domingo, octubre 23, 2016

HISTORIAS DE PALABRAS: MARRANO



            Acudieron allí siete u ocho y se allegaron al corro, y como vieron que yo era español, dieron gritos a una voz: “¿Pues hay muertos y heridos de los nuestros y traéis aquí este marrano y no lo habéis muerto?” (Jerónimo de Pasamonte)

            Zalabardo comienza hoy preguntándome quién es este fulano Pasamonte, que traigo a la cita inicial de este apunte. Debo confesarle que tampoco yo lo conozco bien, fuera de que es un escritor de los siglos de oro, de que escribió una novela autobiográfica titulada Vida y trabajos y de que algunos lo señalan como figura inspiradora del Ginés de Pasamonte del Quijote. Pero lo que me interesa es que rastreemos un poco la curiosa historia del término marrano, que vemos que se le aplica.
            Consultando el Diccionario de la Real Academia, vemos que la palabra tiene los siguientes significados: ‘1. Cerdo. 2. Persona sucia y desaseada. 3. Persona grosera, sin  modales. 4. Persona que procede o se porta de manera baja o rastrera. 5. Dicho de un judío converso: sospechoso de practicar ocultamente su antigua religión’. Y, claro, no es que nos preguntemos eso de qué fue primero, el huevo o la gallina, pero sí nos entra la duda de qué relación hay entre unos y otros significados y cuál pudiera ser el originario. La cuestión no es tan fácil, aparte de que no encuentro en ningún lado que se diga que durante un tiempo también se aplicó como apelativo despectivo de español.

Condenados por la Inquisición
            Por eso, le digo a Zalabardo, he rastreado en otros diccionarios. En el de Nebrija de 1495 se dice simplemente que es el ‘cochino de un año’. En 1611, Covarrubias dice que es el ‘recién convertido al cristianismo de quien tenemos ruin concepto de él por haberse convertido fingidamente y pedir que se le exima de comer cerdo, carne que no le gusta’. En el mismo año, Francisco del Rosal, en un diccionario que pretende ser etimológico, afirma que es un ‘vocablo con que los moros llaman a los judíos’. Y lo explica diciendo que, en árabe, la palabra significa ‘nuevo o reciente, recién convertido’ y que por eso se llama marrana a la carne fresca de puerco. El Diccionario de Autoridades, de 1734 dice que es ‘maldito o excomulgado’. La Academia, en su diccionario de 1818, añade el significado ‘jabalí domesticado’, y en el de 1869, después de lo anterior, señala que por esa razón sirve también para la ‘persona sucia en su porte o proceder’. Por fin, en la edición de 1936, parece que volvemos un poco a los orígenes y se indica: ‘aplícase como despectivo a los judíos.” O sea, nada que nos haga pensar que a todos nosotros, los españoles, se nos llamó en Europa marranos.
            La palabra, en su origen, nos indican la Academia y otras fuentes, procede del árabe muharram, que significa ‘declarado anatema, cosa prohibida’. Y para judíos y musulmanes, la carne de cerdo es algo prohibido, será, naturalmente,  muharram, es decir marrano. Ya tenemos, a lo que parece, que el significado originario de marrano es cerdo.
            Desde 1492, en nuestro país se comenzó a mirar con suspicacia a los judíos. Se los consideraba enemigos claros del cristianismo y se dudaba de la sinceridad de su conversión. La Inquisición, implacable en su tarea de no consentir ninguna clase de heterodoxia, los persigue con saña. Resultado: masiva emigración de judíos hacia otros estados de Europa. Unos, porque no querían renegar de su fe; otros porque temían que no se creyera en su conversión. La mayoría, porque se los expulsó. Frente a los pocos que quedaron, nunca desapareció la intolerancia y el fanatismo que alentaba la sospecha de que toda conversión era fingida. Así que se los comenzó a llamar, de manera despectiva, marranos, porque no renunciaban a mantener su abstinencia frente a la carne de cerdo.

Alejandro VI
            Pero hay algo que se suele pasar por alto y que expone muy bien Karl Vossler en su libro Algunos caracteres de la cultura española. El celo excesivo de la Inquisición tuvo otro efecto, relacionado con el miedo a aquel tribunal. La conciencia religiosa de los españoles se sintió profundamente inquieta. Fueron tantos los mahometanos y judíos que hubo en nuestra tierra que el cruce de razas se hizo inevitable. Por ello, ante el gran número de cristianos nuevos, que, al ser forzados muchos lo eran también solo en apariencia, surgió la preocupación por demostrar por cualquier medio que se era “cristiano viejo”. Eso intensificó nuestra desconfianza hacia los conversos, los marranos, y de modo paralelo intensificó nuestro fundamentalismo religioso. Por eso en Europa, que se había llenado de emigrados semitas españoles sospechosos de islamismo o judaísmo, se consideró el cristianismo español afectado, exagerado e intolerante, hasta el punto de que el apelativo marranos que se aplicaba a los conversos se extendió a todos los españoles. El propio Lutero atacó al papa Alejandro VI, de la familia Borgia, llamándolo “catalán, marrano y circunciso”.
            Esta última acepción, marrano/español, es curiosamente la que no aparece en ningún diccionario, aunque hay bastantes muestras de su empleo en la literatura de aquellos años. Por eso incluyo el texto de Pasamonte, que cuenta una reyerta de soldados españoles con habitantes de un lugar de Calabria en la que, habiendo él resultado herido, al acudir otras personas a socorrerlos, viendo que él era marrano, es decir, español, lo dejaron para atender primero a los que eran de aquella tierra.

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