domingo, agosto 24, 2014

FAMOSOS SÍ, ¿PERO CÉLEBRES?



Belén Esteban

            Hace apenas quince días que hablaba con Zalabardo sobre quiénes deben asumir las culpas de que se impongan y extiendan malos usos del lenguaje. Desconocía mientras escribía que tenía a mano un ejemplo inestimable para ilustrar mi tesis: un artículo de Boris Izaguirre titulado Epidemias y ‘dress code’ plagado de anglicismos reprobables, por innecesarios.
            El primero de todos, ese dress code, que repetía hasta ocho veces y sobre el que se preguntaba, no sé con qué intención “¿Tiene traducción castellana?” No hace falta saber mucho inglés, Zalabardo y yo estamos en ese grupo, para responder afirmativamente. La consulta del más básico diccionario de esa lengua nos da la respuesta: código de vestuario. Y una superficial búsqueda en Internet nos lo corrobora. Incluso hay un diccionario en línea, www.linguee.es, que nos permite elegir: código de vestimenta, forma de vestir apropiada, normas de etiqueta y norma de vestir. ¿Es que acaso Izaguirre desconoce lo que es en español etiqueta y la tendencia, por cierto nada moderna, aunque ahora actualizada, de que haya empresas, instituciones, celebraciones, etc., que sugieren o exigen a sus empleados o asistentes una determinada forma de vestir, una norma de vestuario?
            Pero no paramos ahí. A ese dress code acompañan otros anglicismos igualmente repudiables: selfie (en lugar de autofoto), tweet (por tuiteo o, simplemente, tuit) y swing, empleado para indicar la ‘capacidad de una persona para comportarse con soltura en un ambiente determinado’, que podría sustituirse por moverse o soltura (según lo usemos como verbo o como sustantivo). Si queremos una expresión más larga, disponemos de moverse con soltura o el castizo sentirse como pez en el agua.
Alexander Fleming
          
Pero le señalo a Zalabardo que, en el mismo artículo, se deslizan otros términos tan peligrosos o más que los anteriores y que casi pasan desapercibidos. Por ejemplo, celebridad, utilizado para designar a la ‘persona de la que se habla mucho o que aparece con frecuencia en ciertos actos’. La palabra tiene, sin duda, una larga historia en nuestra lengua; solo que en el artículo aparece como un calco del inglés celebrity (calco al que se unen muchos medios de comunicación que abusan tanto de ella como del plural celebrities para referirse a lo que en nuestro idioma se ha designado siempre como famoso).
            Porque, veamos, ¿es igual célebre (o celebridad) que famoso? Si acudimos al DRAE, y otros diccionarios, tendríamos que decir que sí. Pero a nadie se le oculta que los sinónimos exactos son difíciles de encontrar, que casi siempre hay un matiz que diferencia a una palabra de otra. Por ejemplo, el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco nos dice que famoso es quien ‘tiene fama’, al tiempo que define fama como ‘condición de ser conocido por mucha gente’; por su parte, célebre es la ‘persona o cosa muy conocida por ser citada o recordada con frecuencia’. Pero no obviemos que, hablando de célebre, dice, además, que es conocida ‘por sus hechos dignos de admiración’. A esto, podemos añadir que María Moliner define celebrar, de donde procede célebre, como ‘alabar a alguien o algo o ponderar una buena cualidad’.
Kiko Rivera
            Pero si acaso los diccionarios modernos nos dejaran ciertas dudas sobre si célebre y famoso son sinónimos de verdad, alguno más antiguo, el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, nos las despeja. El conquense, en 1611, decía que fama es ‘todo aquello que de uno se divulga, ora sea bueno ora malo; y así decimos Fulano es hombre de buena fama o de mala fama’. Por si no fuera suficiente, continúa: famoso es ‘aquel a quien ha divulgado y publicado la fama’. Como ejemplos, entre otros, ofrece hombre famoso (positivo) y bellaco famoso (negativo).
Virginia Woolf
            ¿Y qué dice de célebre? Empieza, como en el caso anterior, por la palabra de la que se deriva, afirmando que celebrar es ‘engrandecer y exagerar alguna cosa que se ha hecho o dicho’. De ahí que célebre sea ‘notable y digno de ser celebrado’.
            De esa lectura, concluimos Zalabardo y yo que no siempre es bueno ser famoso, aunque en cualquier momento aceptaríamos ser célebres. Pues si lo primero puede ser bueno o malo, lo segundo siempre es bueno.
            Vayamos a ejemplos de andar por casa para entendernos: Alexander Fleming y Belén Esteban, por coger dos nombres al azar, coinciden en ser famosos ya que ambos son conocidos y nombrados. Pero Fleming es, además, célebre por sus descubrimientos, mientras que aún nos queda la duda de que el mero hecho de aparecer en programas de cotilleo sea algo digno de admiración o alabanza. ¿A cuántas personas, o parejas, podemos acudir para discernir qué es la fama y qué la celebridad?
Marie y Pierre Curie
            Concluyo. ¿Hay quien no conozca a Boris Izaguirre? ¿Negaremos que es famoso? ¿Necesita para serlo más presumir de su amplio dominio de la lengua inglesa, hasta el punto de dar la impresión de que la materna le queda corta? Muchos de los que lo leen o lo escuchan imitan sus giros y sus palabras. Como muchos imitan a Belén Esteban y otros famosos de su clase. Esa es la mala influencia de la que yo pretendía hablar el otro día. Mala influencia suya y de los medios que conceden un espacio a artículos como el de Izaguirre o a intervenciones como la de Belén Esteban. Porque, ¿me negará alguien que las celebridades procuran pasar con menos ruido que los famosos?
Rosa Benito y Salvador Mohedano
            Y, para que nadie me interprete mal, quiero dejar sentado que Boris Izaguirre me parece una persona culta, con una esmerada preparación y unas dotes bastantes estimables como escritor, aunque, a veces, como aquí, se exceda.
            Lo que sucede, ya se lo dije en una ocasión a Zalabardo, es que cada día proliferan más los eruditos a la violeta, es decir, personas que, aparentando poseer gran cultura, no tienen más que culturilla, algunos ni eso, y no pierden ocasión de mostrarse cursis y afectados, pues aunque acierten con el dress code, perdón, el vestuario adecuado, apenas si saben escribir la o con un canuto. Esos son los que más daño hacen.

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