sábado, mayo 10, 2014

¿QUIÉN LLAMÓ TONTO AL QUE ASÓ LA MANTECA?



            Basta girar un poco la cabeza en torno, me dice Zalabardo un tanto sulfurado —él, que es tan pacífico y bonancible— para tropezar con una ingente cantidad de personas que se las dan de listos y no dudan, a la menor ocasión, en motejar de necios a cuantos no vean las cosas con el cristal de su particular prisma. Son aquellos a quienes constantemente se les llena la boca de expresiones del tipo ese es más tonto que
            Me río y trato de justificarle que, en la mayoría de las ocasiones, eso no es más que una muletilla inocente que no pretende ofender. Le cuento entonces, mi recuerdo de un profesor particular, que, durante mi bachillerato, nos nos ayudaba a preparar las matemáticas. En cuanto que teníamos un fallo decía: “¡Anda, déjalo, que eres más tonto que Pichote!”. Nadie se dolía de ello; por el contrario, nos reíamos y  terminamos por apodar a este profesor Pichote. Del Pichote del dicho, quienquiera que fuese, se afirmaba que se cayó de espaldas y se rompió la nariz. Otro individuo, histórico o no, con fama de bobo era un tal Abundio, motivo de burlas porque iba a vendimiar y se llevaba uvas de postre. O que vendió el coche para comprar gasolina.
            De todas formas, confieso a Zalabardo, nunca me ha gustado aplicar a nadie, y, mientras fui profesor, a ningún alumno, frases de tal índole, y menos ante público. No creo que nadie merezca humillación por desconocer algo. Salvo quienes se pasan de listos.
            Porque más de una vez, le sigo diciendo, estos listillos de turno se pasan y con su actitud zaheridora no consiguen sino dejar al descubierto su propia bobería, ya que los dichos mortificadores que utilizan tienen en realidad una base que muestra todo lo contrario o una justificación del todo razonable.
            Eso pasa con aquellas que señalan al que asó la manteca o al de Coria (más tonto que el que asó la manteca y más tonto que el bobo de Coria, que construyó un puente donde no había río). ¿Quién es el mastuerzo que tilda de bobos a tales personas?
            Empecemos por el segundo. Lo cierto es que cuando se habla del bobo de Coria se mezclan asuntos y personas. Uno es el que retrató Velázquez (el bufón Calabacillas o Bobo de Coria), que, según parece, tampoco tenía mucho de necio. Y el otro, cuyo nombre desconozco, es el que diseñó y construyó en Coria (Cáceres) un puente bajo el que no pasa ningún río… ahora. En efecto, dicho puente existe, aunque muchos desconozcan su historia. Fue edificado en 1518 sobre los restos de uno anterior, romano, y bajo él discurría el río Alagón. La tradición más extendida es que en 1755, como consecuencia del terremoto de Lisboa, el terreno sufrió modificaciones que alteraron el curso del río, lo que dejó al puente sin su función original y, como lo vemos hoy, rodeado de tierras que acabaron convertidas en huertas; claro que parece que las razones de que el río haya reñido con el puente no fueron esas exactamente, sino que el desvío del curso de las aguas fue un proceso paulatino cuyas causas hay que atribuir a las periódicas riadas que el Alagón sufría y que terminaron por alterar su cauce. Quien sea curioso puede encontrar explicaciones más científicas del fenómeno en Internet.
            Y vamos con el que asó la manteca. Este buen señor, que tiene nombre y apellidos, se llamaba Francisco Martínez Motiño, fue jefe de cocinas reales desde el periodo de Felipe ii hasta el de Felipe iv y escribió en 1611 un libro titulado Arte de cozina, pastelería, vizcochería y consevería.
            No sé, le digo a Zalabardo, si fue el primer libro de cocina importante compuesto en España. Pero su lectura es sumamente interesante y su contenido no tiene nada que envidiar a los de cualquiera de los cocineros de hoy que presumen de estrellas Michelín. Martínez Motiño comienza el prólogo confesando que escribe el suyo por no auer libros donde se puedan guiar los que siruen el oficio de la cozina y que todo se encarga a la memoria: solo uno he visto, y tan errado, que basta para echar a perder a quien usase de él. Añade que su intención es que cualquiera persona que se quiera aprouechar deste acierte las cosas con mucha facilidad y da muestras de su modestia señalando: si en alguna cosa huuiere falta, suplico al discreto letor que lo supla, que como hombre me habré descuidado.
            Pues bien, este cocinero, en la página 263v de su libro, nos explica Cómo se puede asar una pella de manteca de vacas en el asador. Por si alguien aún se muestra incrédulo, reproduzco la parte esencial de la receta:
Tomarás una pella de manteca fresca y espetarla has de punta a punta en un asador de palo que sea muy derecho y quadrado, y en la punta redondo. Este asador atarás en la punta del asador de tornillo muy bien, porque no se puede asar en asador de hierro, porque se calentaría y derretiría la manteca por dedentro: y tampoco se puede asar en asador que no tenga tornillo, porque no andaría redondo, y haría derretir la manteca, y como la tengas espetada como está dicho: pon los cauallos, y haz una lumbrecilla de carbón, que no sea más ancha que la manteca, poniendo vnos ladrillos a los lados, de manera que quede un claro que no sea más ancho que la manteca: luego tendrás cantidad de pan rallado mezclado con açucar, y pon a asar la manteca, y ha de andar el asador mui redondo, y ha de estar echando vno siempre pan rallado, y açucar por encima, teniendo una pieça debaxo para recoger el pan rallado que se cayere, porque la lumbre que ha de asar la manteca no ha de estar debaxo, sino delante, y ha de auer buena lumbre clara de tizos de carbón: y desta manera irás asando la manteca: y si te das buena maña a echar el pan, la asarás sin que se derrita gota de manteca, más que la que empape el pan
            ¿Quién osa ahora tachar de tonto a este hombre? El libro de Martínez Motiño, ya os digo, no tiene nada que envidiar a cuantos hablan de deconstrucción, esferificación y técnicas semejantes en la cocina moderna. De la lectura de su libro se deduce que este buen cocinero podría dar sopas con honda a una elevada porción de cuantos hoy presumen de sus habilidades culinarias en televisión. Y ya sabemos que esa locución significa ‘mostrar una persona clara superioridad en algo sobre otra’. Lo que ya ofrece dudas es si esas sopas son un producto culinario o se refieren a las sopas de arroyo, es decir, guijarros, que se lanzaban con una honda. Aun así, la expresión seguiría significando 'ser muy habilidoso en algo'. Léase si no el capítulo xi de la segunda parte del  Quijote, pues esta discusión daría para otro apunte.

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