sábado, septiembre 16, 2017

SABER MÁS QUE LEPE



               Pero, en fin, ¿qué contestamos a la carta de don Paco? Yo haré lo que tú desees porque el asunto más importa a ti que a mí y porque tú sabes más que Lepe.
                                                            (Juan Valera: Juanita la Larga)

            “Tú, que debes saberlo por haberte dedicado a la enseñanza, ¿crees que es verdad eso de que la gente ahora sabe menos?” La pregunta me la hace Zalabardo, que disfruta planteándome cuestiones embarazosas. Como cualquiera pudiera ser rebatida sin tener que emplear demasiados argumentos, opto por darle una respuesta precavida e intento salir del paso diciéndole que no es que se sepa más o menos, sino que se sabe de otras cosas y se sabe de otra manera. Le digo que uno de mis nietos, que inicia ahora su andadura en la Secundaria, sabe muchas cosas de las que yo, a mis años, no tengo la menor idea; aunque, cuando tenía su edad, yo sabía una serie de cosas que él ignora por completo. ¿Quién sale favorecido en la comparación? No lo sé, aunque debo admitir que a mí me hubiera gustado contar con los medios que tienen a su alcance los alumnos de la edad de mi nieto.
            Sí creo, le digo con convicción, que concurren varias circunstancias para que hoy nos planteemos esa duda: tal vez se utilice menos la imaginación a causa de la gran cantidad de cosas que se nos dan hechas sin que necesitemos esforzarnos para lograrlas; se valora en nuestros días más la especialización, conocimientos más profundos de un campo más reducido, mientras que antes se tendía hacia un conocimiento diversificado, lo que se llamaba cultura general; el interés de los jóvenes lo concitan hoy saberes de aplicación inmediata que nos proporcionen rápidas ganancias. Podría seguir, pero creo que eso basta.
            El resultado es que se valoran menos las humanidades. La literatura, la filosofía y materias afines son consideradas inútiles por poco productivas. Y, consecuentemente, se aprecia menos al humanista tradicional, al sabio que atesora conocimientos de disciplinas distintas e incluso distantes. Ese dato se nota incluso en el habla coloquial. Recurrimos menos a las expresiones de carácter encomiástico que manifiestan la admiración por quien atesora ciencia, por quien es capaz de desenvolverse en una conversación cualquiera con independencia del tema tratado. Se oye poco eso de sabe más que Salomón, y sus variantes: que un perro viejo, que las brujas, que un letrado, que Séneca

            El desinterés por conocer lo que carece de aplicación inmediata puede ser el motivo de que ni siquiera se conozca el sentido y origen de expresiones como saber más que Lepe o saber más que Calepino, pongo por caso. Ese Lepe del que se afirma que sabe tanto no tiene nada que ver con el pueblo de Lepe, aunque naciera no muy lejos de allí.  Remite a don Pedro de Lepe y Dorantes, nacido en Sanlúcar de Barrameda en 1641 y muerto en Arnedillo en 1700, obispo de Calahorra y La Calzada y prolífico escritor de temas religiosos. Lo rodeaba fama de hombre culto y, entre sus obras destaca un Cathecismo Cathólico (1697) que llegó a competir en popularidad con el mismísimo Catecismo de la Doctrina Cristiana (1599), del jesuita Gaspar Astete, que se usó en la evangelización de los aborígenes de las tierras americanas que se iban conquistando.
            ¿Y por qué se puede saber más que Calepino? Ambrogio Calepino fue un fraile agustino (1435-1511) que dedicó casi toda su vida en la confección de un monumental Diccionario latino e italiano, que se publicó en Mantua. Fue tal su prestigio que su nombre, Calepino, pasó a ser sinónimo de diccionario.

            Hoy, más que ser sabio, se valora ser listo, tener inteligencia despierta y ser rápido a la hora de solventar cualquier dificultad. O sea, que antes que saber más que Lepe se prefiere ser más listo que el perro Paco o más listo que los ratones coloraos. Aunque muchos tampoco sepan bien de dónde proceden tales expresiones. El perro Paco adquirió carácter de leyenda viva en Madrid. Aunque no hay acuerdo sobre el color de su pelaje, Paco era un chucho callejero del que se afirmaba que pasaba su tiempo paseando por el café Fornos, asistiendo al Teatro Real o a los toros; en este último caso, se cuenta, se lanzaba al ruedo y saltaba y ladraba en torno al toro y al matador cuando la faena era mala. Parece que lo mató de una estocada un tabernero y poco diestro becerrista, molesto por su comportamiento. Al perro Paco se le dedicaron poemas, canciones y se le escribieron sentidas necrológicas.

Charles Darwin
            También la de los ratones colorados es una historia curiosa. De ella conozco dos versiones. Una defiende que es una leyenda murciana en la que unos duendecillos tomaban forma de ratones vestidos de rojo y enseñaban a un niño pequeño, que admiraba a todos por sus conocimientos, hasta que la madre descubrió quién se los proporcionaba; la otra versión habla de un sevillano llamado Rodrigo Sánchez que acompañó a Darwin en su famoso viaje en el Beagle. Se cuenta que un día que oyó contar al sabio que había observado cómo en las islas Galápagos había una especie de ratones, de pelaje rojizo, que eran  los únicos capaces de evitar ser devorados por las serpientes le dijo: “Usted es más listo que todos esos ratones coloraos”. Y, tal vez contento de su frase, a su vuelta a Sevilla la empleaba cada vez que la consideraba oportuna.
           

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