sábado, septiembre 12, 2015

MÁLAGA Y MALAGÓN



Málaga en 1572, por Braun and Hogenber

            ¿Cuánto tiempo pasamos Zalabardo y yo hablando de las ventajas de los jubilados? Frente a quienes ven la jubilación como una muerte civil, nosotros la consideramos un renacer a una vida plena de alegrías (dejemos los achaques de la edad a un lado). Por ejemplo, en este final de verano, coincidíamos en que, al disponer ya de vacaciones indefinidas, no debe preocuparnos cuándo realizar un viaje. Hemos llegado a la conclusión de que, en nuestra situación, hay que huir del verano, más dado a los agobios, las apreturas y precios elevados. ¡Con la de momentos que hay para disfrutar de viajes más tranquilos y ofertas más rentables! Por eso, este verano no nos hemos movido de Málaga, en espera del otoño, o incluso del invierno, fechas magníficas para viajar. Zalabardo, que siempre busca una apostilla para todo, me dijo: “Además, con las temperaturas que hemos padecido este verano en todo el país, hubiera sido salir de Málaga para meternos en Malagón”. Como cualquiera, Zalabardo suele recurrir a expresiones, frases y refranes que se dicen sin preocuparse de cuál sea su origen. Ni falta que hace. Cuando emplea algunas, todo sea dicho, a mí me pica la curiosidad de investigarlo o, si lo conozco, el deseo de aprovechar la ocasión para una entrada de esta Agenda.
            Eso es precisamente lo que me ha ocurrido con esta. El significado, como  tantas veces sucede, queda claro para el oyente: pasar de una situación difícil a otra quizá más complicada. No es la única en nuestra lengua para expresar los mismo: ir de mal en peor y salir de la sartén para caer en las brasas. Pero, ¿cuál pudiera ser el origen de Salir de Málaga para entrar (o caer) en Malagón?
            He encontrado, pasa a menudo, explicaciones que no acaban de convencer. Por lo común, se la suele relacionar con otra igualmente conocida: Salir de Guatemala para entrar en Guatepeor y se dice que todo se reduce a un puro juego léxico: mala/peor en este último ejemplo y la conjunción entre mala- y un superlativo en el caso que nos interesa. Pero si esto es válido en un caso (Guatepeor es, sin duda, una pura invención), ¿sirve para expresar la relación entre Málaga y Malagón? ¿Qué tiene Málaga de malo para que, si salimos de ella huyendo de algo, entrar en Malagón sea la peor solución? Alguien podría decir que el solo hecho de tener Malagón apariencia de superlativo (la raíz de los dos topónimos parece ser la misma, con el sentido de ‘fábrica, taller’) lo explicaría todo. Pero sigo sin estar convencido.

Malagón
            La lectura del Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, tal vez ayude a desenredar la madeja. El protagonista pregunta a un habitante del lugar por qué se dice eso de En Malagón, / en cada casa un ladrón. / Y en casa del alcalde, / el hijo y el padre. Un vecino le cuenta que, en época del rey Fernando III el Santo, en 1236, necesitado el monarca de ayuda para auxiliar Córdoba, en poder de los musulmanes, envió escritos a Alvar Pérez de Castro y a Ordoño Álvarez en los que solicitaba que acudieran en su ayuda lo más pronto posible. El mal tiempo, la lluvia, el frío y los malos caminos, hicieron que en Malagón, de Ciudad Real, confluyera una gran cantidad de soldados a los que hubo que alojar hasta que pudieran proseguir el camino. Cada vivienda acogió a un soldado y en la casa del alcalde se alojaron el capitán de las tropas y su hijo, que era alférez. Por las malas cosechas y la abundancia de bocas que alimentar, las provisiones escasearon pronto y los soldados se dedicaron al pillaje. Eso nos evita caer en el error de pensar que el apelativo ladrón se dirija a los habitantes de Malagón, pues quienes cometieron tropelías de todo tipo fueron los soldados allí acogidos. Mal debieron pasarlo los habitantes de Malagón si la historia es cierta.

El río Guadalmedina, en Málaga, en el siglo XVIII
            Pero hay una segunda parte. ¿Qué pinta en ello Málaga? Varias son las razones que nos inducen a pensar que Málaga, en un tiempo, fue mal lugar para vivir. Por ejemplo, Vicente Martínez Montes, en su Topografía médica de Málaga, dedica un capítulo a las numerosas epidemias sufridas por la ciudad, alguna de las cuales hizo pensar incluso en la opción de incendiarla para erradicar el mal, a consecuencia de la cantidad de gente afectada. Desde 1348 hay documentadas grandes epidemias. La gran mortandad de la de 1600 obligó a traer gente de otros lugares para repoblarla. En 1637, murieron en torno a 26000 personas; y en 1648, más de 40000. Y eso, teniendo en cuenta la dificultad para utilizar estadísticas fiables.
            Pero no solo las condiciones sanitarias eran argumentos que desaconsejaban vivir en Málaga. Esta ciudad, y otras andaluzas (Sevilla o Cádiz) han tenido fama de ser en tiempos pasados ciudades peligrosas en las que el delito campaba a sus anchas sin que se le pudiera poner remedio. Se puede leer el artículo publicado en la revista Jábega por Manuel Jesús Benítez Alba titulado La delincuencia en Málaga a comienzos del siglo xix. O también Viajeros británicos en Málaga, libro de B. Krauel. Quedémonos con una cita de J. Ch. Davillier extraída de su libro Viaje por España (1875). Hablando de los problemas de seguridad y del peligro de ser asaltado por navajeros, dice: Pero en ninguna parte el arte de manejar la herramienta [la navaja] se cultiva con tanto cuidado como en Málaga. Pocas ciudades de España ofrecen un ejemplo de criminalidad tan grande. En apoyo de su opinión, aduce un refrán bastante común en la época: Mata al rey y vete a Málaga, con el que se quería dar cuenta del refugio y apoyo que se concedía en la ciudad a cualquier delincuente.

Malagón
            Creo que esto explica mejor que cualquier cuestión léxica o de rima por qué salir de Málaga (ciudad insalubre y peligrosa) para entrar en Malagón (lugar en que el acogido se convierte en delincuente) no es buen remedio. Pero, está claro, en ambos casos hablamos de tiempos remotos ya. ¿Objeciones a lo dicho? Pues que los versos que comenta Mateo Alemán se aplican también a otras ciudades como Magallón y Alagón (Zaragoza), Serrejón (Cáceres) o Torrejón (Madrid), que yo sepa, aunque tal vez por imitación. Y que existe otro proverbio: Salir de Labajos / y entrar en Mojados, que son dos poblaciones de Valladolid.
            Con todo, le digo a Zalabardo, los tiempos cambian; por suerte, a mejor. Desconozco Malagón, pero lo que digo es cierto respecto a Málaga. Así que, pese al refrán y a cuál sea su origen, ni Zalabardo ni yo cambiamos vivir en Málaga por vivir en cualquier otro sitio.

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