domingo, enero 29, 2017

MUROS (DESPLAZAMIENTOS SEMÁNTICOS)



            El periodismo tiene como finalidad informar veraz y rápidamente todos los hechos noticiosos; así como analizar, comunicar y valorar con veracidad y públicamente noticias y opiniones (Nubia Citlalli Salas Lizana)

            Recientemente, la periodista Soledad Gallego-Díaz, avisaba en su artículo No morderse la lengua de que uno de los problemas con que se enfrentan los periodistas que trabajan en Estado Unidos es evitar que la información sobre el recién elegido presidente Trump acabe “normalizando” la figura, lenguaje, actitudes y papel político de este, por el momento, siniestro personaje. Teme, le digo a Zalabardo, que algo que en principio nos puede parecer rechazable acabe por parecernos normal.
           Este peligro, sin embargo, es más generalizado y no se circunscribe solo a los Estados Unidos; amenaza, y de qué manera, a todos los periodistas del mundo y no solo cuando se habla de Trump. Porque siempre el sujeto de la información pondrá todo su empeño en que lo que es y hace acabe pareciéndonos normal. No en vano en los últimos tiempos se ha extendido con tanta fuerza el término posverdad, que consiste en que, sobre la opinión pública influyan menos los hechos objetivos que los llamamientos a las emociones.

           Gallego-Díaz señala como el mayor de los peligros en este campo el deslizamiento semántico, es decir, que unas palabras que han venido teniendo un significado acaben, por causas muy diversas, teniendo un significado diferente. Zalabardo me pide ejemplos que le permitan saber qué es eso. Veamos, entonces, un caso curioso de desplazamiento: la palabra disciplina proviene de discere, ‘aprender’ y pello, ‘impulsar’; su significado originario es, pues, ‘lo que nos lleva a aprender’. De ahí nace llamar disciplinas a las diferentes materias académicas. Pero sucede que para aprender es necesario obedecer al maestro. Eso hace que disciplina se deslice y pase a señalar hacia quien obedece para aprender más que al proceso en sí del aprendizaje. Y acabamos hablando de disciplina militar o de disciplina de voto, lo mismo da. La cosa, sin embargo no para ahí. ¿Cómo se controla la indisciplina? Mediante el castigo. Y, de esa manera, llegamos a que disciplina signifique el ‘instrumento con que se aplica un castigo’. Largo desplazamiento, le digo a Zalabardo.
            Los desplazamientos se han dado a lo largo de toda la historia de las lenguas y son por completo naturales. Por eso no nos extraña que la azafata, ‘servidora de la reina’ acabe siendo ‘auxiliar de vuelo’ y cosas por el estilo. O que pródigo, que puede tener tanto un significado negativo, ‘que dilapida lo que tiene’ como positivo, ‘generoso, dadivoso’ pase a significar, por contagio con la parábola del hijo pródigo, ‘el o lo que vuelve o se recupera tras estar perdido’. Sería curioso explicar cómo timbre, ‘tripa, parche de tambor’ ha llegado a significar sello postal.

Trump señala qué tornillo le falta
            Y ahora viene este populista Trump amenazando con todas las amenazas que puedan esgrimirse. Por lo pronto, ya ha declarado la guerra a la prensa acusándola de mentir (el viejo recurso de matar al mensajero). Este hombre soez, ineducado, soberbio, rico hasta más arriba de las cachas y acostumbrado a que nadie le tosa, que quiere poner una puerta en su casa, pero que se la pague el vecino, no dudará en servirse del lenguaje, en desplazar los significados para que su anormalidad acabe viéndose normal. Por lo pronto, los portavoces de la Casa Blanca, en la primera comparecencia, no han admitido ninguna pregunta y declaran sin rubor que, frente a lo que resulta palmario para todos, ellos nos presentarán los hechos alternativos. Eso es lo que hacía el Ministerio de la Verdad orwelliano, que disponía qué es verdad y qué es mentira y se esforzaba en convencer de que los hechos los define el Estado y no los ciudadanos. Lo peligroso es que habrá muchos que se lo crean.

