domingo, febrero 02, 2014

¿CASTIGO BÍBLICO POR “HACER LA PESETA”?



            Vaya por delante que Zalabardo es persona bastante púdica y no acostumbra ni a palabras soeces ni a hacer gestos groseros. No por nada en especial, dice él, sino porque así lo educaron y acostumbraron desde pequeño.
            Pero que sea púdico no  quiere decir que sea mojigato. Él, como yo, sostiene que todas las palabras son bellas e inocentes y que no tienen más maldad o torcida intención que la que el hablante quiera darles.
            Hace unos días me sorprendió al preguntarme por la locución hacer la peseta. No es que ignorara en qué consistiera, sino que, me aclaraba, le extrañaba la definición que ofrecía el DRAE: ‘dar un corte de mangas’. Comparto su extrañeza y le digo que quien tal definición propuso debía estar un poco despistado, ya que hay una larguísima tradición literaria que nos ilustra sobre el tema.
            Empecemos por aclarar que hacer la peseta es lo que en tiempos antiguos se decía hacer o dar una higa. Covarrubias lo explica así:
            higa, es una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando el pulgar por entre el dedo índice y el medio. La higa antigua era solamente una semejanza del miembro viril, extendiendo el dedo medio y encogiendo el índice y el auricular.
            Ese gesto, sin embargo, tiene una tradición y una antigüedad que ya quisiéramos cualquiera de nosotros. Rodrigo Caro (1573-1647), en su Dies geniales o lúdicros, proporciona una auténtica lección sobre el tema:
            El darse higas y formar la mano imitando el príapo, no le costó menos que la vida a C. Calígula, burlándose de Cayo Cherea, a quien pidiéndole el nombre que solía  dar a Venus, y cuando le pedía la mano para besársela le ponía en aquella deshonesta figura.
            Pero no se queda en esa simple anécdota y adjunta ejemplos de Marcial que escribe: para burlarte de él, levanta el dedo de enmedio, bajando los demás o de Persio, que habla del infami digito. Siglos después, San Isidoro (¿quién lo diría?) también se aviene a hablar del tertius impudicus.
            Pero el clérigo sevillano va más lejos. Y remontándose a la Vulgata de San Jerónimo y otros exégetas, alega que no a otra cosa se refería el versículo 9 del capítulo 58 del libro del profeta Isaías cuando habla de las exigencias que pone Yavé para perdonar al pueblo de Israel: Si abstuleris demedio tricathenam, et desieris extendere digitum et loqui quod non prodest. Ese pasaje lo traduce el jesuita José Miguel Petisco, en uno de los ejemplares que poseo de la Biblia, de la siguiente manera:
            Invocarás entonces al Señor, y te oirá benigno; clamarás, y Él te dirá: Aquí estoy. Si arrojares lejos de ti la cadena, y cesares de extender maliciosamente el dedo.
            Zalabardo, harto (y lo comprendo) de tantas citas, me interrumpe y dice: Vale, todo eso está muy bien, ya sabemos qué es una higa; pero, ¿por qué ahora decimos hacer la peseta?
            Le pido paciencia y continúo. Le aclaro que tengo ligeros barruntos del dónde, alguna vaga noción del porqué, aunque absoluta ignorancia del cuándo. Es verdad que no es mucho, pero esto es lo que hay. Otro sevillano, Luis Montoto (1851-1929), en su curioso libro Un paquete de cartas, afirma sobre hacer la peseta:
            Dícese en Andalucía en el sentido de burlarse de alguna persona o cosa, levantando el dedo de enmedio y bajando los demás.
            Lo que ya no explica es cuándo nació la expresión, aunque aventura la razón de la misma, dada por otro sevillano (paisano mío), Francisco Rodríguez Marín (1855-1943). Lo que siento es no haber logrado, pese a la búsqueda, localizar en cuál de sus escritos recoge tal argumento:
            Véase la peseta columnaria de las que valen cinco reales; repárese la disposición en que están figurados en el reverso los dos mundos y la columna de Gades y se notará que medianamente lo semeja la mano en la actitud sobredicha.
            Siento también, le digo a Zalabardo, tener que ser yo quien ponga alguna objeción a mi paisano, que incluso dio nombre al instituto en el que cursé el bachillerato. Y es que, por mucho que he buscado, no encuentro ninguna peseta columnaria como la que él describe. Las que hallo tienen los dos mundos flanqueados por las dos columnas de Hércules. Es decir, que la figura que semeja, a mi modo de ver, no es la de hacer la peseta, sino la de poner o hacer los cuernos.
            Y, sin embargo, todas las búsquedas que realizo sobre la expresión remiten sin excusa a la opinión vertida por Francisco Rodríguez Marín. Pero nadie, que yo sepa, da razón exacta de cuándo, dónde y por qué se sustituyó hacer una higa por hacer la peseta. Podríamos preguntarle a Luis Aragonés que, si no estoy equivocado, fue quien transformó la frase en hacer la peineta. Pero, lamentablemente, no podremos hacerlo. Mientras escribo este apunte, que colgaré mañana, oigo que Luis Aragonés ha fallecido. Zalabardo y yo lo admirábamos, no por el giro que imprimió a la selección española, con la que ganó la Eurocopa. Ya supimos de su sapiencia futbolística desde que jugó en el Real Betis (hace de esto cincuenta años) y en el Atlético de Madrid, sus principales equipos.

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