domingo, marzo 08, 2015

POR PEDIR QUE NO QUEDE



El Padrenuestro en arameo

            Enlazando con el apunte último, me pregunta Zalabardo si no cabría en este grupo de refranes y locuciones que voy mencionando el que afirma que quien no llora no mama. Le respondo que, aunque no incluya ni pedir ni dar, está claro que sí tiene un sitio y más atendiendo a lo que pretendo desarrollar hoy. Porque, claro es, si no se pide, se corre riesgo de no recibir y, muy posiblemente, no nos darán.
            En todas las épocas se ha pedido e incluso se ha incitado a ello. Cristo nos enseñó a pedir el pan nuestro de cada día. De ahí puede que surja el refrán pedid y daros han; llamad y abriros han. También podríamos traer aquí el que dice: vivir, servir y pedir hace a los hombres subir. El apocado tiene poco futuro. Incluso hay un refrán contra el despreocupado o inconsciente pedir: pedimos a Dios que nos dé y no sabemos qué.
            Me gustaría prestar atención a las fórmulas de petición. Cierto que los tiempos han cambiado, pero algunas formas podríamos haberlas conservado. La historia está llena de memoriales, peticiones, manifiestos, ruegos, solicitudes, demandas, requerimientos, súplicas… Con tales muestras pedimos directamente o tratamos de persuadir a alguien de nuestros planteamientos con el claro objetivo de pedirle que nos siga.
            Si nos remontamos a tiempos ya añejos, observaremos que estas maneras de dirigirse a personas o colectivos tenían enjundia, valor y, sobre todo, belleza, indistintamente de su contenido. Veamos, si no, el Padrenuestro, la más antigua petición que cito. En tan breve oración se incluyen hasta siete peticiones; a cambio, solo damos una cosa: el perdón a quienes nos ofenden. Bueno, tampoco está mal.
            En 1639, bajo la servilleta del rey Felipe iv, apareció un memorial contra la política del Conde-Duque de Olivares que se atribuyó a Quevedo (encarcelado por ello en San Marcos de León) y en el que se pedía la intervención del rey contra el proceder de su valido. El poema tiene un comienzo brillante y versos de gran hondura:
Católica, sacra y real majestad,
que Dios en la tierra os hizo deidad:
un anciano pobre, sencillo y honrado,
humilde os invoca y os habla postrado.
Diré lo que es justo, y le pido al cielo
que así me suceda cual fuere mi celo.
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Y el pueblo doliente llega á recelar
no le echen gabela sobre el respirar. 
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Si en algo he excedido, merezco perdones:
duelos tan del alma no afectan razones.
            En Filadelfia, en 1776, los representantes de una naciente comunidad, los Estados Unidos de América, firmaron la Declaración de Independencia, que comienza así:
Cuando en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario que un pueblo disuelva los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tome entre las naciones de la Tierra el puesto separado e igual al que las leyes de la naturaleza y del Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la separación.
            Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Manifiesto de los persas
            Y como por pedir que no quede, que es el título de este apunte, en 1814, un grupo de españoles firmó el llamado Manifiesto de los persas, texto muy diferente al anterior, ya que en él se pedía al rey Fernando vii la restitución, ni más ni menos, que del régimen absolutista y la abolición de la Constitución de Cádiz:
            Era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor. Para serlo España a V. M. no necesitaba igual ensayo en los seis años de su cautividad, del número de los Españoles que se complacen al ver restituido a V. M. al trono de sus mayores, son los que firman esta reverente exposición con el carácter de representantes de España.
            ¿Hay algo que oponer, en cuanto a su estilo, contra el fulgurante inicio, desde el mismo prólogo, del Manifiesto Comunista que, en 1884, redactaron Engels y Marx?:
            Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.
            No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.
Manifiesto dadaísta de 1918
            Hay textos más ligeros, aunque no menos hondos. En 1918, Tristan Tzara publicó su Primer Manifiesto Dadaísta:
            Para lanzar un manifiesto es preciso querer A.B.C., fulminar contra 1, 2, 3, impacientarse y aguzar las alas para conquistar y esparcir a grandes y pequeños a, b, c, firmar, gritar, jurar, arreglar la prosa a manera de evidencia absoluta, irrefutable, probar  su non plus ultra y mantener que la novedad se asemeja a la vida así como la última aparición de una cocotte prueba lo esencial de Dios.
            Conmino a Zalabardo a que me declare si, frente a tales documentos, bellos ya en su sola cubierta, las peticiones actuales, las tan abundantes instancias que se escriben a mansalva y que no se mueven apenas de la aburrida y lacónica fórmula: Fulano de Tal y Tal solicita tal y tal… merecen ser tenidas en consideración. Nada más que por la pobreza de su estilo merecen que lo que se pide sea denegado.
            Y aún queda un tercer apunte referido a peticiones. La semana próxima lo veremos.

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