sábado, marzo 17, 2018

HISTORIAS (Y LEYENDAS) DE PUEBLOS


            Del lethe o letze (olvido) tomaron nombre los ríos Guadalete y Limia, el primero por el armisticio ajustado en sus orillas entre cartagineses y españoles, y el segundo por la creencia de que sus aguas hacían perder la memoria a quienes las bebían.
(Fermín Caballero: Nomenclatura geográfica de España. 1834)


           A propósito de un paseo por los bellos parajes de la Fuente de los Cien Caños y el Mirador del Hondonero (en tierras de Villanueva del Trabuco y de Villanueva del Rosario), me preguntaba una antigua, respetada y admirada profesora de mis años en la Universidad de Sevilla, la poeta Julia Uceda, por la razón del nombre del primero de esos pueblos.
            Hasta donde yo sé, no conozco documentos que lo certifiquen, le he contado las dos historias (o leyendas) que existen sobre el tema; la más verosímil es la que mantiene que se llama así porque cuando los Reyes Católicos acamparon allí antes del asedio de Málaga, aprovecharon para construir con la madera de los árboles de la zona trabucos, es decir, catapultas. El nombre viene de trebe, ‘viga’, que era la pieza principal de dicho artilugio militar. Nada tiene que ver la localidad con el posterior trabuco, arma de fuego, inventado con bastante posterioridad a que el pueblo tuviese el nombre que conocemos. Pero, mientras lo hacía, me vino a la memoria que, en esto de los pueblos, y no solo por sus nombres, nos encontramos con historias curiosas.

           Por ejemplo, siempre creí, y no era el único, que el nombre de mi pueblo, Osuna, procedía del antiguo nombre latino Urso, que significa oso. De hecho, en el escudo de la población aparece una matrona (en otras versiones una esfinge) sobre un torreón que flanquean dos osos rampantes. Sin embargo, más tarde he conocido una versión que pone en duda todo lo anterior. Cuando los romanos llegaron a aquellas tierras, el pueblo ya se llamaba Urtzo o algo parecido, y los conquistadores solo latinizaron el nombre. Urtzo, leía, es una palabra de origen ibérico que se relaciona con ‘laguna’, ‘terreno pantanoso’. Según eso, el nombre de mi pueblo no significa ‘tierra de osos’, que nunca los hubo, sino ‘tierra de lagunas’, de las que todavía perduran algunas, más cercanas a La Lantejuela (sobre cuyo nombre también hay dudas, pues unos lo hacen proceder del apodo de un rico hacendado, el tío Lentejas, y otros de que en sus tierras, mientras araba, un labrador halló unas lentejuelas de oro) que a la propia Osuna.

           Pero si hablo de historias curiosas de pueblos, le digo a Zalabardo, hay otra que resulta quizá más atractiva en la que también se mezclan historia y leyenda y que alguna relación tiene con mi pueblo. En Olvera, de la provincia de Cádiz, hay una zona llamada Valle Hermoso. Cuenta la leyenda (¿cuántas de estas hay por toda España?) que en 1512, un pastor había perdido una res de su rebaño y, buscándola, lo que halló fue una talla de la Virgen María depositada en una cueva donde manaba una fuente (llamada por lo acaecido de los Caños Santos). Por tres veces la llevó a la parroquia de Olvera, pero la imagen desaparecía y volvía a ser encontrada en la cueva. Se decidió, pues, levantar allí una ermita y poco después, don Juan Téllez Girón, iv Conde de Ureña, cedió en 1542 unos terrenos para erigir un convento que regirían los franciscanos. Este Conde, hombre magnánimo, fundó 16 monasterios y, en su pueblo, Osuna, la Universidad, la Iglesia Colegial y la Capilla del Santo Sepulcro entre otras cosas. En el Monasterio de Olvera se veneraría la que se llamó Nuestra Señora de los Caños Santos, a la que se guardaba gran devoción en toda la comarca, especialmente en Alcalá del Valle, pueblo también gaditano situado a 8 kilómetros, en línea recta, de Olvera, pero junto al lugar de Valle Hermoso.

            En 1810, cuando los franceses ocuparon la provincia de Cádiz, los vecinos del pueblo malagueño Cañete la Real, a 12 kilómetros, en línea recta, del paraje del que hablamos, se llevaron la imagen para preservarla del saqueo. Pasados aquellos años de guerra contra los franceses se optó por donar la imagen al pueblo de Cañete en recompensa por su valentía y Nuestra Señora de los Caños Santos pasó a ser patrona de la localidad.
            Pasan los años, el convento es abandonado y acaba en estado ruinoso. De él, lo más notable que queda es la fachada y parte de la iglesia. En 1984, el Ayuntamiento de Alcalá del Valle propone comprarlo al de Olvera, junto a unas pocas tierras de su entorno, operación que se lleva a cabo. Sobre las ruinas, se proyectó construir un hotel, aunque, por causas que ignoro, ya iniciadas las obras, el plan se detuvo y allí siguen los restos del Monasterio y el hotel a medio construir.

            Es un bonito enclave en el que cada año se celebra una romería. ¿Curiosidad de esta historia que acabo de contar?: el Monasterio de Nuestra Señora de los Caños Santos es un hermoso paraje enclavado en el término municipal de Olvera, que, sin embargo, pertenece a Alcalá del Valle, en tanto que la imagen que da nombre al lugar se encuentra en Cañete la Real, de donde es patrona.
           

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