domingo, agosto 10, 2014

RATIO, CREATIVIDAD Y OTRAS SINRAZONES




           Confieso a Zalabardo, que a veces no sé a qué carta quedarme cuando comento un uso lingüístico “no recomendable”. Quiero decir, le aclaro, que me entran dudas sobre a quién culpar. Porque alguien se encarga de difundirlo y alguien no pone los medios para evitarlo. No podemos culpar a la gente sin hacer distingos de clase ni condición, porque la gente tiende a ser mimética: en modas, en deportes, en ocios, en gastronomía, en nutrición… y en el idioma. Se dice (como se viste, se come o se hace) lo que vemos y oímos en los medios de comunicación, que tomamos por modelos. Y la gente, en su inocencia, cree que lo hacen bien. Pero alguien lo hace mal.
            Me pregunta Zalabardo si todo ello no tiene que ver con una cuestión cultural. Estoy de acuerdo y coincido con él en que esta preparación, esta formación cultural, se inicia en el ámbito escolar, pero no es solo responsabilidad de la escuela. A los centros educativos hay que darles medios y a los profesores dotarlos de un ambiente en el que puedan trabajar como es debido. Y, lógicamente, exigirles que lo hagan. Me repito, pero hace muchos años que nuestros dirigentes, del color político que sean, se niegan a ver esta realidad. Les importan más las ideologías, las urnas y el clientelismo que las ideas, la cultura y el espíritu libre. Ansían llegar al poder para derribar lo que otros han hecho. No porque sea malo; simplemente porque no es “su programa”. Son tan ineptos que no entienden que la educación, la cultura (o la sanidad), deben estar por encima de ese “juego”. Y así nos va, cada día más incultos, cada vez peor preparados, cada vez con menos habilidades, según la terminología al uso (observemos, si no, los indicadores de la OCDE).
            Atendamos a un ejemplo. Recibo una foto obtenida en un supermercado. Es fácil distinguir su nombre. El texto reza (aunque deberíamos rezar nosotros para que no se sigan repitiendo cosas así): Dele rienda suelta a tu creatividad. Lo acompaña la foto de una bella mujer que porta en la mano una brocha y que tiene cerca un buen puñado de platos. El cartel, panel o mural, como queramos llamarlo, se exhibe encima de unas estanterías llenas de productos de limpieza y droguería.
            Empecemos por lo gramatical: ¿Qué conocimientos tiene el diseñador del cartel acerca de los pronombres y de los verbos? Porque resulta que es la segunda persona del imperativo del verbo dar en su forma de tratamiento (la normal es da); es decir, dé usted. Pero resulta que el texto se dirige a alguien de manera informal, amistosa (se lo trata de ). Por tanto, se debería escribir Dale rienda suelta a tu creatividad. Si quisiera tratarnos de usted, el texto habría de ser Dele rienda suelta a su creatividad. Porque, curiosamente, usted, siendo segunda persona, exige construirse con formas de tercera (tú sabes, pero usted sabe). Esto es básico.
            Pero, le digo a Zalabardo, me importa menos ese error gramatical que el insulto infligido a los clientes. Da igual que en la imagen aparezca una mujer o un hombre (aunque aparece una mujer). El hecho es que, en adelante, huiré de un supermercado que limita nuestra creatividad a valernos de sus estropajos, jabones y lejías. O que consideran que no somos capaces de ir más allá de pintar las paredes de la casa o de fregar los platos. ¿Eso es la creatividad? El anuncio es humillante y ofensivo.
            Pero hay más. Escribo este apunte después de haber leído en un periódico una entrevista con un político catalán en la que se aborda el tema del exhonorable Pujol. El titular, que se repite en la primera página y en el interior, dice: “Si Pujol no se hubiese apartado, lo habríamos hecho nosotros”. El entrecomillado indica que son palabras textuales. Sin embargo, leyendo la entrevista, compruebo que lo que el entrevistado dice es “Si el presidente Pujol no hubiese tomado la decisión, lo habríamos tenido que hacer nosotros”. Hay diferencias; el titular hace que interpretemos: Si no se hubiese apartado, nos habríamos apartado nosotros. Las palabras del político carecen de esa ambigüedad: Si él no hubiese decidido [apartarse], habríamos decidido nosotros [apartarlo]. Por supuesto, no es lo mismo.
            Y todavía hay más. Llevamos días, en esto del fútbol, oyendo que algunos equipos no cumplen el ratio y perderán la categoría. O sea, que no son solventes, que sus cuentas no cuadran y que, por lo tanto, no son de fiar como empresas, pues ni pagan a sus empleados (los futbolistas) ni a Hacienda ni a nadie. Pues perfecto, si ellos no pagan, que no esperen que sus deudas las asuman otros.
            Pero, ¿qué es eso de el ratio? Ratio es un latinismo, significa razón, y es, sin dudas, de género femenino. Por tanto, hay que decir la ratio. Si miramos el DRAE, leemos: ‘ratio. (Del lat. ratio). f. razón (|| cociente de los números)’. En el Panhispánico de Dudas se dice que es la ‘razón o relación entre dos cantidades o magnitudes’. Se añade, además, que ‘este latinismo es femenino y se recomienda usarlo así en español’. Pero, y siempre hay un pero, sigue una coletilla que hace pensar: ‘pero por influjo de la –o final se usa hoy frecuentemente en masculino, especialmente en el ámbito de la economía’. Primero, no soy economista, pero me he preocupado de buscar textos de tal materia y observo que muchos utilizan ratio como femenino (ratio financiera, algunas ratios, numerosas ratios, las ratios se pueden expresar…). Luego no es tan frecuente ese uso masculino que se dice. Segundo, el influjo de la –o final no debería ser excusa para ocultar una ignorancia. En español hay más de una palabra de género femenino terminada en –o y nadie las confunde (mano, libido, soprano, seo, nao, virago y los acortamientos foto, disco [discoteca], moto, polio o quimio).
            Lo que pasa, por un lado, es que las autoridades educativas (ministerios, consejerías), alteran la ratio profesor/alumnos reduciendo plazas de profesores (con perjuicio para los alumnos), al tiempo que crean puestos que no sabemos para qué sirven. La Junta de Andalucía crea, no sé en cuántos institutos, el puesto de Jefe del Departamento de Formación, Evaluación e Innovación Educativa (—¿qué es eso?—), con su correspondiente reducción de horas de clase. Y las autoridades lingüísticas (por ejemplo la Academia) deberían llamar al pan pan y al vino vino. Y si ratio es femenino, no deben dar por bueno su uso como masculino aunque así lo hiciera el mismísimo gobernador del Banco de España (que no sé si lo hará).
            También Arguiñano, aunque sea un buen cocinero y yo copie sus recetas y siga sus programas, dice almóndigas escudándose en que el diccionario recoge la palabra. Pero el DRAE afirma que es un vulgarismo. ¿Por qué, entonces, la Academia no la excluye del diccionario? O que dé entrada a los términos amoto, arradio, cocretas y similares. Al fin y al cabo, son tan vulgares como el anterior.

No hay comentarios: