martes, junio 13, 2017

SOBRE MOLLATE



          Y lo que te decía: empezó a funcionar el mollate y empezaron a pasar cosas.
         Cualquiera se daba cuenta rápido de que allí muchos no se podían ni ver, aunque todos fueran del mismo paño; eso salía p'afuera y ya iba yo notando las soberbias encampanás, cada uno a su estilo, sin dislocarse nunca nadie y siempre en plan educao, eso siempre, claro. (Fernando Quiñones)

El violinista alegre (fragmento), de Van Honthorst
            Hay palabras ricas en sinónimos, opción que nos permite decir lo mismo con palabras diferentes. Suelen ser vocablos de uso frecuente, que señalan conceptos cercanos y cotidianos. Cerdo es uno de ellas; también botijo. No obstante, sorprende que haya otros igual de cercanos y cotidianos tan pobres en este aspecto. Es lo que pasa con vino. No pienso en tipos de vino ni en términos empleados en las tareas de cultivo de la vid o de su elaboración. Hablo de la palabra que designa la ‘bebida alcohólica que se hace del zumo de las uvas exprimido, y cocido naturalmente por la fermentación’.

            Hace no muchos días, me pidieron consejo sobre un lugar para comer; pregunté qué tipos de locales buscaban y me contestaron en tono jocoso: “Lo principal, que tenga buen mollate”. No pudo tener más rápido efecto la madalena de Proust o la campanilla de Pavlov. Algo se removió en mí que me trajo el recuerdo de mi pueblo, Osuna, en tiempos ya lejanos y de otro amigo, Mariano Zamora, a quien gustaba hablar de la ruta del mollate. Allí, en mi pueblo, mollate era una palabra que se oía bastante; como vilorio, como cisco, como pleita y tantas más. Hoy, al parecer, han caído en desuso.
            Cuando llegué a casa, se lo conté a Zalabardo, que no estuvo presente. Él me animó a iniciar esta búsqueda. La tarea no resultó fácil; por lo pronto, el catálogo de términos para vino nos quedó corto: alpiste, morapio, zumaque, mostagán, pimple y mollate. Morapio y alpiste parecen los más conocidos. Zumaque y mostagán son más rebuscados. Pimple se deriva de pimplar, ‘beber en exceso, especialmente vino y licores’.

Un trago de vino, de Mauricio Flores Kaperotxipi
            Pero, como a quien me pidió consejo, me interesa el mollate. La palabra ha estado ausente del DRAE hasta esta última edición, donde se afirma que es un término de jerga que significa ‘vino corriente’ y procede del caló moliate, locativo de mol, ‘vino’. El Diccionario del Español Actual, de Seco, se limita a marcarla como regionalismo que significa ‘vino común’. Y, sumando datos de CORDE y CREA, extraña no encontrar más allá de seis ejemplos documentados, en su mayor parte de escritores andaluces. Fijo por ello la mirada en varios vocabularios específicos y solo me aparece en el Vocabulario popular andaluz, de Francisco Álvarez Curiel, en el Vocabulario andaluz, de Alcalá Venceslada, y en el Vocabulario popular malagueño, de Juan Cepas. En los tres casos se dice: ‘vino’.

 
Cata, de Ernest Descals
          
Pensando en acercarme a la fuente citada por el DRAE, consulto un pequeño volumen, Chipí Cayí (Aproximación al caló), de José Antonio Plantón, que me indica que los gitanos llaman mol al ‘vino’. Me parece insuficiente y decido continuar ahondando en el asunto. Recurro a las siguientes publicaciones: Vocabulario del dialecto jitano, de D. Augusto Jiménez (Sevilla, 1846), A Chipicallí (La lengua gitana), de Tineo Rebolledo (Granada, 1900) y algunos otros vocabularios caló-español en línea (de Francisco Quindalé, de Cristián David Páez, de Gabriel Veraldi-Pasquale, más una página llamada Portal flamenco y Universidad). Ellos me limpian la senda, pues presentan más coincidencias que diferencias: la palabra mol significa, genéricamente, ‘vino’ sin implicar diferencia de calidad. Si hablamos de un ‘vino añejo, generoso’, se utiliza molipor (Francisco Quindalé, no obstante, dice que molipor es ‘vino rancio’). Y si nos referimos al recipiente que lo contiene, la ‘botella, tarro o frasco’, hemos de emplear mollate, aunque Augusto Jiménez dice que ‘botella’ es menderí.
            Creo, le digo a Zalabardo, que aquí podemos concluir la investigación. Estamos ante un caso de metonimia (una cosa se designa con el nombre de otra con la que presenta una relación de contigüidad espacial, temporal o lógica: el efecto por la causa, el signo por lo significado, el continente por el contenido, etc., y a la inversa). Eso explica que mollate, ‘botella’, pase a significar lo que en ella se contiene, ‘vino’.

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