domingo, octubre 15, 2017

POETA / POETISA



            Formó Yavé Dios al hombre del polvo de la tierra y le inspiró en el rostro aliento de vida (7)… Y de la costilla que del hombre tomara, formó Yavé Dios a la mujer (22). El hombre exclamó: “Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta se llamará varona, porque  del varón ha  sido tomada (23)
(Génesis, capítulo 1)

 
Safo, cuadro de John William
          
Recientemente, una escritora que siempre se ha declarado poeta declaraba en Facebook su alegría por que dos profesoras, jóvenes y entusiastas la llamen poetisa, demostrando así que se va superando de una vez por todas el discurso decimonónico lleno de desprecio masculino que cargó tan negativamente la palabra. Entre los me gusta/no me gusta consabidos, aparecieron también comentarios en los que se sigue negando a poetisa el pan y la sal porque consideran que es un término lleno de connotaciones negativas (desprestigio, cursilería y ñoñería) que usan los hombres cuando tienen miedo de las mujeres. Esa actitud demuestra que todavía nos pueden los prejuicios y que aún son muchas las personas (hombres y mujeres) incapaces de superar discursos trasnochados y dicen combatir lo que consideran machismo cultivando el vicio diametralmente opuesto, el hembrismo.
            En este terreno, le digo a Zalabardo, hay dos bandos: el de quienes acusan al lenguaje de todos los males (no hay lenguaje neutral, dicen) y el de quienes piensan que el lenguaje no hace sino reflejar nuestra propia mentalidad (el lenguaje es inocente). Yo me incluyo en este último bando. Estoy convencido de que el lenguaje no hace más que reflejar nuestros prejuicios y nuestros defectos, del mismo modo que una sociedad libre, abierta y solidaria, creo, tendrá un lenguaje que también lo sea.

Rosalía de Castro
            Le pido a Zalabardo que se fije bien en el texto con que introduzco el apunte. Me confieso desconocedor total del hebreo y arameo, lenguas en las que posiblemente fue escrita la Biblia. Utilizo, pues, una traducción en la que, a poco que prestemos atención, veremos de qué modo se reflejan términos confusos a la hora de ser interpretados: hombre, mujer, varón, varona. Su solo empleo ya crea confusiones y tal vez desconocimiento (u olvido voluntario) de su etimología.
            Existe en sánscrito una forma dhghem-, ‘tierra’, de la que salen los términos latinos humus, ‘tierra’ (inhumar, exhumar, trashumante, humilde…) y homo, ‘habitante de la tierra’ (hombre, homicida, humano…). Si miramos que la lengua latina dispone a su vez de vir, ‘ser humano de sexo masculino’ y de mulier, ‘ser humano de sexo femenino’, hemos de concluir que hombre tiene un valor generalizador y designa a ‘cualquier ser humano’. Lo que pasa es que, a lo largo de los años, nuestra lengua abandonó vir y hombre asumió los dos significados. Para mayor abundamiento, el latín disponía de un cuarto vocablo, persona, que señalaba la ‘visión que queremos transmitir a los demás de nosotros mismos’. De ahí proceden personalidad y personaje, entre otros.
            En griego sucede algo semejante. Los correspondientes a los términos citados son anthropós (antropología), andrós (androide),y giné (ginecólogo); y el cuarto es prosópon (prosopopeya). ¿De dónde sale, entonces, varón?

Gloria Fuertes
            Corominas argumenta que procede de una forma germana baro, que significaba ‘hombre libre, persona de sexo masculino’, que, más tarde pasó a significar también ‘persona noble, título nobiliario’ (barón). Una confusión no bien explicada comenzó a confundir esta palabra con el vir latino (lo vemos en Covarrubias y otros), lo que justifica que la escribamos con v y hayamos distanciado barón de varón, que, en el fondo, son la misma palabra. Por ello, en las más clásicas traducciones de la Biblia se lee que, cuando Adán se vio frente a Eva la llamó varona, palabra que, en nuestra lengua ha ido adquiriendo un valor peyorativo, ‘mujer varonil’. Lo que digo, prejuicios sociales imputables a la comunidad y no a la lengua.
            ¿Y adónde quieres llegar con todo ese preámbulo?, me pregunta Zalabardo. Le contesto que la cosa es más simple de lo que la gente cree: que solo una concepción patriarcal y machista de la sociedad puede defender que hombre se usa solo para referirse a los varones. Si decimos El hombre es mortal o hablamos de la Declaración de los derechos del Hombre, nada demuestra que en el contenido semántico de hombre queden excluidas las mujeres. A lo sumo, diremos que, en el discurrir de los tiempos, las palabras se van cargando de connotaciones, unas veces positivas y, otras, negativas. Esa es la razón de que muchas mujeres se sientan discriminadas e incluso ofendidas cuando se habla de hombre en ese significado universal que tiene, aparte del otro.
            ¿Qué pasa entonces con poeta y poetisa? Le aclaro que no haré ninguna disertación sobre el género gramatical; lo he hecho otras muchas veces y no me quiero repetir. Solo quiero que se recuerde, cualquiera que consulte la más básica gramática de nuestra lengua podrá verlo, que hay unas palabras que se llaman comunes en cuanto al género, es decir, que valen tanto para el masculino como para el femenino (atleta, modelo, testigo, chófer, joven, miembro, cantante…). Entre ellas, en un tiempo, alguien tuvo la ocurrencia de incluir poeta.

Julia Uceda
            Miremos a nuestro alrededor. La mujer se ha incorporado en igualdad de condiciones a una sociedad nueva y distinta, aunque aún encontremos quienes se resisten a que sea así. Por eso encontramos formas femeninas que nunca antes habíamos oído: bombera, médica, torera, arquitecta, etc. Y no solo eso, pues hay quien propugna, y yo me cuento en este grupo, que algunas palabras que antes se consideraban comunes podrían seguir el ejemplo. Por eso no me escandalizo de que se diga jueza, cancillera o presidenta. Pese a ello, no faltan mujeres que se resisten a ser llamadas médicas o abogadas.
            Y llegamos a poetisa. Poeta ha sido considerada un tiempo palabra de género común. En una consulta realizada en 2008 a Fundéu sobre si era correcto decir poetisa se respondía: “Por supuesto que es correcto decir poetisa. De hecho, poeta como femenino, es decir, poeta como sustantivo de una sola terminación, de género común, solo se incorporó en la última edición del diccionario académico, aunque se usaba desde hacía tiempo”.
            Emilio Ruiz Mateo, en un artículo reciente, dice que se comenzó a utilizar poeta en detrimento de poetisa “por un reclamo feminista mal entendido. Las pobres poetisas tenían mala fama. Se las identificaba con aquellas señoritas cursis que en otro tiempo, a falta de ocupación mejor, llenaban sus ocios componiendo rimas sentimentales. Como si no hubiera habido varones que hacían lo mismo, se entendía que los poetas eran poetas en serio, profesionales (por así decirlo), y se despreciaba a las poetisas. Entonces las poetisas que no querían ser confundidas con poetisas empezaron a llamarse a sí mismas poetas”.
            Sinceramente, creo que esa situación se ha superado.

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