           Porque esos deslizamientos semánticos no los ha inventado la Administración estadounidense en esta nueva etapa. Por estas tierras se han dado hace tiempo. Como cuando nos decían que no había decrecimiento o pérdidas, sino crecimiento negativo. O que la crisis era desaceleración. O cuando, para ocultar que hay desacuerdos se nos habla de la existencia de distintas sensibilidades. O cuando consiguen que en lugar de hablar de contrato ilegal de trabajo acabemos hablando de trabajadores ilegales, o cuando, ante esta plaga de muertes incomprensibles de quienes huyen de guerras y miserias, nos convierten a los náufragos en inmigrantes sin papeles.
            Por ahí iba el artículo de Gallego-Díaz, que nos previene para que no caigamos en la trampa lingüística que nos tienden. Y del mismo modo que Trump pretende que los mexicanos paguen el muro que él desea levantar, por aquí nos convencen de que a quienes están necesitados de acogida y protección lo que hay que hacer es pedirles los papeles. Así se normaliza lo que antes veíamos aberrante.

sábado, enero 21, 2017

HISTORIAS DE PALABRAS: DEL SAQUITO A LA REBECA



            Ella reía. Tenía un saquito verde oscuro sobre una blusa blanca. Estaba despeinada, pero nada más que en la mitad derecha, como si un ventarrón la hubiera alcanzado solo de ese lado. (Mario Benedetti)

La Maroma, Málaga, nevada
            Cuesta imaginar que hace 60 años existiera en España un instituto de bachillerato mixto. El de mi pueblo, Osuna, no solo era el único centro de bachillerato de la provincia de Sevilla, aparte de los de la capital, sino que era mixto. Los compañeros (y compañeras, pues en este caso es casi obligado decirlo) que comenzamos a estudiar en él en 1956 hemos creado un grupo de whatsapp y, cada vez que tenemos ocasión, nos reunimos. A uno de los miembros, el querido e inefable Bertuchi, aprovechando la baja temperatura de estos últimos días, se le ha ocurrido preguntar quién sabe la continuación del refrán Cuando el grajo vuela bajo… Le comento a Zalabardo que eso nos ocurre a los mayores, que soltamos obviedades pensando que nadie las conoce, aunque sean más viejas que andar para adelante. Por seguir en la línea, yo le he contestado si conocía él la continuación del refrán, pues la tiene: y si se posa en los balcones…

Osuna, 1955
            Pero, hablando de frío, he recordado otras cosas que, estas sí, es posible que mucha gente joven no conozca. Por ejemplo, cuando yo era niño, mi madre no dejaba de recordarme, en días invernales, que me pusiera el saquito. En algún lado (aunque no recuerdo dónde) he leído que saquito es una palabra andaluza. Pudiera ser, aunque lo cierto es que hemos abandonado su uso, mientras que en bastantes países de Sudamérica la conservan. Alcalá Venceslada dice que el saquito es ‘casaca corta femenina de paño o punto’. Siento no estar del todo de acuerdo, ya que la casaca lleva mangas y es generalmente abierta por delante. La foto que adjunto, del año 1955, cuando nos preparábamos para el examen de ingreso, muestra que la mayoría llevamos saquito, con o sin mangas (ese zagalillo sonriente y de piel cetrina que está junto al fraile de gesto serio soy yo, le indico a Zalabardo).
            Saquito viene de saco, que ya Covarrubias decía que era una ‘vestidura vil de que usan los serranos y gente muy bárbara’. Este saco no procede del latín saccus, ‘costal, talega’, sino de sagum, que a su vez viene del griego σάκκος, que significa ‘sayal’. O sea, que o esa pandilla con caras inocentes éramos unos salvajes o la prenda fue perdiendo vileza con el tiempo. Ese mismo tiempo que, a su vez, le ha quitado hasta el nombre. Hoy, sin que todas esas prendas coincidan, se emplea más jersey, suéter, sudadera, chándal, buzo… Casi todas ellas, de origen foráneo. Jersey procede, parece no haber dudas, de la prenda confeccionada con lana en las islas Jersey y que cubría desde el cuello hasta la cintura. Hacia el siglo xix, el jersey comenzó a llamarse suéter (de sweater, ‘para sudar’). La diferencia está en que el suéter tiene mangas y el saquito podía ser con o sin ellas. Luego fueron viniendo las demás.

