domingo, noviembre 16, 2014

CABEZA DE TURCO



            Siempre es bueno, suele decir Zalabardo con grandes dosis de ironía, disponer de una cabeza de turco que nos salve, alguien a quien achacar las culpas con las que no queremos cargar. El origen de la expresión es antiguo, aunque más antiguo es el de chivo expiatorio, de semejante significado. Pero hoy no hablaremos de ellas.
            Quien lea esta Agenda sabe que suelo ser crítico con determinados procederes de la Real Academia Española. Pero, dado que lo cortés no quita lo valiente, hoy salgo en su defensa, pues, junto a sus posibles vicios, también tiene bastantes virtudes. En una balanza, pesarían más estas que aquellos.
            Una asociación llamada Gitanas Feministas por la Diversidad acusa a la RAE de racista y alentadora del racismo. Todo por una acepción de gitano recogida en la 23ª edición del DRAE. En la anterior se decía: ‘que estafa u obra con engaño’. Ahora se dice: ‘trapacero’, término que se define como ‘persona que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto’.
            En fin, uno más en la cola de ‘agraviados’. A la RAE la han acusado de racista, machista, retrógrada, inmovilista… Y, por lo común, a cuenta del Diccionario, porque determinadas definiciones no son del agrado de algunas personas, grupos o asociaciones que, ¡cómo no!, exigen la supresión de palabras, o la modificación de definiciones. Olvidan estas personas algo que dijo Darío Villanueva, secretario de la RAE: La Academia no inventa palabras o acepciones, sino que refleja lo que sucede. También Arturo Pérez-Reverte escribió en un artículo: No son despectivas las palabras, sino la intención con que las utilizamos. Más recientemente, oigo decir a Soledad Puértolas: Los términos apropiados los va definiendo la vida.

Quino: Mafalda
            Ahí está la madre del borrego. Le planteo a Zalabardo: Si la lengua no es más que el reflejo de la sociedad, la cultura y el pensamiento en un momento dado —y el Diccionario se limita a dar fe de ello—, ¿podemos arrogarnos el derecho a modificarla y manipularla, desde el léxico a la gramática, con la única intención de esconder miserias que son nuestras?
            Para mí, no hay duda. La lengua es un espejo que devuelve la imagen de lo que somos. Pero esa imagen no nos gusta. La solución es bastante simple: cambiemos nosotros, corrijamos lo que no nos place de nuestra sociedad. Eliminemos las actitudes machistas, feministas, racistas, homófobas, no oprimamos a las minorías, no maltratemos a los animales… (la lista puede ser ampliada). Tras ello, el lenguaje reflejará esos cambios sin que haya que forzarlo. Hace poco leía esta cita cuyo autor no recuerdo: Las palabras, cuando viven libres, se suelen adaptar bien a las nuevas realidades.
            Pero es que, además, no debe obviarse un proceso que ya Charles Bally, a principios del siglo xx, llamó lexicalización. Lázaro Carreter lo define así: proceso que convierte un conjunto sintagmático en un elemento lingüístico que funciona como una sola palabra, y añado yo, desconectado de las palabras que lo forman. Dos ejemplos: un galán de noche es un tipo de percha, y joderse la marrana es ‘estropearse algo’.
            Como lexicalizaciones entiendo locuciones del tipo parecer una verdulera, hacer el indio, engañar a alguien como a un chino, trabajar menos que una puta en Cuaresma, etc., y dudo que haya voluntad de ofender en quien las emplea. Por eso no acabo de entender que pueda hablar de pozo ciego o silla coja pero, si me refiero a personas, tenga que hablar de discapacitados (físicos o psíquicos); que al negro americano haya que llamarlo afroamericano o al africano, subsahariano; que deba usar aborigen en lugar de indio. Este esconder la realidad tras algún tipo de perversión del lenguaje no es de ahora. Hubo un tiempo en que los franceses llamaban a la sífilis el mal español. Nosotros reaccionábamos llamándolo el mal francés. Y no es gitano la única palabra que despierta recelos.
            Negro, en nuestra lengua, tiene abundantes significados y aparece en no pocas locuciones. Destaco solo algunos: negro es la persona que trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otros, especialmente en trabajos literarios; si nos tratan desconsiderada y ásperamente decimos que no somos negros; de quien trabaja mucho se dice que lo hace como un negro; cuando sacamos poco provecho de lo que escuchamos o no entendemos bien lo que leemos se dice que sacamos lo que el negro del sermón: los pies fríos y la cabeza caliente; y si nos hallamos en una confusión y alboroto notables, afirmamos estar en una merienda de negros.
         Algo parecido pasa con moro. Parte de nuestra literatura (romancero, romanticismo) no se entendería sin el tipo del moro bueno. Llamamos vino moro al no aguado (por no bautizado). Pero también decimos que es moro el hombre celoso o que tiene muy sometida a su mujer. Y si recomendamos a alguien prudencia porque deseamos no ser oídos le advertimos de que hay moros en la costa (expresión semejante a haber ropa tendida). Sobre moro me gustaría recomendar la lectura de un artículo citado antes de Arturo Pérez-Revertehttp://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/566/los-moros-de-la-profesora/
Imagen tomada de la revista Amauta
            Cuando leo u oigo exigencias de suprimir palabras, forzar la gramática o corregir el diccionario; es decir, cuando buscamos una cabeza de turco sobre quien cargar nuestras culpas, me viene a la memoria un pasaje de 1984, la novela de George Orwell. El protagonista, Winston, se encuentra con un conocido, Syme, que trabaja en la confección del Diccionario de Neolengua, y trata de convencerlo de sus bondades:
            Estamos dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que neolengua […] Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día […] Tú no aprecias la neolengua en lo que vale. Incluso cuando escribes sigues pensando en la antigua lengua […] ¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento […] Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño. Sólo es cuestión de autodisciplina, de control de la realidad […] Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron… solo existirán en versiones neolingüísticas, no solo transformados en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran […] ¿Cómo vas a tener un eslogan como el de “la libertad es la esclavitud” cuando el concepto libertad no exista? […] La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia.
www.e-faro.info 
            Ante este amoldamiento del lenguaje a las ideologías, ante este no solucionar problemas, sino limitarse a esconder o disimular las realidades, pregunto inocentemente a Zalabardo si algún día habrá que censurar la Canción del mariquita, de Lorca, o este diálogo de Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura:
Dionisio.—¿Y hace mucho tiempo que es usted negro?
Buby.—No sé. Yo siempre me he visto así en la luna de los espejitos.
Dionisio.—¡Vaya por Dios! ¡Cuando viene una desgracia nunca viene sola! ¿Y de qué se quedó usted así? ¿De alguna caída?
Buby.—Debió ser de eso, señor…

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