domingo, junio 07, 2015

TURISTAS Y VIAJEROS


Viñeta de El Roto en El País

            Cualquier diccionario nos dirá que turismo es ‘viaje que se hace por placer’.  Según lo anterior, le hago saber a Zalabardo, el turismo es tan antiguo como el propio hombre porque, aunque no en todos los casos se hacía por placer, con suma frecuencia hallamos constancia de viajes de individuos o grupos por lugares diferentes a los suyos habituales.
            A ver, ¿eran turistas los griegos, y no griegos, que se desplazaban para asistir a los Juegos Olímpicos de la antigüedad? ¿O los que recorrían largos trayectos con el solo fin de consultar a los oráculos? Las peregrinaciones, ¿eran turismo? Pensemos que Aymeric Picaud, aunque algunos dudan de su autoría, escribió, en el siglo xii, la considerada primera guía turística de la historia, el Codex Calistinus, o al menos la parte de él dedicada a describir la ruta a Santiago para orientación y aviso de peregrinos.
            Pero le digo a Zalabardo que turismo es un término moderno y que los antiguos preferían hablar de viajes. Y aquellos viajeros, citemos los nombres de Boissier, Francis Carter, James Meyrick, William Jacob y tantos otros que por aquí vinieron, no solo pretendían llenar su tiempo de ocio; junto al mero placer espiritual, buscaban instruir a otros con las maravillas que encontraban.

Amanecer en Santa Mariña de Carracedo (Pontevedra)
            Hacer turismo, según lo veo yo, es algo diferente a viajar. Si el turismo puede provocar estrés, el viajar siempre es relajante. Se viaja, o al menos así lo pienso, buscando integrarse en una atmósfera diferente a la de cada día; extasiarse con un paisaje que no es el que ya se conoce desde que se tiene uso de razón; deleitarse conversando con personas que no pertenecen a nuestro entorno habitual, ni conocen nuestra voz como tampoco nosotros conocemos las suyas; experimentar en los sentidos sabores, olores, tactos, sonidos a los que no se está habituado.

Charco de la Virgen, Tolox (Málaga)
            El turista, en nuestros días, busca ir cuanto más lejos le sea posible para presumir de ello. El viajero solo persigue la sorpresa allí donde esté, que puede ser cerca. Me produce más placer un chapuzón en una poza de aguas cristalinas, bajo una fría cascada, como ayer en el Charco de la Virgen, en Tolox, pueblo malagueño de las estribaciones de la Sierra de las Nieves, que mezclarme con la multitud que se tuesta en cualquier playa del Caribe. Como del mismo modo prefiero las zonas rurales a las urbanas.
            Mi pasión no es viajar lejos, sino hacerlo con el anhelo de descubrir, no de que me descubran a mí. Por eso me exasperan las salvajes inscripciones de quien deja en un muro, en una roca, en una columna frases del tipo “Fulanito estuvo aquí”. O la cursilada de estropear la belleza de un puente atiborrándolo de candados. O el suplicio de entrar en un museo, caminar por un sendero, visitar un edificio, y tener que ir sorteando el bosque de palos en cuyo extremo pende un móvil con el que se hace esa autofoto que se mostrará infinidad de veces acompañada del comentario: “este soy yo delante de la torre de Pisa” Y, claro es, la foto está hecha cuidando que se lo vea bien a él, no a la torre.

Caminito del Rey, Ardales (Málaga)
            Del mismo modo, no me gusta pasar por un lugar con prisas; mi interés se afana en retener en mis retinas cuanto me sea posible, por si no tengo ocasión de volver más por allí. Le cuento a Zalabardo una anécdota que me ocurrió con uno de estos “turistas de urgencias”. Enterado de que pensaba viajar por Cuenca, alguien se empeñó en hacerme un emocionado elogio de la Hoz de Beteta. A la vuelta, me lo encontré y, recordando nuestra última charla, quise intercambiar con él todas mis impresiones sobre el paseo por la Fuente de los Tilos, el Paseo Botánico, las cuevas de la Ramera y del Armentero, la impresionante represa de los Tilos. Me oía con una cara de total extrañeza y acabó confesándome que él, simplemente, había recorrido, en coche, los seis kilómetros de la carretera que va de Beteta a Puente Vadillos.

Buitreras en el Cañón del Río Lobos, Ucero (Soria)
            Pero lo que ya me indigna es el impacto negativo de parte del turismo actual sobre las zonas que visita. Como ese afán de dejar su impronta sobre los autóctonos en lugar de tratar de ser respetuoso con sus hábitos y costumbres. O exigir que se los atienda en su lengua porque “para eso pagan”. Allí donde vaya, digo a Zalabardo, aunque me cueste, trataré de comunicarme en la lengua del lugar. Por lo menos para saludar, pedir un café y esas menudencias. O conocer las especialidades gastronómicas del lugar. Por eso no soporto a quienes dicen no entender que en Marsella, por ejemplo, no haya donde comerse un espeto de sardinas o a quienes se escandalizan de que en Varsovia no sepan que una nube es un vaso de leche con apenas cuatro gotas de café que, si en lugar de cuatro son ocho, pasa a llamarse sombra.

Confluencia del Tiétar y Tajo, Monfragüe (Cáceres)
            Y para acabar, lo más de lo más. Cada día más, muchos turistas creen que su condición les otorga permiso para ser ineducados. O desaseados que van ensuciando todo con envases, papeles, plásticos y toda clase de basura que dejan en cualquier sitio. O desaprensivos que no respetan los parajes naturales por donde atraviesan. Da igual donde sea, un sendero, la ribera de un río, un Parque Nacional… Lo he visto en Doñana, en Sierra Nevada, en el Camino de Santiago, en los Picos de Europa, en Ordesa, en el Cañón de Río Lobos… ¿Tanto cuesta meter en la mochila los desechos que generamos y depositarlos en el lugar conveniente cuando tengamos oportunidad? 

Reserva de Muniellos, Asturias


            Pero los daños pueden ser aún más graves que convertir la naturaleza en basurero. Las Barrancas de Burujón, Zona de Especial Protección para Aves en la provincia de Toledo, están sufriendo daños irreparables. Desde que el anuncio de una bebida ha dado a conocer el lugar, la zona se ha convertido en plató frecuente de rodajes y las visitas se han masificado. Ecologistas en Acción denuncia que se han malogrado todas las puestas (para este año se esperaban 60 pollos) de la colonia de garzas reales.
            ¡Cuánta razón tenía El Roto en su viñeta de hace unas semanas en El País!

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