Viaje de estudios, ¿1962?
            Lo que describe Alcalá Venceslada es más bien la rebeca, que es una chaquetilla de punto, sin solapas, abierta y con botones. En la otra foto de grupo, ya de bachillerato, se ve que mientras algunos llevamos saquito, algunas de ellas llevan rebeca. La rebeca, que hoy usan tanto hombres como mujeres, es lo que se llamaba, y en muchos lugares aún se le sigue llamando, cárdigan. Se dice que el nombre proviene de James Thomas Brudenell, séptimo conde de Cardigan, que popularizó su uso. ¿Por qué, entonces, rebeca? Muy fácil; en 1940, Alfred Hitchcock rodó una película, Rebeca, en la que la protagonista usaba dicha prenda. La película se hizo tan popular en nuestro país que el nombre de la protagonista se desplazó hasta el de la prenda. Para no quitar del todo la razón a Alcalá Venceslada digamos que la rebeca es un saquito abierto y con botones. 

domingo, enero 15, 2017

TENER OPINIÓN



¿Tu verdad? No, la Verdad,
y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guardatelá.          
(Antonio Machado)

            Nuestro refranero parece tener una riqueza sin fin. Además, en no pocas ocasiones permite enfocar una cuestión desde diferentes perspectivas. Así, recordábamos Zalabardo y yo hace unos días dos refranes sobre los que estuvimos un rato comentando: Quien no tiene opinión, se aprende cualquier canción es uno y De sabios es cambiar de opinión es el otro. El primero se usa para dejar en entredicho a la persona de poco criterio, que se queda con lo primero que oye sin ser capaz de analizarlo. El segundo, en cambio, alaba a quien es capaz de modificar su postura ante algo.
            Decía mi amigo que nunca como en nuestros días se ha tenido tanta oportunidad de manifestar la opinión. La prensa digital concede a los lectores la ocasión de expresar su punto de vista sobre cualquier información. Las radios y televisiones nos ofrecen hasta la náusea programas en que bastantes “conocedores de todo y especialistas de nada” lanzan al aire lo que piensan sobre el tema que se tercie. Y lo bueno (o lo malo, me apostilla Zalabardo) es que todos lo hacen desde la firme convicción de que lo que dicen es lo que en realidad vale. Se basan en un principio que, enunciado de esa manera, es innegable: la democracia es opinión y debate. Lo malo que es que hay mucho de lo primero y demasiado (y reiterativo) de lo segundo, con la agravante de que se confunde opinión con verdad

            Hace unos días leímos una columna de Máriam Martínez Bascuñán en la que decía: Este fetichismo de la opinión reduciría la libertad de expresión a la única posibilidad de pronunciarse libérrimamente sobre cualquier cosa, incluso sin argumentos. ¡Cuánta razón tiene esta mujer! Y es que no podemos dar por bueno que opinar sea la mera expresión de una idea, sin más. Y menos, si lo hacemos convencidos de que lo que decimos es la verdad. La democracia nos permitirá decir cuanto queramos, lo que no significa que avale lo que decimos.
            Es verdad que el DRAE nos dice que opinión es el ‘juicio que se forma una persona respecto de algo o alguien’. Pero también es verdad que tal definición debe ser matizada. Por ejemplo, ya Covarrubias, en 1611, escribía: Distinguen los filósofos la opinión de la ciencia, porque la ciencia dice cosa cierta e indubitable y la opinión es cosa incierta. El Diccionario de Autoridades, de 1737, nos aclara que la opinión es el ‘dictamen, sentir o juicio que se forma de alguna cosa, habiendo razón para lo contrario’. En el siglo xix, Pedro Olivé, en su Diccionario de Sinónimos de la Lengua Castellana, de 1855, relaciona opinión con pensamiento y sentimiento, y define opinión como ‘juicio que se forma con algún fundamento’. En esta línea, nos dice que el sentimiento se impugna o sostiene, que el pensamiento se desaprueba o justifica y que la opinión se combate o se defiende. Por fin, pocos años después, José Joaquín de Mora, en su Colección de Sinónimos de la Lengua Castellana, de 1855, sitúa la opinión en la familia del parecer y el dictamen. Señala que la opinión es un ‘juicio que se forma sobre cualquier objeto o asunto’, que el parecer es ‘una opinión que resulta de un examen detenido’ y que el dictamen es ‘el parecer del hombre de carrera o ciencia’.

