sábado, abril 23, 2016

23 DE ABRIL 1616-2016



Cervantes. Argamasilla de Alba

            No pecamos nosotros, los españoles, por exceso de celo en el culto de nuestros clásicos; pocos pueblos tan desatentos y distraídos en esa especie de deber que es la atención a los grandes creadores (María Zambrano: Cervantes, clásico de Europa)

            Lo que tiene no ser un número uno, comento a Zalabardo, que se ríe de mis palabras, es que has de conformarte con ser un seguidor, un epígono, alguien que llega a todo después de que el número uno ya haya llegado. Nada malo tiene no ser el primero. Lo digo sin envidia, sin pesar, sin rencor. Me limito a constatar una verdad de Perogrullo.

 
Don Quijote y Sancho. Villanueva de los Infantes
          
Lo digo, además, porque desde hace un tiempo tenía pensado el tema del apunte de hoy. Me decía: “lo dejaré para el día 23, el del Centenario”. Pero, lo que son las cosas, me encontré hace dos semanas con que un número uno, Javier Marías, publicaba un artículo en su página de El País Semanal sobre el tema y con el tono que yo pretendía para el mío. Se titulaba A ver si muere Cervantes, y no ahorraba tinta en criticar la desidia oficial, yo añadiría que casi general, ante la celebración del IV Centenario de la muerte del novelista más grande de todos los tiempos, no ya español, sino universal.
            Marías hacía una diferenciación entre ingleses y españoles ante un evento semejante, a cuenta de que el mismo día se celebra idéntico aniversario de la muerte de Shakespeare: entusiasmo inglés/ indiferencia española; amplio programa de fastos en Inglaterra/parvas celebraciones en nuestro país; firme implicación de las autoridades británicas/desprecio de las españolas por la cultura…
            La tesis de Javier Marías es que a nosotros no nos importan los muertos, sino solo aquellos vivos a los que podemos poner una zancadilla o hacer daño. Puede que tenga razón. Añade que entre nosotros solo parecen contar, y por motivos harto interesados y no poco discutibles, Lorca y Machado. Yo diría que tal vez ni estos, pues basta ver la de veces que se les cita, muchas, y la de veces que estas citas son erróneas, también muchas. Aparte de que el conocimiento del que se presume respecto a estos autores es bastante limitado.
            Pensé si mantener o no este apunte, dado que significaría insistir en lo ya dicho. Fue Zalabardo quien me convenció de que no renunciara porque, me decía, nunca una verdad deja de serlo porque se repita mucho.

Sancho decapitado, a la entrada de la Cueva de Montesinos
            Miremos, si no, la cita de María Zambrano que coloco al principio. ¿Es verdad que los españoles no solo no atendemos, sino que maltratamos a nuestros grandes artistas? Yo creo que sí. Maltratamos, despreciamos, nuestra cultura y nuestra historia. No nos interesa la historia para reflexionar cómo hemos llegado a ser lo que somos, sino para montar nuestra revancha contra quien no piensa igual. Lo he dicho en multitud de ocasiones: ¡Qué aburrimiento si todos pensásemos lo mismo! La nuestra es una historia de caínes, que el Duelo a garrotazos, de Goya, o La tierra de Alvargonzález, de Machado, nos retratan a la perfección.
            Me mantengo en el campo de la literatura. ¿Qué nos importa Cervantes, qué Quevedo, qué Garcilaso, qué Feijoo, qué Jovellanos, qué Unamuno, qué Juan Ramón Jiménez? ¿Quién sabe que Quevedo padeció cárcel por criticar al poder? ¿Quién sabe el silencio a que fue condenado durante muchos años Góngora? ¿Quién sabe que hizo falta que todo un rey, Fernando VI, publicara una pragmática en la que prohibía que se criticara a Feijoo porque sus obras eran “del real agrado”? ¿Quién sabe que Unamuno fue desterrado por su oposición al dictador Primo de Rivera y depuesto de su cargo de rector en 1936 por decir a Millán Astray “Venceréis, porque tenéis suficiente fuerza bruta para ello, pero no convenceréis”? ¿Quién sabe que desde instancias oficiales se hizo cuanto se pudo para que a Juan Ramón no se le concediera el premio Nobel? Se podría alargar, bastante, esta lista de atentados a nuestra cultura.
            Ahora estamos en el IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. ¿Qué sabemos de él? ¿Qué del Quijote o del Persiles o de su poesía y su teatro? Conocida es la aversión que los españoles sentimos por la lectura del Quijote

Contra estos molinos luchamos hoy. También en La Mancha

            Yo, que toda mi vida he estado agradecido al maestro que me enseñó a leer en una edición adaptada del Quijote y que, a lo largo de mi vida, creo haber leído la novela cuatro veces así, de un tirón, y que no dejo de acudir continuamente a la lectura de episodios sueltos, el año pasado, al realizar un proyecto largamente soñado, recorrer las tierras y caminos por los que discurrieron las aventuras del hidalgo manchego, sufrí un gran desengaño. En La Mancha son muchas las personas a las que no interesan ni Cervantes ni el Quijote. La gente no sabía quienes fueron el pastor Grisóstomo, ni el rico Camacho, ni Basilio, ni Ana Félix, ni Marcela, ni Dorotea, ni don Diego Miranda
            En todo el país hay muchos curas y muchos bachilleres sin otro objetivo que retraer a los soñadores a su rincón, que miran con malos ojos a quienes buscan un mundo mejor, aun a sabiendas de que es imposible.
            Tiene razón Javier Marías. En España matamos a los muertos. A ver si pasa pronto el 2016, porque ya está bien de tanto Cervantes, dicen algunos. Y eso que no tenemos ni puñetera idea ni de él ni de su obra. La del clásico europeo.

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