domingo, enero 18, 2015

¿LAICO O ACONFESIONAL? (SOBRE IMPROPIEDAD LÉXICA)



            Escribía don Fernando Lázaro allá por 1986 en uno de sus dardos, y cito de memoria, que el peligro para el idioma no es tanto el vocablo extranjero, el barbarismo más o menos necesario, sino los malos usos que hacemos del idioma propio.
            Como Zalabardo me pide que se lo aclare con algún ejemplo, ahí va. Si selfie, que a mí no me gusta, pues ya tenemos autorretrato o autofoto, ha sido elegida por Fundéu como la palabra del año y los hablantes acaban por aceptarla, lo que al parecer ya ha ocurrido, bienvenida sea. Ya Voltaire dijo: El purismo es siempre pobre y Feijóo, aparte de escribir algo semejante, dijo también: El empréstito de voces que se hacen unos idiomas a otros es sin duda útil a todos y ninguno hay que no se haya interesado en este comercio. Claro que, digo yo y lo diría cualquiera, todo requiere moderación y coherencia.
            ¿Qué quería decir don Fernando Lázaro al denunciar los malos usos que hacemos del idioma propio? También le doy un ejemplo a mi amigo: ¿por qué dichosa razón, si no es la de la ignorancia, se hace tanto empleo de adolecer con el significado de carecer? Ya Antonio de Nebrija, en su Vocabulario español-latino de 1494, traducía adolecer como langueo, es decir, ‘desfallecer, languidecer, sentirse enfermo’. Covarrubias, en 1611, decía que era ‘caer en alguna enfermedad de dolor’. El Diccionario de Autoridades, de 1726, dice que es ‘enfermar, padecer algún achaque’. Y da el siguiente ejemplo: Adoleció el Emperador Constantino de tan fuerte enfermedad, como que tornó todo gafo. Por fin, si echamos manos del DRAE, podremos leer que significa: ‘1. Causar dolencia o enfermedad; 2. Caer enfermo; 3. Tener o padecer algún defecto’. Este tercer significado es el que origina las confusiones.
            Todo lo anterior queda bien patente en aquellos versos de san Juan de la Cruz: decilde que adolezco, peno y muero. Es decir, que ‘languidezco, me siento enfermo, sufro y muero’. Por tanto, lo miremos como lo miremos, nunca será correcto decir que alguien falto de capacidad para algo *adolece de aptitudes, sino, en cualquier caso, que adolece de falta de aptitudes, es decir, ‘tiene el defecto de carecer de aptitudes’.
            Esos usos erróneos constituyen lo que en el lenguaje llamamos impropiedad. Aplicamos a una palabra un significado que no le corresponde. ¿Por qué sucede esto? Por razones diversas: porque las palabras tienen a veces un significado difuso; porque el hablante tiene una idea aproximada de lo que una palabra quiere decir, pero no acaba de acertar con su uso; porque hay dos palabras parecidas que pueden confundirse; porque, en fin, el hablante se tira a la piscina sin reparar en que no tiene agua y peca de imprudente, es decir, adolece de falta de prudencia.
El Roto
            Le digo a Zalabardo que estos días, con el atentado de París, hemos tenido oportunidad de oír y leer cómo se producían usos impropios de dos términos que, aunque cercanos en significado, no son iguales: laico y aconfesional. Son de esas palabras que nos llevan a tirarnos a la piscina sin ver si hay o no agua, por lo que, en ocasiones, acabamos rompiéndonos la crisma. Laico, lo veremos si nos molestamos en consultar el DRAE, es ‘independiente de cualquier organización o confesión religiosa’. Por su parte, aconfesional es ‘que no pertenece ni está adscrito a ninguna confesión religiosa’.
            ¿Es Francia un país laico? Sin duda. Ya el artículo 1 de su Constitución lo deja patente: Francia es una república indivisible, laica, democrática y social que garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión, y que respeta todas las creencias. ¿Lo es España? Tenemos que dudarlo mucho. Si vamos a nuestra Constitución, es verdad que el artículo 14 dice: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Pero el artículo 16.3 dice bien clarito: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
         ¿A que no es lo mismo? ¿Puede un Estado laico tener un Concordato como el que mantiene España con el Vaticano? ¿Puede una enseñanza laica integrar en sus programaciones una asignatura que sea Religión Católica?
            Y ya para terminar de deslindar los campos en esto de la propiedad semántica. Igual que laico no es aconfesional, tampoco es lo mismo un ateo que un agnóstico. Es ateo ‘quien niega la existencia de Dios’; en cambio, es agnóstico ‘quien declara inaccesible para el entendimiento humano todo conocimiento de lo divino y de lo que trasciende la experiencia’. El agnóstico no niega nada; simplemente, se declara desprovisto de medios para emitir una opinión en uno u otro sentido.

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