            Visto todo lo anterior, le digo a Zalabardo que vale, que todos podemos emitir una opinión, pero que la prudencia nos aconseja pensar bien lo que vamos a decir, buscar argumentos con que defenderlo, examinar con detenimiento aquello sobre lo que vamos a opinar y, sobre todo, no olvidar nunca que nuestra opinión es tan buena o tan mala como la de los demás y pudiera ser perfectamente rebatida. Por eso son tan buenos los refrenes citados al principio: el hombre sabio no tendrá inconveniente en cambiar de opinión en cuanto surjan argumentos que mejoren los suyos; pero el necio, que tendrá una opinión poco sólida, se quedará con cualquier estupidez que oiga o se le ocurra. Y de eso, por desgracia, hay mucho por ahí.

domingo, enero 08, 2017

AÑO NUEVO, ¿VIDA NUEVA?



            Las tradiciones las imponen los dioses, y los dioses no saben lo que es la vida. Las tradiciones las aceptan los hombres y los hombres no saben qué es mejor para ellos desear (Ovidio)


          
              Pasados estos días de excesos, me siento junto a Zalabardo para desintoxicarnos con una charla relajada. Zalabardo saca el tema del origen de las tradiciones de estas fechas y le digo lo que bien sabido es: en casi todo encontramos reflejos de las Saturnales romanas, fiestas en que celebraba el nacimiento de un nuevo periodo de luz (solsticio de invierno) tras la finalización de las labores del campo y de la época más oscura del año. Fiestas que, a su vez, se inspiraban en fuentes anteriores; de hecho, en torno al 25 de diciembre, a lo largo de la historia se ha venido celebrando, aparte el nacimiento de Cristo, los de Mitra, Adonis, Buda, Zaratustra, Horus y no sé cuántos más. La Iglesia, como hicieron otras creencias, adaptaron costumbres ancestrales a la nueva fe.
            Eran fiestas, las Saturnales, en que los romanos venían a unir lo que nosotros consideramos Navidad y Carnaval. Había ceremonias de purificación, se limpiaban las casas, se desechaba el mobiliario viejo, se intercambiaban regalos. Se hacían, en fin, propósitos de limpiar las conciencias durante un periodo de festejos y desmanes, entre los que la comida solo era uno de ellos. Y todos se deseaban paz y felicidad.
            Muy semejante a lo de ahora, que vivimos tiempos revueltos y conflictivos, me dice Zalabardo; se lo tomaban como una especie de borrón y cuenta nueva. Tal vez ello explique que, entre tantos parabienes como intercambiamos, se haya colado ese deseo manifestado en la expresión, que se ha hecho refrán, Año nuevo, vida nueva

           En ese punto nos liamos un poco, porque si él se muestra partidario del dicho, yo no lo tengo tan claro. No voy a decir que nuestra vida sea perfecta, no pretenderé convencer a nadie de que vivimos una edad de oro ni en la Arcadia feliz. Tampoco sé si tal supuesto sería deseable. Pienso que la vida, en general, debe tener de todo, momentos casi mágicos unidos a otros que no lo son tanto. Y que a nadie le viene mal hacer periódicamente un examen de conciencia y un recto propósito de corregir los errores.
            Pero no seamos radicales. La vida no es tan mala; no hay que la vuelta como si de un calcetín se tratara. Celebremos la Navidad, deseemos felicidad, paz, que se cumplan los sueños e ilusiones, que desaparezca la injusticia;  ¿pero por qué pedir entonces ponerlo todo patas arriba? Le recuerdo las palabras que pronuncia un personaje mío al que aconsejan rehacer su vida: ¿Qué vida hay que rehacer? Se rehace lo que uno está convencido de haber hecho mal, la vida torcida a causa de un yerro culpable.
            Y creo que tiene razón. Algunos lo habremos hecho mal, rematadamente mal incluso. Pero la mayoría somos normalitos. Como decía Pascual Duarte: Yo señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Que cambie quien deba cambiar. Que inicie una nueva vida quien la haya llevado torcida. Pero los demás, ¿por qué han de cambiar por completo?; para la mayoría, creo, con que nos demos una mano en chapa y pintura puede ser suficiente.
            Feliz 2017 a todos.