desgracias… dice: No hay gusto más descansado que después de haber cagado. Y cuenta esta anécdota: Claudio César, emperador romano, promulgó un edicto mandando a todos, pena de la vida, que (aunque estuviesen comiendo con él) no detuviesen el pedo, conociendo lo importante que es para la salud.
            Zalabardo no ha dejado de mirarme mientras escribía. Cuando he terminado, me dice: “¿Y vas a publicar eso?” Yo le contesto: “Después de los atracones navideños, ¿hay algo mejor?”
            A propósito. En el teatro es costumbre desear a quienes estrenan: ¡mucha mierda!. Parece que la costumbre se remonta a tiempos ya lejanos, cuando a los teatros acudían solo los económicamente pudientes y lo hacían en sus carruajes de caballos; el hecho de que ante la puerta del local hubiese muchos cagajones indicaba que era alta la asistencia. De ahí que a los actores y a los autores se les desee una buena asistencia, un gran éxito, es decir, mucha mierda.
            Pues si el mundo, como decía Calderón de la Barca, es un gran teatro, Zalabardo y yo deseamos a quienes nos lean mucha mierda para 2014. A ver si así cambian las cosas a mejor.

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