domingo, septiembre 20, 2015

PAN POR PAN Y VINO POR VINO (SOBRE EL HECHO DIFERENCIAL)


Salvador Espriu (1913-1985): La pell de brau (1960)

            Me insinúa Zalabardo que, siguiendo la tendencia imperante de estos días, deberíamos hablar de Cataluña. Le contesto que, por lo que conozco de allí, aprecio aquella tierra y siempre me he sentido bien tratado por sus gentes. Pero que, aunque tengo mi opinión sobre la situación actual, dada la naturaleza de esta Agenda, prefiero limitarme a las expresiones y palabras que usan quienes hablan dicha situación.
            Partiré, pues, de un clásico refrán: al pan, pan, y al vino, vino, que nos induce a hablar de forma lisa y sin rodeos, para que todos nos entiendan, y le aclaro que, en su forma más antigua, se decía pan por pan y vino por vino. Así lo recoge, por ejemplo, Covarrubias, que lo define como ‘hablar llanamente’.
            Casi un siglo antes, posiblemente sobre 1535, Juan de Valdés había escrito Diálogo de la lengua, obra que circuló manuscrita hasta su publicación en 1737, doscientos años más tarde. En ella, uno de los personajes que intervienen en el diálogo, Marcio, pregunta al autor sobre su estilo y este contesta de manera sentenciosa: El estilo que tengo me es natural, y sin afectación ninguna escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente  me es posible.
            La llaneza y claridad son generalmente apreciadas, aunque no siempre nos sujetamos a ellas. Recordemos, si no, la agria polémica entre culteranos y conceptistas. Ambas corrientes podrían ser acusadas de valerse de complicados recursos estilísticos, aunque de naturaleza dispar. Sin embargo, fue el culteranismo el que más críticas sufrió. Su más insigne representante, Góngora, habría quedado en el olvido de no haber sido rescatado por los escritores de la Generación del 27. Quevedo, escritor de agrio carácter y lengua viperina, lo convirtió en diana de sus sátiras. Suyos son estos versos:
¿Qué captas, nocturnal, en tus canciones,
Góngora bobo, con crepusculallas,
si cuando anhelas más garcivolallas
las reptilizas más y subterpones?
            La tarea de Góngora fue importante: introdujo muchos vocablos latinos, incomprensibles en su época, que hoy nos parecen normales (nocturno y crepúsculo, por ejemplo). Los versos de Quevedo son una sátira contra el estilo oscuro de Las soledades; hacen burla de un fragmento (vv. 902-936) de la Soledad Segunda, conocido en su tiempo como la Garza de Góngora. Más o menos dicen: ¿Qué buscas (captas), autor de canciones oscuras e incomprensibles (nocturnal, en tus canciones), Góngora bobo, con tantas oscuridades (crepusculallas), si cuando más anhelas elevarte como el vuelo de la garza (garcivolallas) te arrastras más y caes más bajo (reptilizas y subterpones)?
Celso Emilio Ferreiro (1912-1979): Longa noite de pedra (1962)
            Pero no olvidemos que partimos de una especie de trampa que me pone Zalabardo. Vengamos al presente. Por desgracia, nuestros políticos, de cualquier tendencia e ideología, con mucha menos calidad y con un ínfimo estilo, continuamente retuercen el lenguaje de manera que nadie los entienda o, en el mejor de los casos, de modo que les quede la posibilidad de decir que no decían lo que dijeron. Parecen tener miedo a quedarse, como el rey del cuento, desnudos ante el pueblo; dudan si decir lo que de verdad sienten; no se atreven a decir lo que el cuerpo, y la ética, les pide. O, quizá es solo que no saben qué decir. Por todo ello les cuesta decir pan por pan y vino por vino; rehúyen usar los vocablos que significan sin doblez. Su habla resulta, por ello, nocturnal, incomprensible para la mayoría. Solo que ellos no son, ¡qué más quisieran!, ni Góngora ni Quevedo.
            Veamos ejemplos de perlas usadas por políticos catalanes y no catalanes. Oímos que se pide una reforma de la Constitución que reconozca el hecho diferencial catalán. También piden que se reconozca su singularidad. Sinceramente, no lo entiendo. ¿Qué es eso del hecho diferencial? Si miramos el DRAE, diferencia es la ‘cualidad o accidente por el cual algo se distingue de otra cosa’ y singular, que es ‘único en su especie’. Nadie carece, creo, de un hecho diferencial ni de una singularidad. Le digo a Zalabardo que si Cataluña posee una lengua, una tradición, una cultura, unas costumbres…, que la hacen distinta a las demás Comunidades, estas, a su vez, también gozan de tradiciones, costumbres, culturas, lenguas, etc., que las convierten en únicas frente a las demás. Incluso podríamos llevarnos algunas sorpresas. Pensemos solo en la literatura. Galicia puede presumir de un Meendinho o un Airas Nunez, gallegos por los cuatro costados, pues nacieron en Vigo; Andalucía alardea de Ibn Gabirol, cordobés, o de Ibn Ubada, malagueño, creadores de las primeras manifestaciones poéticas de la Península; La Rioja, por su parte, es cuna del primer escritor de nuestra lengua de nombre conocido, Gonzalo de Berceo. ¿Qué pasa si miramos las letras catalanas? Ramón Llull y Ausiàs March, sus máximos representantes, nacieron en Palma de Mallorca y en Gandía, respectivamente; es decir, uno es balear y otro, valenciano. Vamos al folclore: Cataluña cuenta con la sardana. Pero, si miramos a otras partes, vemos el aurresku en el País Vasco, la jota en Aragón, la muñeira en Galicia y las sevillanas o los verdiales en Andalucía. ¿Son hechos diferenciales o aportan singularidad? Digamos, simplemente, que todos somos diferentes, pero que ninguno es más diferente que otro.
Ibn Ubada (¿1051-1091?): Jarcha
            Sigamos. Hay partidos que, pese a la presión que padecen, dudan en definirse sobre la cuestión catalana (otro bonito eufemismo). No quieren decir ni mu. O cojamos eso del derecho a decidir. ¿Qué es el derecho a decidir? En democracia, ¿no decidimos en las urnas? ¿Quién nos coacciona el voto? No dejemos de lado que, en caso de conflicto, existe eso que se llama diálogo. Si una ley no nos gusta, trabajemos para cambiarla, pero no la infrinjamos.
            Me temo que, muchas veces, estos políticos de los que hablo, más que defender unas ideas, buscan unos votos que luego manejarán a su antojo. Tendríamos que pedirles claridad y honradez de intenciones. ¿Qué se quiere independencia? Pues digamos independencia y asumamos las consecuencias. ¿Qué buscamos una porción mayor de la tarta económica? Digamos llanamente que queremos más dinero y tratemos de de perjudicar a los demás. Pero hablar de derecho a decidir o de hecho diferencial no me parece serio. Cada lugar, cada persona, incluido yo, podemos presumir de nuestro hecho diferencial y nuestra singularidad. Afortunadamente. Si no fuese así, menudo aburrimiento. Digamos, por tanto, pan cuando queramos pan; y vino cuando deseemos vino. Lo demás, aparte de burdo engaño, es reptilizar con la ilusión de garcivolar.

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