sábado, noviembre 04, 2017

PUENTE DE PLATA



            Entre las enemistades, la oculta y no declarada es la más peligrosa, porque el enemigo desta calidad es ladrón casero y con más cara de leal nos roba los íntimos secretos, […]. A los tales debemos responder haciéndoles la puente de plata, como dicen, hablándoles con suavidad y blandura, significándoles nos satisfacemos de su fidelidad, no dándonos por entendidos de sus ofensas. [Pues] no hay mejor satisfacción que la que se hace sin escándalo ni más suave cura que la que se hace sin hierro.
                                (Matías de los Reyes: El curial del Parnaso, 1624)

            El tiempo, la edad, enseña muchas cosas. No en vano existe un refrán que afirma que el diablo sabe más por ser viejo que por ser diablo. Entre lo que yo he aprendido, le digo a Zalabardo, ocupa lugar importante que pocas cosas hay que no estén sujetas a cambio.
            Como no podía ser menos, la lengua también pasa por este aro, sigo con las frases hechas, de las inevitables mudanzas. El cambio de la lengua no afecta tan solo, como algunos creen, a que hay palabras que aparecen y palabras que desaparecen (ya pocos conocen pisaverde o siguemepollo), a las alteraciones fonéticas (¿quién repara en la razón de que usemos herrero, pero también ferretería?) o al simple significado de algunos vocablos (por qué retrete ha pasado de ser ‘aposento recogido’ a ‘letrina’ o por qué jamás, que en su origen significaba ‘siempre’, ha pasado a significar ‘nunca’).
            Pero todos esos cambios tienen una lógica que puede ser perfectamente asumida. Distintos son los producidos por un error, por una interpretación equívoca de la palabra o expresión original. Muchas veces se ha explicado, que al escribir Cervantes en el capítulo ix de la segunda parte del Quijote: Con la iglesia hemos dado, Sancho, no quería sino señalar que habían encontrado un lugar de referencia, pues era de noche y andaban buscando la casa de Dulcinea. La mala lectura nos ha llevado, incluso, a sustituir en el habla el verbo dar, ‘encontrar’ por topar, ‘chocar’, y a interpretar la frase como manifestación del malestar que supone verse frente a una institución o dificultad que echa por tierra nuestros deseos.
            Algo parecido sucede con meter la pata, ‘cometer una indiscreción o un error’. Parece que, en verdad, pata no aludía en su origen a ninguna extremidad anatómica, sino a pateta, uno de los sinónimos para referirse al diablo. La expresión sería mentar a Pateta, que estaría en la línea de mentar la soga en casa del ahorcado o mentar la bicha, es decir, cometer una imprudencia en el momento menos deseado. Alguien, por desconocimiento, mudó pateta por pata, sintió extraño eso de mentar y acabó diciendo meter la pata. Como quien dice poner entre la espalda y la pared sin reparar en que lo correcto es espada.

            Y, por citar un último ejemplo, tener la mosca detrás de la oreja. La expresión, que significaba ‘estar prevenido ante una eventualidad’, ha acabado entendiéndose como ‘desconfiar’. ¿Por qué? Porque mosca, en un tiempo, fue una de las maneras de llamar la mecha con que se accionaba el mecanismo de disparo de un arcabuz. Esta mecha o mosca, se la colocaban los arcabuceros en la oreja, con lo que pronto podían acudir a ella si la necesitaban.
            Hay un refrán que aún hoy se interpreta de manera ambigua por la antedicha razón de una interpretación no del todo acertada: a enemigo que huye, puente de plata. El mismo refranero del Centro Virtual Cervantes lo explica diciendo que cuando un contrincante abandona, conviene darle facilidades para que se marche y, de este modo, nos deje tranquilos. La expresión más antigua que encuentro es hazer la puente de plata, sin más. Luego apareció al enemigo, la puente de plata y, finalmente, al enemigo que huye, puente de plata. Hay quienes aplican la invención de tal frase al Gran Capitán, pero hay textos que nos inducen a entender algo diferente a lo de ‘facilitar la huida del enemigo’. Doctrina física y moral de príncipes es un libro publicado en 1615 cuyo autor fue el guipuzcoano Francisco Gurmendi. En ese libro, en su capítulo xxv, titulado En que se vitupera el reñir y pelear sin ocasión, se indica que fue un poeta árabe quien pronunció por vez primera la frase y así leemos:
quando fuese honesto y lícito, se deven anteponer los medios de paz a los de guerra, y los de amistad a los de enemistad, porque eso es lo que quiso decir el poeta que dixo: Al enemigo que huye, hazer puentes de plata.

             O sea, que no se trata ya de despejar el camino a quien huye, sino de procurar, antes de luchar, buscar medios para evitar el encuentro. Zalabardo me pregunta si algo que leyó hace unos días puede tener relación. Un titular periodístico decía que los mossos d’esquadra catalanes querían tender puentes que eliminasen la desconfianza que se ha cernido sobre ellos. Le debo contestar que sí, que tender puentes, aunque no sean de plata, es, entre otras cosas, dar la mano para evitar el estallido de un conflicto. Pero, por desgracia, en la situación actual de nuestro país parece que hay más interesados en destruir los pocos puentes que van quedando para una pacífica convivencia.

1 comentario:

María Luisa Padilla dijo...

Magnífico, Anastasio.UN ABRAZO